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Un paseo por la Sevilla de Juan Belmonte (II)

Tras la primera entrega en la que recorrimos algunos puntos relacionados con Juan Belmonte en la capital hispalense, volvemos a Sevilla para recorrer otros lugares que guardan la memoria del «Pasmo». Los cafés que frecuentó en la calle Sierpes, sus hermandades, la finca que tanto le gustaba y el lugar donde reposan sus restos, lugar de peregrinación para los belmontistas. Sigamos el paseo…

Un brindis de Juan Belmonte (Marín, Kutxateka-Fototeka)

CALLE SIERPES: LOS CORALES

La ciudad de Sevilla en esta época no se entendería sin sus famosos cafés (tristemente desaparecidos la mayoría en la actualidad), que servían de punto de reunión para los grupos de amigos y de las muchas tertulias taurinas que existían. Juan Belmonte, a diferencia de los toreros en la actualidad, solía pasear por la sevillana calle Sierpes, punto neurálgico de la urbe pues conecta la Plaza de la Campana con la de San Francisco, y era frecuente verlo en sus principales establecimientos, para regocijo de los aficionados y amigos, que podían disfrutar de su ídolo.

Ya de niño, solía acompañar a su padre a los cafés de esta calle, concretamente frecuentando los Cafés América y Madrid, donde su el progenitor solía pasar largas horas jugando al billar, mientras él curioseaba por los alrededores.

Pero una vez retirado, el establecimiento preferido del torero era el antiguo bar Los Corales. En este bar restaurante (hoy desaparecido) que abrió sus puertas en 1938 y que tenía dos entradas una en la calle Sierpes y otra por la calle Almirante Bonifaz, era frecuente ver sentado cotidianamente en un velador a Rafael “El Gallo”, El Divino Calvo con Juan Belmonte, tomándose una copa de manzanilla o un café con sus tertulianos.

Dibujo a plumilla de Martínez de León en el que vemos a “El Gallo” y a Belmonte sentados en el famoso bar “Los Corales” de la calle Sierpes

El bar desapareció antes de finalizar el siglo, pero los famosos azulejos taurinos característicos de su entrada, se conservan en un restaurante del mismo nombre que regenta la misma familia y que se encuentra en la calle Entrecárceles (muy cerca a Sierpes). A pesar de que hoy la calle está llena de tiendas extranjeras, pasear por ella nos puede servir para imaginar que tiempo atrás, era común cruzarse con el Pasmo.

Interior del nuevo establecimiento, en el que se han aprovechado los azulejos que decoraban el local inicial como decoración de uno de los salones (calle Entrecárceles)

BASÍLICA DE “EL CACHORRO” Y SU RELACIÓN CON LAS HERMANDADES

Debemos volver a Triana, concretamente al final de la Calle Castilla (lugar dónde vivió también el torero) para entrar en un templo, la Basílica del Cristo de la Expiración, vulgo “El Cachorro”, para conocer la gran devoción de Belmonte. Si es famosa la vinculación de Joselito con la Macarena, no lo es menos la de Juan Belmonte con la hermandad del Cachorro. Juan, era lo que en Sevilla conocemos como un auténtico capillita y fue un gran cofrade para su Hermandad. Mientras pudo, salió de nazareno, concretamente de maniguetero del palio de la Virgen del Patrocinio y toreó algunos festivales en beneficio de la bolsa de caridad de la corporación

Según cuenta, cuando se quitó la vida (que para más señas fue a una semana justa de la Semana Santa), dicen que tenía su papeleta de sitio en el bolsillo, para salir de nazareno. A pesar del escándalo de la época, y tras superar muchas barreras eclesiales, fue vestido con la túnica de nazareno de la hermandad para su sepelio y con ella está enterrado.

Juan Belmonte vestido de nazareno con la túnica de la Hermandad de “El Cachorro”

En la Basílica, además de admirar la imponente obra cumbre de la imaginería española que representa el Cristo de la Expiración, guardan en su museo, numerosos objetos relacionados con el torero y que sirvieron para engrandecer el patrimonio de la hermandad.

