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¡No queríamos que terminase! Escribano y Morilla, a hombros en el desafío ganadero del Puerto

Manuel Escribano y Alejandro Morilla salieron a hombros cortando tres y dos orejas, respectivamente. El de Gerena templó y toreó a placer a un gran «Baratero» de Adolfo, premiado con la vuelta al ruedo, mientras que Morilla llegó a sus paisanos mostrándose firme a pesar de su escaso rodaje. Rubén Pinar, voluntad plena, opción nula.

Hoy llegaba a los alberos del Puerto un torero con el gemelo reventado, que se enfundó de luces como si nada ocurriese para nada menos que estoquear lo que anunciaban los carteles. Hizo del mar su tarde, navegando poderoso. Prometió en el primero, un Cuadri que, a pesar de su escasa fuerza, le miró los muslos sin tapujo y con bastante guasa. No pudo banderillearlo al encontrarse obviamente convaleciente, pero a la hora de la franela no existieron heridas en el cuerpo del de Gerena, quien planteó una faena técnica y mandona, consintiendo a la par que cuidando las vueltas. Tras matar de estocada algo caída pero efectiva rompió hielos cortando la primera oreja de la tarde.

Ahora bien, si hubo faena en las manos de este torero fue la que vimos en cuarto lugar. «Baratero», nº79, nacido en abril de 2017, de D. Adolfo Martín. Toro serio y astifino por delante, despegado del suelo en panza, largo, 545 kilos. Pintaba buen son de salida, son que Escribano interpretó al adagio reduciendo sutilmente las acometidas del cárdeno. Lástima de caballo, en desorden por varas, no tuvo máximo esplendor el tercio del castoreño al derivar la espera en descoordinación entre piquero y capotes. Quitó brevemente Morilla por verónicas. En garapullos fue discreto, apretando en vueltas pero dentro de criterio, y llegaba la muleta a todo esto. Brindó al público y se le dirigió de usted, por alto. Partimos de ahí y acabamos cantando oles roncos, despechados ante la profundidad y la baja mano que imperaban sobre todo lo visible. Lento, lento, más lento si cabe, fueran de uno en uno o de dos en dos los naturales. No toreó como pudo, sino como quiso, y vimos toro y vimos torero, pues la bestia se empleaba crecida en la humillación, embarcando confites en cada surco que trazaba con el hocico sobre las arenas. Mano más baja no cabe en una plaza. Justa medida, pues lo bueno, breve, dos veces bueno, pero… no queríamos que terminase. Cualquiera hubiera pagado por una tandita más. Al natural, si fuere posible, de nuevo. Pero lo mató, arriba y por derecho, y a pesar de vender cara su muerte Baratero, terminó por irse entre honores con Caronte, que quiso pintarle de azul para pasear su alma por los caminos que le vieron pelear. Dos orejas para Manuel Escribano, y máximos honores póstumos al animal.

¿Sorpresa? Alejandro Morilla. Bien les dirán que tuvo el lote de la tarde, y no les mentirán al hacerlo. Sin embargo, no dejaban de ser uno de Cuadri y otro de Adolfo. Rodaje muy cortito en plaza, pocos paseíllos al año, y se presenta la oportunidad, próximo a tu tierra, cercano a tu gente. Le salieron dos tíos de toriles, y tengo que decir que bastante bien estuvo poniéndome en sus zapatos, por lo tanto, honores. El primero que le vino en suerte fue uno de los cárdenos, uno que se movió bien, dio juego en varas, y pidió por esa boquita que nunca se abre. Exigía, por supuesto, y vio sitio Morilla. Lo cogió. Se puso ahí, sobre todo por el izquierdo, donde cargó suerte y embarcó embestires, hendidos y profundos. Le puso a aquello la verdad que a veces le faltó al burel si bien le buscó los tobillos de cuando en cuando. Muy serios naturales a pies juntos propinó antes de tomar espada. Mató de estocada caída y un punto atravesada, que valió tras cierta espera. Oreja al querer. Oreja también en el segundo, lo que lo sacó a hombros, sin embargo medias tintas en este caso. El Cuadri le apretó las tuercas, y algo podido se le vio. Previo a la muleta, gustó Ocaña en banderillas, saludando desmonterado tras un buen par. En busca de la corona, Morilla salió con todo, hasta el punto de acelerarse en cierta medida, lo que violentó al de los marfiles, que iba y repetía con garra. Le faltó el sitio que tuvo con el anterior, pero no se fue sin dejarse las luces en la sangre, sudada ahora, exigente el animal. Cuando quiso rectificar y suavizarse, ya era algo tarde, pero meritoriamente arrancó algún buen muletazo que llovió más de un ole de los tendidos. Estoqueó con colocación algo contraria, pero medianamente arriba, por lo que sirvió. Lo dicho, oreja, pero algo generosa. Igualmente, honores a un torero, y que le pongan.

