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Toreros sevillanos: la heterodoxia

Define el diccionario de la Real Academia al heterodoxo como a aquel individuo que se aparta de la doctrina oficial de una religión. Si entendemos la escuela de tauromaquia de Sevilla como un dogma, hay que destacar a una serie de toreros que, por su genialidad, se apartaron de los cánones y crearon una escisión de la misma, para el disfrute de los públicos y de una minoría aventajada. Da la casualidad que, esa rama tiene en Sevilla una región geográfica muy determinada, el antiguo arrabal de la ciudad: Triana. Vamos a conocer a los tres que, en mi opinión, más representan esta heterodoxia.

Juan Belmonte brindando un toro (Kutxateka-Fototeka)

JUAN BELMONTE

De la calle Feria pero de Triana por tradición y corazón, a el “Pasmo de Triana” hay que considerarlo como el máximo exponente de la heterodoxia sevillana y, con el permiso de Montes, como el padre de esta escisión. Pilar fundamental en la edad dorada del toreo, rivalizó con el gran Gallito en la época más gloriosa de la tauromaquia.

A los once años, junto con sus amigos del barrio, formó una pandilla que, entre otras correrías adolescentes, se dedicaba a torear clandestinamente, por las noches, en cercados y dehesas de las afueras de Sevilla, concretamente en los campos de Tablada y fue donde decidió en firme querer ser torero.

Decir de él que se vistió de luces por primera vez en la plaza de toros de Elvas, en Portugal y que su primer gran triunfo en Sevilla fue el 21 de julio de 1912 cuando aún era novillero.

Tomó la alternativa en Madrid el 16 de septiembre de 1913 con Machaquito de padrino (ese mismo día se retiraba del toreo) y con Rafael el Gallo, como testigo y es a partir de 1914 cuando comenzó su rivalidad (solo en la plaza, pues eran grandes amigos) con Joselito. Su periplo por todos los ruedos de España se contó por triunfos, especialmente la temporada de 1917, que está considerada como la más brillante de su vida profesional. A finales de ese mismo año se presenta en Perú, donde permanecerá un año y conocerá a su futura esposa. En 1922 anuncia su primera retirada en Lima. Reaparece en los ruedos en 1924. Se convirtió en ganadero y continuó toreando hasta el inicio de la guerra civil española (1936).

Sobre su tauromaquia se ha escrito mucho, pero solo por destacar alguna de sus aportaciones, decir que fue uno de los precursores del toreo moderno, con sus innovaciones a la hora de cruzarse al pitón contrario y con la aplicación del mantra que lo hizo famoso: parar, templar y mandar.

JOAQUÍN RODRÍGUEZ “CAGANCHO”

De las mismas fraguas de Triana salió el segundo torero del que vengo a hablarles hoy, tan genial como desigual: Joaquín Rodríguez. Nacido en el seno de una familia de larga estirpe de artistas gitanos, heredó de su abuelo Manuel Rodríguez García Cagancho, que fue notable cantaor, su apodo.

Con su primo Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana (del que hablaremos a continuación), aprendió las primeras nociones del arte de torear. Debutó en público en San Fernando (Cádiz), en 1923 y se presentó en Sevilla el 25 de julio de 1924, en una novillada de seis matadores en la que conquistó el premio de 200 pesetas que ese día estaba en disputa para el que mejor quedara. Se consagró como gran matador en la temporada de 1926, destacando sus triunfos en Valencia y Barcelona que le hacen debutar en una novillada en Madrid, toreando con Gitanillo de Triana y Enrique Torres.