También fue devoto de otras imágenes de Triana, destacando a la Virgen de la Esperanza de Triana, que conserva una saya realizada con un traje de luces de Belmonte. Muy cerca, se encuentra la Iglesia de Santa Ana, conocida popularmente como la Catedral de Triana y, bien merece una visita porque Juan era también feligrés del templo. De hecho, una de las escenas más famosas de la novela de Chaves Nogales, tienen como protagonista al párroco de este templo que, tras un triunfo enorme de Juan Belmonte, sus «devotos taurinos» fueron a Santa Ana para pedirle el paso de una hermandad de gloria para llevar al torero por el barrio. El párroco escandalizado los arrojó del templo y les dijo: «¡Blasfemos! ¡Cuidado que pedirme el paso de la Virgen para Belmonte!, ¡Hombre!, si por lo menos fuera para Joselito el Gallo…».

Juan Belmonte a hombros por el puente de Triana, seguramente el día que le pidieron al párroco de Santa Ana unas parihuelas para llevarlo (Fototeca Municipal de Sevilla, fondo Serrano)

EL FIN DE SUS DÍAS: LA FINCA DE GÓMEZ CARDEÑA

A pesar de que debemos salir fuera de la ciudad, es recomendable para el que tenga vehículo propio y ya para ir concluyendo la ruta, acercarse al término municipal de Utrera, lugar en el que se encuentra la finca Gómez Cardeña, el cortijo del torero.

La finca, tal y como apunta el añorado Fernando Carrasco en un genial artículo publicado en ABC hace varios años, pasó por diversas manos hasta que, en 1934 Francisco de Borja de Silva y Fernández de Henestrosa, marqués de Zahara, se la vendió a Juan Belmonte. El espacio tiene una extensión de 1341 hectáreas y por sus salones, habitaciones, plaza de tientas y jardines, Juan Belmonte paseó con personalidades como Sebastián Miranda, Ignacio Zuloaga, Gregorio Marañón, Mariano Benlliure, Ramón Pérez de Ayala o Edgar Neville.

Entrada a la finca de Gómez Cardeña (vía ABC)

Fue aquí dónde a punto de cumplir los 70 años, el 8 de abril de 1962, haciendo gala de su heterodoxia en todas las facetas de la vida, decidió poner punto final a su vida, cerrándose así el círculo de la era más gloriosa de la historia de la tauromaquia. Si volvemos a Sevilla, concretamente al Museo Militar de la ciudad, sito en la Plaza de España, podemos contemplar (puesto que está expuesta en la planta baja) la pistola con la que el torero se quitó la vida.

Pistola con la que se quitó la vida el torero Juan Belmonte, actualmente expuesta en el Museo Militar de Sevilla (Fotografía de la exposición Una revolución complementaria)

CEMENTERIO DE SAN FERNANDO

La última parada de nuestro viaje nos sitúa en el cementerio municipal de Sevilla, el conocido como de San Fernando. Hasta aquí hizo su último paseíllo el torero, con un permiso especial puesto que los suicidas no podían enterrarse en camposanto, y justo antes de su enterramiento, los que portaban el féretro lo acercaron a la tumba de su amigo José, en un último encuentro entre los dos colosos del torero.

Su mausoleo, lugar de obligada visita, se llevó a cabo en un estilo más rompedor del inicialmente proyectado, que se correspondía más con la personalidad del torero. Dicho panteón se acerca a un estilo cubista donde las formas geométricas se superponen unas a otras creando unos densos volúmenes. El material de ejecución es el mármol negro que enfatiza aún más si cabe las duras formas. Presenta una cruz latina que se mezcla con las formas cúbicas. Como única inscripción presenta el nombre del torero y sus fechas de nacimiento y muerte.

Gloria a Juan Belmonte.

Tumba de Juan Belmonte en el cementerio de Sevilla
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