Juan Ortega fue el único en tocar pelo en una tarde de “no hay billetes” ensombrecida por el mal juego de los animales. Morante de la Puebla se fue de vacío, dejando detalles con el peor lote
Y si los astros no se alinean o las cosas no van muy de cara, es muy complicado revestirse de inmensidad. De hecho, el vacío se convierte en la única inmensidad que se ve, y eso que no tiene color o más que ese nombre. Nunca la nada vence en Sevilla, pero enturbia una tarde y deja amargores punzantes en el paladar. Hoy no llorará el cielo.
Castaño, hondo y cuajado, bien puesto de espadas, era el primer toro de la tarde, de capa castaña. Acudió sin lucirse al capote de Morante de la Puebla, que tuvo que lancearlo sin más. Al caballo fue discreto, pero entrando y saliendo corto de fuerzas, perdiendo las manos repetidamente y suscitando las protestas del personal. Artista y templado fue el tercio de banderillas, añejas las banderillas que usaron los hombres del cigarrero, excelsas las maneras al parear. Saludaron la ovación del público Fernando Sánchez y Juan José Trujillo. Comenzó con frialdad el andar del burel en la franela, sin entregarse apenas nada, sin mostrarse o definirse. Lo cambió Morante de terreros, y tras no muchos lances dio mucha mejor respuesta. Lo vio el de La Puebla. Tejió seda sobre el esparto, poniéndose por encima del animal, sacando cabeza sobre las pegas que le pudiera poner. Cadencioso, acaramelado, estuvo en lo que le hizo. Muy medida fue la faena sin embargo, la cual finiquitó con media estocada que hizo muerte. Fue silenciada su labor.
Bajo pero con buena arboladura era el negro segundo. Por Dios y la Virgen, que me caiga un rayo si no es esto eso que dicen de torear de capote. Iluminó los grises cielos con los bajos de su templado capote. Arenal de Sevilla, /de alberos naranjas, /de cielos que brillan. Con las manos sostuvo las riendas del caballo blanco del auriga de la conciencia. Sentado, mecido. Garboso se lo llevó al caballo, respondiendo allí el animal sin hacer mucho ruido en ningún encuentro. Muy buen quite de Morante, que anduvo escrito por los mármoles en verónicas. Correctas las banderillas por parte de los de plata. La faena fue de menos a más. Comenzó falta de estructura suficiente al estar mermada por el choque con la muleta de Ortega. No obstante, llegó el momento en el que el diestro hispalense le tomó finalmente la medida al toro, comenzando a trazarle el muletazo antes de que le llegase al punto de apoyo, ligando así uno tras otro sin enganchones. Firme y derecho como los hachones del paso de un crucificado, con el compás abierto y la suerte cargada, lo llevó a donde quiso sólo necesitando cintura. Llegó a los tendidos, así como a los acordes. Llegaba la espada. Pinchó dos veces, poniendo un tercer pinchazo hondo, agarrado y con muerte suficiente para echarlo. Saludó una ovación.
De susto le puso a Morante en el capote el tercero, castaño, atragantándolo de primeras, y luego descomponiéndole el recibo. Acudió al caballo peleando sin apenas transmisión, muy tapado y adormecido. Apuró en cada sesgo que andó en banderillas, sembrando la dificultad para los de plata. Ahí iba Morante, a ver qué se podía hacer, sabiendo que no iba a ser mucho. Pues bien, poco más que pasarlo y el detalle. Dos únicas series y mermadas por la falta absoluta de codicia del animal. Una por la derecha, y luego otra por la izquierda. Lluvias dispersas, dígase, al menos algo regaron la sequía. Consummatum est. Espada. Entera, pero caída. No tardó. Silencio.
Acucharado y amplio de pitones era el negro cuarto, serio éste. Repitió violentado en el capote de Juan Ortega, arrollando rebrincón más que embistiendo. No dijo nada en el caballo, inexpresivo en su escueto acudir. Dignos en banderillas los del trianero. Nada y menos en la muleta, aburrido en comportamientos el burel. Lo intentó, pero no consiguió estructurarle lo más mínimo, ya que el toro se desentendía, se amorcillaba, y cuando se arrancaba lo hacía con broncas maneras. Poco más que menearlo y machetearlo luego le pudo hacer Ortega. Le estoqueó colocándola entera pero atravesada, siendo necesario descabellar varias veces para rodarlo. Silencio.
