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Sevilla: Daniel de la Fuente, oreja frente a un descastado encierro de Espartaco

Hay tres jueves en Sevilla que brillan más que el Sol: Jueves Santo, el del Corpus Christi, y el día de la Ascensión. Día grande hoy en Híspalis, y no pudo faltar la cita con La Maestranza, hoy vestida de noche rendida a un día entero de altares y romero, de azahares y Custodia. Ahora, en la noche, se procede a pregonar el Cuerpo de Cristo frente a la muerte en las guadañas.

Lo mejor de dicha noche lo puso Daniel de la Fuente, firme como una estaca de cabo a rabo. Desde el pragmatismo del que tiene a la violencia de frente, no sin antes intentarlo sin recompensa. Como deducirán, estuvieron sus mayores luces frente al tercero del festejo. Y así fue en efecto, cortando de hecho un apéndice. Con ímpetu se movía de salida, desordenada la lidia, brusco el animal en el peto. Tras mostrarse suelto en el tercio de banderillas se dirigió el de La Puebla del Río a brindarle a Sevilla. Genuflexos los inicios, templada partió su labor. A pesar de que repetía, el novillo era falto de entrega y nulo en interés, pero al menos cuando pasaba lo hacía despacio.

Lo aprovechó su lidiador, haciendo un collage de trazos que fueron metiendo al público en faena. Viendo que tomaba vuelo, empezando a calar aquello, se apoyó en lances como el pase de pecho invertido, recurso en sí, pero funcionando con creces, poniendo al público de su parte y sentando hegemonía De La Fuente sobre el de los marfiles. Todo lo puso él, y la voluntad, de la mano de una buena estocada, le otorgó recompensa al trabajo bien hecho. 

Calerito se despedía de La Maestranza como novillero, frente a la tarde de su alternativa en San Miguel que se cierne sobre su horizonte. Contó con posibilidades y dejó momentos de buen calado en los tendidos. Su primer novillo lo brindó a Juan Antonio Ruiz «Espartaco», hoy ganadero en balance a la infinidad de tardes en las que vistió el traje de luces sobre este albero.

El animal salió de varas escaso de fuerzas, pero, venido arriba en banderillas, mejores haceres tuvo en la franela. Si algo quiso hacer Calerito fue torear despacio, y lo logró. El utrero le propuso lentitud en su embestida, sin embargo algo falta de recorrido, pero aprovechó sin embargo el novel, levantando palmas con más de dos y tres muletazos que pusieron la estética frente a la falta de hondura y la salida suelta en los movimientos del cornúpeta, que terminó por ser negado en la codicia. Tomó la espada y puso algo menos de media estocada, delantera, la cual sacó. Dos pinchazos violentos precedieron a una estocada y dos descabellos. Saludó una ovación.

Muy posiblemente el mejor astado de la tarde fue el que le hizo quinto, al que recibió a portagayola, cercano al susto sin consecuencias. Le propinó un caluroso ramillete de sembradas verónicas y una media, con él los tendidos. El burraco fue un auténtico torbellino durante la lidia, arreando y achuchando hasta poner los costeros por parejo a tierra al caballo de picar, sin llegar a desarmar al varilarguero (Manuel Jesús Ruiz, también «Espartaco«), para luego tomar otro buen puyazo, lo cual brindó la ovación al del castoreño.

Fugacidad en banderillas, brindis al público, y cartucho de pescao. El burel se arrancó en una punta y se plantó en la otra. Se rebosaba en los engaños, tuvo de casta lo que le faltó al resto de la corrida. No lo vio en suficiencia Calerito, y se aburrió pronto. Mató de estocada y recibió una ovación, palmas al toro en el arrastre. A destacar también de su presencia un buen quite por chicuelinas al primero de los seis novillos.

Emilio Silvera no tuvo su tarde, haciendo frente al peor lote sin duda alguna. Su primer contrincante le buscó las vueltas pronto, mordiéndole las caderas más que los tobillos. Alguna nota de mejor tinta le pudo encontrar por el pitón izquierdo, sin mayor luz. Tuvo que abreviar (estocada un punto caída y descabello). Pitos al novillo, silencio al novillero.

El segundo que le tocó en suerte pudo parecer por momentos guardián de mejores comportares, pero la alegría de su movimiento se destapó en un rebrinco aún mantenido en bajos ritmos, cayéndose hasta echarse incluso. Voluntarioso anduvo Silvera, que algún que otro lance de buena y despaciosa manera logró escurrir de su muleta, sin mayor calado posible. Buenas intenciones, casi nulas opciones. No se andó con rodeos, tomando el acero, marrando un par de ocasiones (le sonó un aviso) hasta encontrarle muerte. Silencio de nuevo. De su noche fue destacable en mayor medida su buen aire con el capote, garbosos y bien rematados ambos recibos. No halló mejor fortuna.

El encierro de Espartaco fue descastado en su totalidad, a excepción única del quinto novillo, alegre y enrazado, cuya llama se apagó pronto en la muleta de Calerito. Aproximadamente un tercio de entrada en los tendidos, y muy buen ambiente.

Lo dicho, día grande en Sevilla. Si otro hubiera sido el juego del ganado, mejor broche hubiéramos puesto. Pero siempre queda otro jueves. Nos vemos pronto.

RESEÑA

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería, en Sevilla España. Cuarta novillada de temporada, por la festividad del Corpus. Un tercio de entrada. Novillos de Espartaco, bien presentados, descastados en su conjunto, a excepción del quinto, alegre y enrazado.

Emilio Silvera, (de verde y oro), silencio y silencio tras aviso.

Calerito, (de verde y oro), ovación en ambos.

Daniel de la Fuente, (de burdeos y oro), oreja y palmas de despedida.

Incidencias: al finalizar el paseíllo, se guardó un minuto de silencio a la memoria del empresario y apoderado Roberto Espinosa.

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