Son muchas las mujeres que a lo largo de los siglos han luchado por abrirse camino profesionalmente en el mundo del toro. Algunas, lo han conseguido con notable éxito, otras, se han quedado por el camino, pero las algo más de 2000 que lo han intentado han ayudado a engrandecer un poco más nuestro mundo. Si algo es difícil, es ser pionero en algún asunto, por lo que, en el artículo de hoy, vamos a conocer a Nicolasa Escamilla, la considerada tradicionalmente como primera mujer torera cuya fama fue tal, que llegó a ser retratada por Goya.
LAS PRIMERAS MUJERES TORERAS
Debemos trasladarnos hasta el siglo XVII, ya que es ahí la época más antigua en el que tenemos constancia de la presencia de la mujer en los espectáculos taurinos, ya que aparecen reflejadas imágenes de ellas picando un toro en la loza talaverana y ya se las cita en alguna disposición oficial. Lo que sí parece cierto es que en sus inicios la mujer no toreaba a pie por considerarse “indecoroso”, haciéndolo tan solo a caballo. También a finales de este siglo, las mujeres empiezan a manifestarse dentro del mundo rural, ya que elaboraban faenas y labores de campo. Esto lo hacían de forma privada, cuidando que nadie pudiera verlas, ya que no estaba permitido que una mujer demostrara su valentía y sus aptitudes delante de una res brava.
Ya entrados en el siglo XVIII y, pese a las complicaciones a las que hicieron frente, comienzan a salir algunos nombres cuya fama trasciende a lo largo y ancho de la geografía española y que podemos considerar como el inicio del largo camino de la igualdad de condiciones en el ruedo. De entre todos estos primeros nombres, hay uno que destaca sobre el resto, ya que su fama alcanzó tales cotas, que su retrato está presente en los famosos grabados sobre tauromaquia de Francisco de Goya: Nicolasa Escamilla, “La Pajuelera”.
NICOLASA ESCAMILLA, LA PAJUELERA
Natural de Valdemoro (Madrid), La Pajuelera fue, con el permiso de Francisca García (otra varilarguera de renombre en la época) la torera más importante del siglo XVIII. Sobre su año de nacimiento, existe cierta controversia entre los estudiosos, ya que la mayoría lo sitúan en el año 1776, pero que es improbable porque documentos avalan que toreó muchísimo antes, como contaré a continuación. En su juventud vendía pajuelas de azufre o alguaquidas (mecha o cuerda que arde recubierta de azufre conocida como pajuela), oficio del que tomó su apodo según indica el padre Martín Sarmiento en un documento manuscrito conservado en la Real Academia de la Historia.
El primer registro conocido recoge que actuó en Salamanca el 8 de agosto de 1748 en un festejo celebrado por la Sala de Alcaldes de Corte en el que fueron bregados dieciocho toros de Diego Gamarra por la mañana y otros doce por la tarde, lidiados por los varilargueros Juan de Luna, José Daza y Nicolasa Escamilla, «La Pajuelera» a quien le correspondieron dos toros; la actuación está recogida en un significativo documento que Patrimonio Nacional guarda en el Archivo General de Palacio de Madrid, revelado por Diego Ruiz Morales (documentalista) y citado en 1996 por José Delfín Val en su obra Lanzas, Espadas y Lances.
En 1911, Antonio García Boiza menciona en el ensayo biográfico «Don Diego Torres de Villarroel» la actuación en Salamanca en 1758 de una dama francesa apodada Pajuelera en una corrida de toros organizada por la Orden Tercera del Carmen. El legajo recoge las deliberaciones y acuerdos del claustro de la universidad salmantina sobre unos pagos a Torres Villarroel en los que se alude a un acuerdo adoptado por el claustro sobre la asistencia a la corrida de toros desde los balcones que la universidad tenía para tal propósito en la Plaza Mayor salmantina, festejo en el que actuaba La Pajuelera. Tras deliberar y abandonar el claustro parte de los asistentes por considerar indecorosa la actuación de la torera, el claustro acordó mediante votación secreta de cuarenta y un miembros la no asistencia de forma oficial en los balcones, pero no puso impedimento a la asistencia particular.
Según documentación propiedad de un coleccionista taurino encontrada en Sevilla, La Pajuelera torea en la Plaza de toros de la Puerta de Alcalá (Madrid) en 1763 y posteriormente en Zaragoza.
Sobre la presencia de la Pajuelera en el mundo del toro hubo diferentes opiniones tanto a favor como en contra: por ejemplo, su compañero y cronista José Daza, la mencionó resaltando el aspecto varonil, la entrega y el esfuerzo de la torera, destacando su maestría con la vara y el manejo de los equinos; mientras que el citado padre Martín Sarmiento, en 1762, la criticó con dureza tachándola de monstruosidad e ignominia para la mujer.
Como comenté al principio, fue tal su éxito que Francisco de Goya la inmortalizó en 1816 en un dibujo realizado en sanguina que se conserva en el Museo del Prado y en el grabado número 22 de la colección La Tauromaquia. Lo más llamativo del mismo, es el título que le puso: “Valor varonil de la célebre Pajuelera en la plaza de Zaragoza”. Juzguen ustedes mismos.