Poco después de abandonar toriles pareció acusar carencias para mantenerse en pie el negro toro. Entre eso, sin ser excesivamente de impedimento, y raros aires que soltaba, se le protestó hasta el punto de ser devuelto.
Pues estaba muy bien presentado este quinto bis, sobrero, cómo no. De pitones como giraldas, castaño y ensillado. Se movió de capote, sin estirarse por desgracia Morante. Al caballo, acudió con fuerza, metiendo la cara en los cuartos delanteros, levantando al caballo y aguantando el picador. Se le vio galopar con ritmo en banderillas, a la altura los rehiletes. ¿Algo se prometía? Hombre, mejor parecía ir la cosa. Lo movió Morante muy próximo a tablas de primeras. Una vez puesto, le fraguó una serie que pudo generar esperanzas… pero nada. Nada después. El público, como era normal, estaba ya harto, y protestaba la condición del animal, rajado ya, así como el conjunto de la corrida, de petardo hasta el momento. Tuvo que irse a por el estoque el de La Puebla. Lo puso. Ovación para el torero, y fuertes pitos para el toro.
Última moneda al aire al menos por hoy, viernes de cruces. Negro el toro que salió, por ir cerrando el patio, fino de astas pero estrecho de sienes. Desempolvó la tarde Juan Ortega desplegando su capa, que es el espejo de las palmas de sus manos. Templado y rendido a la buganvilla de su tela, cuajó otro gran recibo en lances. El caballo fue de nuevo sin más, soso en entradas el bovino. A la altura nuevamente los subalternos en palos, haciéndole al toro su lidia y despertándole inquietudes. Comenzaba la faena. Debía de labrarse por la vía callada, sin violencia alguna en los toques y dejándosela puesta en la cara. Saltó a responder el toro, despertando como no lo hicieron sus hermanos. Pedía, y si se le daba lucía. Supo darle Ortega, recto, vertical, eterno en cintura y en muñecas. Supo adelantarse al cornúpeta, corriéndole la mano sin chocarla esta vez. Y supo arrancar el ole aprovechando lo poco bueno que dejó la tarde. Sin mucha tardanza el toro comenzó a asomar el rajarse, e igual sin mucha tardanza fue consciente Juan Ortega, dirigiéndose a por la espada. La puso entera, cayendo el toro rápidamente. Le cortó una oreja.
El encierro de D. Juan Pedro Domecq fue pésimo. Sólo tuvo algunas opciones el lote de Juan Ortega, efímeras en su primero, más amplias en el último de la tarde, al cual le labró buenas labores, cortándole una oreja. Morante lo tuvo imposible, muy por encima de lo que salió de toriles. Lo mejor de la tarde fue el capote de Ortega, dejándose ver Morante sólo en quites, que no se dice poco ni mucho menos. La entrada, al menos, fue de lleno de “no hay localidades para hoy”, como anuncian los carteles de aquí.
El detalle a veces salva. La felicidad son detalles, ya que el cómputo, al menos en lo humano, suele albergar algún defecto. Es mejor irse a sentir a lo particular y a exigir en lo general, para hacer más grande lo que a uno le rodea, y sobre todo para ser feliz. Levanten los ánimos, venga. Mi verso:
Tiene tu capote
Color buganvilla
Y le suenan los oles
De toda Sevilla.
Viernes, 24 de septiembre de 2021. Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. 6ª de abono de la Feria de San Miguel. 6 Toros 6, de D. Juan Pedro Domecq, en mano a mano, para:
Morante de la Puebla, de caldero y oro, silencio, silencio y ovación; y Juan Ortega, de carmelita y oro, ovación con saludos, ovación con saludos y oreja.
Actuó como sobresaliente Antonio Fernández Pineda.
Incidencias: tras banderillear al primero, saludaron una ovación montera en mano Fernando Sánchez y Sánchez Araujo.