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El banderillero que presagiaba la muerte

El mundo del toro está lleno de anécdotas, curiosidades y leyendas que han servido para engrandecer algunas épocas y/o a determinados personajes, pero una de las más curiosas es la que va unido al que muchos aseguran que ha sido el mejor banderillero de la historia: Enrique Berenguer “Blanquet”. Dos fueron los matadores a los que acompañó que perdieron la vida en el ruedo, y en las dos ocasiones, un suceso que podríamos considerar de paranormal, fue percibido por el banderillero. Hasta en su propia muerte, dicen algunos testigos que pasó. Vamos a conocer la historia…

Enrique Berenguer “Blanquet” en un retrato de estudio (Museo Taurino de Valencia)

UNO DE LOS MEJORES BANDERILLEROS DE LA HISTORIA

Antes de contar el extraño don que poseía el banderillero, me gustaría destacar algunos puntos de su vida, pues no es de extrañar que esté considerado como uno de los banderilleros más completos y famosos de la extensa historia taurina. «Blanquet», natural de la ciudad de Valencia y nacido en el año 1881, como tantos otros, intentó ser matador, sin suerte. De su época torera, hay que decir, por la curiosidad del dato, que montaba el estoque con la mano izquierda, porque era zurdo.

Ya en su carrera como banderillero, actuó con tres toreros de primera línea (además de en otras cuadrillas de menor rango), siendo el peón de confianza de los tres: el gran José Gómez Ortega “Gallito”, Manuel Granero e Ignacio Sánchez Mejías. Era un dominador absoluto de la suerte, un avanzado a su tiempo y con unos conocimientos delante de la cara del toro casi incomparables. Como un claro ejemplo de su solvencia y de la confianza que depositaron en él sus “jefes”, decir que Joselito en más de una ocasión compartió suertes con él, poniéndose incluso a sus órdenes. La poeta Gabriela Ortega, llegó a decir de él, que lo suyo era estar y no estar en la plaza. Dejarse ver cuando es necesario y desaparecer en su momento.

Según citan algunos autores en cuanto a su mote, lo cierto es que, cuando empezó a torear, formando parte de una Cuadrilla de Niños Valencianos, representada por don Ventura Espí, éste le impuso el nombre de «Blanquito», como eco del entonces renombrado banderillero Manuel Blanco; pero, al cabo de pocos años, los carteles ya anunciaban al banderillero con la forma diminutiva valenciana, quedando para la posteridad.

Falleció debido a un ataque al corazón en 1926.

“Blanquet”, vestido de calle (Vía blog “Los toros dan y quitan”)

EL OLOR A CERA

Sobre su biografía y tardes memorables, se podría escribir un buen número de páginas, pero es momento de hablar del don sobrenatural (y nefasto) que acompañó a su figura: presagiar la muerte cuando percibía un extraño olor a cera.

Como he comentado anteriormente, fue el peón de confianza del gran José, y con él, tuvo este primer episodio de vaticinio. En Talavera de la Reina, el fatídico 16 de mayo de 1920, a la hora de hacer el paseíllo “Blanquet” estaba visiblemente nervioso, por lo que le comento a su compañero de cuadrilla Enrique “El Almendro”, primo hermano de Gallito, que percibía un fuerte olor a cera, e incluso, pensando que se trataba de un mal presagio, intentó persuadir a Joselito de que no toreara. A medida que avanzaba la lidia, el olor se hacía más y más fuerte y, cuando saltó el quinto toro al ruedo, fue ya casi inaguantable. Podrá ser casualidad, pero el quinto toro, de nombre “Bailaor”, propinó una cornada mortal al Rey de los Toreros que acabó con sus sueños.

Dicen que el banderillero valenciano tuvo ese pensamiento en la cabeza de forma recurrente y, poco tiempo después, cuando entró en la cuadrilla de su paisano Manuel Granero, estaba siempre atento por si le aparecía el olor antes de algún festejo y así avisar a su matador del peligro que le acechaba. Dos años después, el 7 de mayo de 1922, Granero toreaba en Madrid y, camino de la plaza, el diestro ordenó parar el coche de caballos para entrar en la casa de fotografías de Kaulak y hacerse unos retratos. Blanquet, mientras subían al estudio, le comentó a su compañero de cuadrilla “el Mella”, que olía mucho a cera, y que podría otra vez una mala señal. Intentó advertir al torero, pero haciendo caso omiso, fue a la Plaza. Desgraciadamente, aquella tarde Manuel Granero recibía una de las más terroríficas cornadas de la historia de la tauromaquia por el toro Pocapena del duque de Veragua y moría brutalmente en el ruedo.

“Blanquet” se tapa la cara, horrorizado, mientras se llevan el cuerpo ya inerte de Manuel Granero a la enfermería (Baldomero)

Desde ese momento, el banderillero horrorizado por ese extraño don que desconocía su procedencia y para no sufrir más ni hacer sufrir a sus compañeros, decidió cortarse la coleta y abandonar el ruedo para dedicarse a otros negocios.

Sin embargo, poco tiempo después, el literario matador de toros Ignacio Sánchez Mejías, convenció al valenciano para que volviera a los ruedos. Así llegamos al último episodio de esta historia, que ocurrió al 15 de agosto de 1926, en una corrida de toros en la Maestranza de Sevilla.

Cuentan que estando en el callejón, Blanquet, se pone muy alterado pues vuelve a oler a cera, llegando a producirse un pequeño altercado, al tratar el banderillero de impedir que salga al ruedo su matador, con el fin de protegerlo. Una vez más, el torero hace caso omiso de las advertencias del banderillero y sale al ruedo, transcurriendo con normalidad toda la lidia y terminando el festejo sin ningún incidente. El resto de la cuadrilla, se mofan del ya mayor peón y le acusan de ser un supersticioso y un miedoso.

Pero un último hecho, le dará la razón al banderillero para siempre: viajando en el tren camino del compromiso que tenían al día siguiente, Blanquet sufre un ataque al corazón y cae muerto en el trayecto. Había profetizado su propia muerte.

Joselito y su cuadrilla, “Blanquet” el primero por la izquierda

 

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