Al año siguiente, 1927, la primera corrida en que actúa, el 17 de abril, es la de su alternativa en Murcia, confirmando el doctorado en Madrid el 22 de junio de ese mismo año. En esa primera temporada como matador de toros alterna los éxitos clamorosos con los fracasos sonados, siendo ésta una de las características de su carrera. Sus temporadas siguientes se desarrollaron en esa misma, y mágica, línea. Fue ídolo venerado en México y sufrió (como todos los de su generación, toreros y no toreros) la Guerra Civil; formó junto a Rafael Vega Gitanillo de Triana (hermano de Francisco) y Rafael Albacín un cartel de inigualables artistas gitanos; en 1950 les dio la alternativa a Julio Aparicio y Miguel Báez Litri en Valencia; en España toreó, de manera esporádica, hasta 1953, desgranando en su última etapa todavía algunas faenas mágicas e inigualables.

Ya retirado regresó a México (país en el que había vivido largas temporadas), toreó un festival en 1964, se hizo cargo de una ganadería y, finalmente, falleció el último día de 1983 (o el primero de 1984, según otros), a los ochenta años de edad.

Su tauromaquia destacó por su gracia, su majestad, su quietud y su temple con el capote, así como la gran variedad de adornos y su especial devoción por la improvisación.

CURRO PUYA Y RAFAEL VEGA DE LOS REYES: GITANILLO(s) DE TRIANA

Francisco y Rafael, dos hermanos que llevaron en los carteles el nombre de Gitanillo de Triana y que cierran nuestro póker de ases de toreros trianeros.

El primero de ellos, fue una estrella fugaz en el firmamento, pues su repentina muerte debida a una cornada en Madrid, nos dejó sin un torero irrepetible. Torero fino y muy estilista,​ además de un maestro de la verónica y un muletero de empaque y gran poder, nació el 23 de diciembre de 1904 y su primera novillada tuvo lugar en San Fernando (Cádiz) el 18 de mayo de 1924.

Tomó la alternativa el 28 de agosto de 1927 en la Real Plaza de Toros de El Puerto de Santa María, apadrinado por Rafael El Gallo y en la temporada taurina de 1930, lidió 51 corridas en toda España. El 31 de mayo de 1931, durante una corrida en Madrid, sufrió una cogida que le supuso tres gravísimas cornadas, infligidas por el toro Fandanguero, de Pérez-Tabernero. Murió en el hospital unos meses después, el 14 de agosto.

Su hermano menor, Rafael (1915-1969), también torero, adoptó igualmente como apodo Gitanillo de Triana, por lo que en ocasiones se les ha confundido, pero eran toreros diferentes en personalidad y tauromaquia. Se dio a conocer en Madrid como novillero el 22 de junio de 1933, al lidiar reses de Villamarta con Florentino Ballesteros González y Pericás.

El 19 de agosto de 1933 toma de manos de Domingo Ortega la alternativa en Málaga, con toros de Villamarta y actuando La Serna de segundo matador y toreando esa temporada de 1933 31 novilladas en plazas de categoría.

Este doctorado se lo confirmó Marcial Lalanda en Madrid el 24 de mayo de 1934, con toros de Terrones, de Concha y Sierra y de Cruz del Castillo, con el Estudiante de testigo y el aditamento del afamado rejoneador portugués Simao da Veiga, teniendo una temporada muy irregular donde solo participa en 5 corridas y pierde cartel.

En la temporada de 1944 reaparece en los carteles junto a «Manolete” y en la temporada de 1947, la de su consagración, participó en 43 corridas gracias a un triunfo muy sonado que alcanzó en Madrid el 10 de octubre de 1946 con un toro de Buendía.

Su falta de regularidad, se hizo patente en el número de corridas contratadas, ya que bajó a 22 corridas en 1948, a 5 en 1949, a 3 en 1950, y a 2 en los años 1951 y 1952, por lo que no alcanzó nunca las cotas altas del escalafón.

En la madrugada del 24 de mayo de 1969 hallaron la muerte él y su yerno, Héctor Álvarez, matador de toros venezolano, en un accidente de automóvil registrado en Belinchón (Cuenca) tras haber pasado la noche en una fiesta que Luis Miguel Dominguín había dado en su finca Villa Paz, en Cuenca.

Curro Puya (Kutxateka-Fototeka)

 

 

 

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