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Toreros sevillanos: La gracia

Coincidiendo con el inicio del ciclo continuado de la Feria de Abril en Sevilla, es momento para recordar a esos toreros que se han considerado tradicionalmente como paladines de la escuela sevillana en todas sus vertientes, desde aquellos que tradicionalmente han sido considerados toreros artistas hasta aquellos que han sido toreros totales o dominadores de todos sus terrenos, sin olvidar esos heterodoxos de Triana y que han contribuido a generar un mito idiosincrático del toreo sevillano. En este primer artículo, vamos a conocer a tres toreros que son considerados históricamente como ejes vertebradores de la gracia y el donaire sevillano en su concepto de torear.

Pepe Luis Vázquez, Pepín Martín Vázquez y Gitanillo de Triana (Fotografía Cano, Museo Taurino de Valencia)

PEPE LUIS VÁZQUEZ

¿Ha existido algún torero en la historia con más sabor en Sevilla que el torero de San Bernardo? Posiblemente no, y es que Pepe Luis encarna las mayores y mejores virtudes del toreo sevillano y, entre todos estos exponentes, se trata del matador que a cotas mayores de éxito ha llegado.

Nació el 21 de diciembre de 1921, en el barrio de San Bernardo, el de los toreros, como se conoce popularmente. Fue hijo del capataz de matarifes del matadero municipal, que fue novillero en su juventud y desde prácticamente los 13 años, aprovechaba algunos momentos del día para acudir al matadero e intentar dar algunos pases a los animales que allí se encontraban. Él, como tantos otros niños sevillanos, dieron sus primeros pasos en esta peculiar escuela taurina, en la que la dificultad de arrancar algunos naturales hizo de ellos auténticos conocedores de la técnica torera y de la querencia de los animales.

Con la idea ya clara de querer dedicarse al toro, comienza su periplo y se viste por primera vez de luces como novillero en 1937, en la plaza de toros de las Palomas (Algeciras) y se presenta en Sevilla un año después, el 5 de junio de 1938, acompañado por Manolete, leyenda con la que a lo largo de su carrera compartió cartel en ciento veintidós ocasiones y forjaron una verdadera amistad. El debut en Madrid tuvo que esperar un año más y, a las puertas de la Guerra Civil española, toreó el 13 de julio de 1939 en Las Ventas, con una notable actuación ante novillos de la ganadería brava de Domingo Ortega.

Llegó el momento de tomar la alternativa, que ocurrió, como no podía ser de otra forma, en su Real Maestranza de Caballería de Sevilla, el 15 de agosto de 1940 para después confirmar en Madrid en octubre de ese año (en la famosa corrida a la que asistió el dirigente nazi Heinrich Himmler).

Su carrera como torero no fue extensa (no le hizo falta más) pero estuvo plagada de éxitos (durante los años 1941 y 1942 lideró el escalafón taurino), momentos para el recuerdo y algún que otro día para olvidar (como la cornada sufrida en la cara en Santander el 25 de julio de 1943). Se retiró en 1953, reapareciendo fugazmente en 1959, para despedirse definitivamente de los ruedos ese mismo año, tras dos triunfos importantes en la Monumental de Barcelona y en Madrid.

Entre sus aportaciones técnicas más importantes, debemos destacar el famoso “cartucho del pescao” que, aunque muchos lo consideran como creador, lo recuperó de otro torero sevillano, El Espartero.

Pepe Luis Vázquez de corto en un Festival en Chinchón (Fotografía Cano, Museo Taurino de Valencia)

MANOLO VÁZQUEZ

De Pepe Luis, a su hermano Manolo. Sabiduría y torería son los adjetivos que mejor definen al “Brujo de San Bernardo». Influenciado por su hermano y por el ambiente taurino que vivió desde pequeño, rápidamente se aficionó a torear y, tras un fugaz paso por el escalafón menor, tomó la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla el 6 de octubre de 1951 ante el toro Perdulario de la ganadería de Domingo Ortega, actuando como padrino su hermano Pepe Luis Vázquez y como testigo Antonio Bienvenida, para confirmar al día siguiente en la plaza de Las Ventas de Madrid con el mismo cartel. Por cierto, en su confirmación, recibió durante la lidia una grave cornada.