Rubén Pinar fue hoy quien menos suerte tuvo de los tres, viéndoselas con dos barbudos de cuidado. Empezó con buen aire de capote frente a su primero, de Cuadri, alto como él sólo, que se asomó por encima de las tablas al salir de toriles bien pareciendo que la torilera lo había enamorado, tal que así:

El torito negro de Cuadri

Se enamoró de la torilera

El toro la mira que mira

Y los capotitos lo esperan

Pues sí, lo esperaban, y nada mal se le vio en los entresijos de la esclavina de Pinar. Algo aparatoso se le vio en las salidas de engaño, no obstante. El varilarguero lo tuvo que salir a buscar, y un puyazo algo trasero le cambió el chip al del hierro de la «H», resentido y mansurrón ahora. De mansurrón aburrido pasó a manso peligroso y de ahí a toro-mueble, pues no había quien lo moviese. Y miren que Pinar lo intentó, pero era citarlo mil abriles y no venía. Cómo tuvo que ser la cosa, que cuando más se aplaudió fue cuando se dirigió a por la espada. Pinchó, y luego mató arriba, un puntito perpendicular pero muy efectivamente. Más minutos tuvo en el sexto, al que recibió por chicuelinas. Este toro fue de recital por parte de las cuadrillas, saludando primero «Puchano» tras ponerle dos buenos puyazos, y posteriormente haciendo lo propio Ángel Otero tras dos buenos pares. Pinar estuvo. El toro entraba bien a la pañosa, pero a mitad del muletazo se revolvía, tobilleando un tanto. A más tiempo, más se agrió aquello, buscando con mayor descaro el toro entre pases. Del de luces, voluntad plena; del toro, respuesta cero. Finiquitó noche con una estocada contraria atravesada, un descabello y descansen.

Por como habrán podido leer, el desafío ganadero se lo llevaron los toros de Don Adolfo Martín, siendo «Baratero», cuarto de la tarde, el mejor de la tarde, siendo premiado con la vuelta al ruedo. Otro buen toro lidió en segundo lugar, con casta, profundidad y humillación, a pesar de las vueltas como ya comentamos. El último de los grises fue agrio, de puñales callados. De Cuadri salió el que posiblemente fue el segundo mejor toro de la tarde, pero no pudimos verlo en plenitud por la ausencia de caballo y el sorpasso de la exigencia al rodaje. El primero exigió y fue un tanto falto de fuerzas, albergando opciones que fueron aprovechadas. Les tocó lidiar el peor de la tarde, el tercero, un pozo sin agua.

La entrada fue pobre, para lo que piden los tendidos en el aire y los mentideros y las bocas. Ni a un tercio creo que llegase, lástima, pues quienes anduvimos presentes disfrutamos de una buena tarde de toros. Yo, al menos, salgo con ganas de cerrar un par de bares. Pero, a pesar del viernes, habrá que contenerse aún. Que quedan par de tardes. La Suerte les acompañe. Salud y libertad a quienes leen. Verso, que hoy estoy generoso:

La Luna está hecha media

Y la media está hecha Luna

Habrá en el Cielo estrellas

Pero como tú ninguna.

 

RESEÑA

Plaza de toros de El Puerto de Santa María (Cádiz) España. Cuarta de la Temporada de Verano. Media entrada. Desafío Ganadero. Toros de Cuadri (1º, 3º y 5º) y Adolfo Martín (2º, 4º y 6º), bien presentados y de juego desigual. El cuarto fue premiado con la vuelta al ruedo.

Manuel Escribano, (de grana y oro), oreja y dos orejas.

Alejandro Morilla, (de blanco y plata), oreja y oreja.

Rubén Pinar, (de azul pavo y oro), ovación y ovación.

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