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La avería en el camión que transportaba los toros para el domingo en Acho que estuvo a punto de dejarlos en tierra

Pasadas las cuarto de la tarde, una llamada entra al teléfono móvil del veterinario Julio Fernández. El rictus de su cara, ya más relajado, cambia en décimas de segundo. Es Rubén Resino, el conductor -de afamada saga- del camión que transporta los astados de El Puerto de San Lorenzo, La Ventana del Puerto y Montalvo hacia el aeropuerto de Barajas. Ha tenido una avería.

A partir de ahí, los acontecimientos se precipitan. Todo porque la manguera que insufla el aire para elevar el remolque y desplazar la carga ha hecho contacto y ha saltado. El peso de los toros y la estructura de los cajones es excesivo. Los frenazos de las ruedas -sobrecogedoramente tatuados en el asfalto durante 50 metros cuando pasamos minutos más tarde- evitaron una tragedia. Los veterinarios acaban el papeleo en tiempo récord y emprendemos la persecución del camión a toda velocidad.

El 4×4 de Algora prácticamente vuela por la autovía. Julio, nervioso, pero con la mente despejada y tremendamente resolutivo, no se separa del teléfono. Llamadas y llamadas. Aduanas, compañía aérea, empresarios de Lima, más llamadas a Rubén para comprobar cómo evoluciona la avería… Sin parar. El objetivo, ganar tiempo, como sea. Son casi las seis de la tarde.

 

CONSTANTES CONEXIONES CON ADUANAS Y LA COMPAÑÍA AÉREA

Desde Barajas nos dan, incluyendo una posible penalización económica por supuesto, una moratoria hasta las 20 horas. Ni un minuto más, porque es imprescindible ese tiempo para pesar los cajones y que los ingenieros de AENA puedan calcular la cantidad de combustible necesaria para el viaje y distribuir los pesos de manera equilibrada en la aeronave. Contemplan tres opciones: tratar de improvisar un arreglo como buenamente se pueda con el instrumental del camión, acudir a un taller pensando que pueda solucionarlo cuanto antes o, incluso, movilizar un segundo camión y trasladar los contenedores de los toros con una grúa contratada a contrarreloj. Una quimera.

Mientras, todavía un poco más delante, Rubén detiene el camión a un lado de la carretera, de doble sentido, a la altura de Sanchidrián y para a un compañero. Este, generoso, le acerca en su vehículo a una gravera que se ve en el camino que sale a la izquierda, a unos 200 metros.

Allí, le consiguen improvisar una abrazadera para el tubo, que queda milagrosamente encajado. Avisa a los veterinarios y reemprende la marcha todo lo rápido que puede. Le alcanzamos ya en tierras segovianas. Todo en orden. Ni un atisbo de la avería, así que le escoltamos hasta la terminal de carga de la de T1 de Madrid Barajas. Llegamos pasadas las 19 horas. Objetivo cumplido. Los toros llegan a tiempo para ser embarcados con destino a Lima.

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