Torero desigual en cuanto a continuidad y rotundidad, se retiró en 1968 tras haber participado durante su vida en más de 300 corridas y reapareció con 50 años el 19 de abril de 1981 en Sevilla ante toros de Juan Pedro Domecq para concederle la alternativa a su sobrino Pepe Luis. Se retiró definitivamente de los ruedos el 12 de octubre de 1983, tras un mano a mano con Antoñete en la plaza de toros de La Maestranza de Sevilla, con un triunfo clamoroso y saliendo en hombros por la Puerta del Príncipe.

Entre las mejores faenas de su vida artística, se encuentran la que tuvo lugar en la plaza de toros de El Toreo en México a comienzos de 1954, donde cortó un rabo; la de la Feria de San Isidro del año 1957, cuando le cortó las dos orejas a un toro de la ganadería de Cobaleda; y la Corrida del Corpus celebrada el 18 de junio de 1981 en La Maestranza de Sevilla, con toros de Bernardino Piriz, donde alternó con Curro Romero y Rafael de Paula, en la que tuvo una sensacional actuación que le permitió salir por primera vez en su carrera por la Puerta del Príncipe. Esta corrida, pasó a la historia con el sobrenombre de la “corrida del arte”.

Alternativa de Manolo Vázquez, padrino Pepe Luis Vázquez, testigo Antonio Bienvenida. (Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla, foto Luis Arenas)

PEPÍN MARTÍN VÁZQUEZ

Y llegamos al último eslabón de esos toreros que en Sevilla nos gusta decir que estaban tocados con la gracia. Quizás sea el más desconocido de los tres, pero siempre he escuchado en mi ciudad que si un torero encarnaba los valores sevillanos y su toreo parecía tocado por los mismos ángeles, ese fue Pepín Martín Vázquez.

Del barrio de la Macarena, este torero que nació en 1927, vistió por primera vez el traje de luces el 16 de septiembre de 1943, en la localidad murciana de Cehegín y su debut con caballos fue en la Monumental de Barcelona el 24 de febrero de 1944. Toma la alternativa en la Monumental de Barcelona el 3 de septiembre de 1944 y su debut como matador de toros en su plaza de la Maestranza tiene lugar en la Feria de Sevilla de 1945, el 19 de abril. Este año de 1945, su primer año de alternativa, actuó en Las Ventas seis tardes, entre ellas la de su confirmación de alternativa.

En 1947 iba a liderar el escalafón con 87 contratos firmados, pero la terrible cornada que le infiere un toro de Concha y Sierra en Valdepeñas, el 8 de agosto de 1947, solo le permitió torear 37. Esta cornada casi le cuesta la vida y le aparta de los ruedos durante casi un año, hasta el 12 de mayo de 1948 en que reaparece en Barcelona. Desde entonces, su carrera está plagada de triunfos y de cornadas que lo merman muchísimo, pero se convierte en un torero seguido y arropado por los aficionados más entendidos de toda España. El 22 de febrero de 1953, se despide del toreo en el Nuevo Circo de Caracas.

Basta citar a José María de Cossío para saber la dimensión de este torero. Opina el crítico e intelectual que «su compostura y dignidad en la plaza, su gran sobriedad, prestó a su toreo una personalidad propia muy celebrada y aplaudida por los públicos. Toreaba excelentemente con la muleta y aún con un prurito de clasicismo que atenuaba su gracia auténtica, el ritmo alegre de su toreo. A su lidia, sobria y clásica, se añadía, además, el garbo sevillano. En los años de su apogeo ocupó lugar en la primera fila de los matadores de su tiempo. Dejó en la Fiesta un recuerdo de artista netamente sevillano y una estela de estimación y de simpatía en cuantos le trataron. Lo uno y lo otro compuso un resultado de auténtica popularidad».

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