La sequía duele, pero el agua sabe mejor después de ella. Hay que aguantar, luchar, trabajar hasta el final, aunque sea de azulejo a azulejo, como dicen aquí en el Santo Reino. Hoy fue la tarde del que vino de nazareno y oro, Emilio de Justo, sea por sus manos tanto como por las del Abuelo desde su camarín o en su navegar por la ciudad cada madrugada de Viernes Santo. Y poco más que lo que les escribo tengo que añadir. Tuvo que aparecer el extremeño para sacar las castañas del fuego. Un Talavante descafeinado y un Morante sin ganas rellenaron la tarde.
De Garcigrande fue el último que salió de toriles, sin reseña en trapío pero adecuado. Con la capa, genuflexo se postró Emilio De Justo, dirigiendo sus pasos y los del animal al centro del ruedo. Dejó los lances más despaciosos de toda la tarde en la cuna de su esclavina. Discreto en el caballo, sembró cierto caos posteriormente el de la divisa salmantina en banderillas, pero embistió bien cuando se decidió a hacerlo. El extremeño brindó al público y se dirigió a por él. Menuda obra le plantó.
En la sequía que había sido la tarde hasta el momento, Emilio De Justo se dignó en órdago a salvarla. Nos sopló un compendio de temple y oficio en simbiosis al alcance de muy pocos. Mano baja, trazando tan largo como quería. Porque el de Garcigrande respondió, largo y tendido, humillado y transmisor. Por si fuera poco, remató de espadazo, en el mismo hoyo de las agujas. Nada más que añadir, señoría. Dos orejas.
Con cuajo y badana además de buen aire hizo acto de su estampa el de Pallarés, que adivinen qué divisa llevaba. Sí, la de Galache. En fin. Capaz y pinturero de capote se mostró Emilio De Justo en el saludo, lanceándolo camino a los medios y rematando con una muy buena media. El paso por el caballo tuvo un solo capítulo, que al menos fue adecuado en intensidad y colocación. Salió perdiendo las manos del caballo, y repitió en banderillas. Tras ello algo se vino arriba, y en esas llegábamos a la franela. El santacoloma si algo tejía eran medias embestidas, pero para nada fue impedimento ello para su matador.
De Justo toreó despacio en todo momento, pero igualmente atacando al burel a pesar de la orientación del mismo, que se volvía en dos patas y acometía irregularmente, lo que complicó la reunión por momentos. La faena llegó a los tendidos, con razón por su arte en la capacidad. Llegados al acero, pinchó arriba y puso un pinchazo hondo y agarrado tras el que tuvo que usar el descabello, sin mucha fortuna, echándose el toro tras seis o siete intentos y un aviso. Silencio.
Algo anovillado de hechura fue el de Daniel Ruiz, al que Talavante recibió a pies juntos y mano baja con el percal, ligándolo. Fugacísimo fue su paso por el peto, picotazo y fuera. Se desmonteraron Miguelín Moreno y Manuel Izquierdo tras un buen tercio de banderillas. Tras brindar al público, faenó con mucha medida, trazando algunos muletazos reseñables sobre todo por la izquierda. Pero, por parte de toro y torero, faltó transmisión para llegar a mayores. El de Daniel Ruiz se movió lo justo, y un tanto le pudo servir a Talavante. Tomó el estoque y clavó pinchazo hondo y estocada caída. Tras una petición inconsistente, el palco negó acertadamente trofeo alguno. Ovación con saludos.
Armoniosamente serio era el de Victorino. Talavante lo tuvo que lancear de dentro hacia afuera para poder ordenarlo. Como una flecha se dirigió al peto, en el que se le castigó con una vara mal colocada, abajo. Buen hacer dejaron los de plata con los palos. Muleta en mano, lo que hizo Talavante fue descafeinado y falto de enlace en distancias y continuidad, aunque le sonase la música. Empezó bien pero cayó en picado mientras seguía sonando la música. Los tendidos entendieron que no aprovechó en suficiencia al de Victorino, al que aplaudieron en el arrastre después de morir bravo tras dos pinchazos y una buena estocada. Razón no les faltó, pues tenía empuje y chispa. Para Talavante, pitos.
El toro de Galache, bien presentado, salió engalanado con colores erróneos en su divisa, pues se le colocó la de Pallarés inexplicablemente. De salida fue frío y después apretón, y derribó al caballo en su primera entrada, empujando también contundentemente en la segunda. Algo excesivo el castigo. Si algo se puede rescatar de la corta labor muletera de Morante fueron dos o tres lances de recibo, ya que más allá de eso el de La Puebla se decantó por abreviar tras tentarlo sin mucha voluntad en el intento. No tenía mucha fuerza el del hierro salmantino, escaso de empuje. Puso una estocada casi entera algo contraria y tendida, que sirvió sin tardar. Silencio.
El de Juan Pedro no salió mal presentado. Morante lo lanceó de forma peculiar, con media capa únicamente, para ramilletearle por verónicas después. Cierto desorden hubo en la lidia camino al caballo, el el que el astado tuvo celo en el puyazo que se le puso. El cigarrero lo quitó por chicuelinas. Apretó el Domecq en garapullos, lo que complicó labores. Breve se queda corto. Dos intentos de tanda con un desarme de por medio le parecieron a Morante motivo suficiente para tirar por la calle de en medio de nuevo, sin no querer ni verlo. Sonoro enfado en los tendidos. Dos pinchazos hondos y se echó el toro. Bronca.
Y hay quien dice que aún no es figura. Permítanme que discrepe. Este torero no hace más que pegar puñetazos en la mesa de los grandes, sin dejar ni miga caer al suelo. Mientras siga a este nivel, no me cansaré de decirlo: es el torero más infravalorado del escalafón. Sin pelos en la lengua, puedo decir hoy de nuevo que Emilio De Justo es figurón del toreo.
Plaza de toros del Coso de la Alameda, en Jaén. Media entrada. Toros, por este orden, de Paco Galache, Daniel Ruiz, Pallarés, Juan Pedro Domecq, Victorino Martín y Garcigrande, notablemente variados. El mejor toro, sin duda, fue el de Garcigrande. Embistió con recorrido, casta y transmisión, sin un pelo de tonto, como debe ser. El de Victorino albergó opción, pero no fue suficientemente aprovechada. Por momentos fue reseñable el de Pallarés, pero acortó caminos y se orientó. Galache y Daniel Ruiz, faltos de empuje; y el de Juan Pedro no aparentó mucha opción, pero no lo vimos.
Morante de la Puebla (de azul pavo y oro), silencio y bronca.
Alejandro Talavante (de negro y oro), ovación y pitos.
Emilio de Justo (de nazareno y oro), silencio y dos orejas.
Incidencias: En banderillas, se desmonteraron Miguelín Moreno y Manuel Izquierdo en el segundo.
Un año más, cierro temporada en Jaén, la que considero mi tierra tanto como lo es Sevilla. Nunca me arrepentiré de acudir a mi cita con esta plaza, de la que gracias a Dios, he podido salir saciado hasta que empieza la temporada siguiente. Así me despido de ustedes, al menos en los ruedos, hasta que llegue el 2023. Gracias por leerme. Gracias por su paciencia. No me iré sin dejarles la última estrofa del año:
Si es mi casa el Castillo
Tan como el Guadalquivir
No me creo que te has ido
Pues yo no me voy a ir;
Entre sedas y percales,
Franela, oro y marfil,
Canto último a nuestro tótem
Gloria a él por existir.
¡Viva la Fiesta de los Toros!