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Miércoles Santo en Sevilla: cuando el toreo cambia el traje de luces por la túnica

Foto: Diario de Sevilla-Antonio Pizarro

Es por todos bien sabido que Sevilla alberga una de las más bellas primaveras que unos ojos pueden ver. Su Cielo, azul como ningún otro, el azahar de sus naranjos, el oro y la plata que procesionan relucientes, así como su Maestranza, reposan juntos sobre una misma tierra, que abraza a la par que ama devota de su Fe y sus raíces.

Desde el origen del toreo hasta hoy, sus lazos con la religiosidad popular se han mantenido y afianzado a lo largo de los siglos. Tanto el torero como el Cristo son héroes del pueblo, salvando las obvias distancias. Mientras uno da la vida por el hombre, el otro la da por el arte. Todo ello frente a los ojos de toda una ciudad, que calla o ruge según manden los cánones de la circunstancia. Tras los ramos del Domingo, Sevilla entera se vista de nazareno con el mismo fervor que viste al torero en el hotel antes de pisar el albero.

Hoy no es un día cualquiera. Hoy es Miércoles Santo, se cambia la montera por el capirote. Si hay una jornada de la Semana Santa que sea más torera que esta, es para que baje Dios y lo vea. ¿Qué por qué? Déjenme explicarles.

Los arrabales de la ciudad son el hogar de la Hermandad cuya Parroquia da nombre al barrio que la rodea: San Bernardo. En esta feligresía se encontraba el antiguo Matadero de la Puerta de la Carne, activo hasta finales de los setenta del siglo pasado. Allí llegó a situarse la Real Escuela de Tauromaquia, en el año 1830. Comenzaron sus andadas en el arte del toreo algunas de las más grandes figuras que la ciudad de Sevilla ha visto nacer. Inevitablemente, la cercanía con la sede de la Hermandad propició el establecimiento de grandes vínculos entre ella y numerosos matadores de toros, que terminaron por hacerse hermanos o incluso vestir la túnica morada y la capa negra en un día como el de hoy.

Los orígenes de la Hermandad de San Bernardo se remontan a finales del s.XVII, en torno a una Cruz sobre peana, flanqueada por faroles de aceite, sita en la Calle Ancha de dicha vecindad. A raíz de ello, y tras diversas fusiones y cambios de Imágenes titulares, surge la Hermandad que hoy conocemos, cuyos titulares procesionantes son el Cristo de la Salud, un Crucificado del s.XVII de autoría aún incierta, y Nuestra Señora del Refugio, obra de Sebastián Santos, que data de 1938.

Es por su situación en la ciudad tanto como por su antigüedad que infinidad de personalidades de la Fiesta de los Toros se han visto muy ligadas a la Cofradía, y por ello se le conoce popularmente como “la Hermandad de los toreros” Remontándonos a los orígenes de la tauromaquia de a pie, tenemos el ejemplo de José Rodríguez “Costillares”, quien formara parte de la corporación de San Bernardo junto con la mayoría de miembros de su familia. Hablando en plata a la vez que en sepia, más antiguos ilustres formaron también parte de ella. Es el caso de Curro “Cúchares”, que de facto se halla sepultado a los pies del Señor de la Salud. Fue uno de los mayores mecenas de la Hermandad en toda su historia, por lo que su nombre quedó por siempre ligado a la cofradía arrabalera. También fue hermano de la misma su yerno, Antonio Sánchez “El Tato”.

En la historia más reciente, una dinastía irrevocable al devenir de los tiempos del toreo resuena especialmente en el barrio del Señor de la Salud: la de los Vázquez. Desde Pepe Luis a Antonio y Rafael, sin olvidar a Manolo, que llegara a ser hermano mayor, todos ellos sentaron raíces en la Iglesia Parroquial de San Bernardo procesionando cada Miércoles Santo.

Pero no solo fuera de las murallas de Sevilla huele hoy a albero mojado. En Calle Adriano no hay previa de clarines y timbales. Hoy se esperan cornetas y tambores, un mar de túnicas azul marino que inunde la calle. La Hermandad del Baratillo no puede estar más cerca del toro, nunca mejor dicho. Su sede, la Capilla de la Piedad, se sitúa a escasos metros de las puertas de acceso a varias de las puertas de acceso de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería.

Esta corporación religiosa nace igualmente en el s.XVII, también a causa de la devoción popular hacia la Cruz de forja situada en el barrio del Arenal, aún en pie, ahora sobre la cúpula de la sede de la misma. Fue en principio constituida como Hermandad de Gloria, tras lo que se construye la Capilla previamente mencionada. No es hasta 1892 que se produce una reorganización que la transforma en Hermandad de Penitencia. En la actualidad, la Cofradía procesiona con dos pasos; el primero, que representa el Misterio de la Piedad, con una Virgen del mismo nombre, obra de Fernández-Andés, de 1945, y un Cristo, el de la Misericordia, hecho por Francisco Buiza en 1951; y el paso de palio en segundo lugar, sobre el que se encuentra la Virgen de la Caridad, obra asimismo de Fernández-Andés, en este caso de 1931.

Como curiosidad, los nazarenos de la Hermandad forman los tramos del cortejo procesional en los aledaños de la Maestranza, al no caber todos ellos dentro de la Capilla por su reducido tamaño. También cabe destacar que, cada otoño, tras finalizar la temporada, se realiza en la susodicha sede una misa de acción de gracias por el año taurino, así como para honrar la memoria de los que ya no están.

Foto de familia tras la misa de acción de gracias de pasado 2021 en la Capilla de la Piedad. Imagen: Hermandad del Baratillo

Son numerosos en la historia los toreros fieles del Misterio de la Piedad y la Virgen de la Caridad. Sin embargo, no son esas las únicas Imágenes titulares de la Cofradía. Otro de los Titulares de la misma es una figura de San José la cual recibe veneración en la Capilla de la Piedad. Esta figura, anónima, del s.XVIII, fue donada de hecho por el ilustrísimo Pepe Hillo, en 1794. En tiempos más cercanos, diversas figuras del toreo han vestido el hábito azul marino de cola, como es el caso de Manuel Benítez “El Cordobés”, Morante de la Puebla o incluso la saga mexicana de los Silveti, muy devota de la Hermandad a partir de la figura de Juan Silveti, que procesionaba todos los Miércoles Santo.

Tanto al toreo como a la Semana Santa en Sevilla les unen, como ya decía, muchos aspectos, como lo son la muerte, el renacer, la devoción, el arte o el miedo al diluvio. Es el querer sentir lo que mantiene a la primavera viva todo el año en esta ciudad, tanto en ella como en su espera. El Cielo tiene que ser un lugar muy parecido a este, estoy seguro.

 

 

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