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Arrivederci, bella!

Pablo Aguado y José María Manzanares cortan dos orejas cada uno a dos buenos toros de D. Juan Pedro Domecq

“La última y nos vamos”, que diría nuestro rico refranero. Ojalá tuviera el significado que solemos darle, pero por desgracia, no, hoy de verdad es la última, al menos por este año. Pedirle al Cielo sólo que nos sacie hasta que vuelva a oler a bicho en los corrales del Puerto. Que nos sean leves los meses de espera, y que esto vuelva a ser lo que era. Preparados estamos, no para esperar, pero sí para esta tarde. A por ella. Carpe Diem, que no nos bañaremos dos veces en las mismas aguas.

La tarde quiso empezar por lo alto, y de buenas a primeras estaba José María Manzanares de rodillas en los terrenos de toriles para recibir a su primero ¡a portagayola! El toro, negro de capa, era de correcta presentación, pues era hondo y adecuadamente armado aun siendo bajo. Salió con disparo, pero el alicantino ejecutó la suerte a la perfección. Sin pensárselo, le recetó otra larga de rodillas para contarle un ramillete de verónicas y algún delantal, rematando con una revolera que terminó de agitar los tendidos. No se lo pensó el de los marfiles para entrar al caballo, empleándose en la única vara que tomó, de la que salió algo dolido. Repuso municiones en banderillas el burel, pero aún se mostraba dolido de la mano delantera derecha. Se desmonteraron tras poner dos grandes pares Manuel Rodríguez “Mambrú” y Luis Blázquez. Pausa requirieron los inicios con la muleta para poder exigir continuidad al toro en la embestida. Según lo metía en vereda, los tendidos respondían, a pesar de la falta de entrega que causaba estragos en la ligazón intermitentemente. Le faltaron finales de embestida al animal a pesar de la actitud dispuesta de Manzanares, que le pedía, a lo que a veces recibía y otras veces no tanto. Fue una faena de pasajes. Pinchó y puso una buena estocada arriba, que lo echó sin tardanza. Fue premiado con una ovación.

De gallos iba hoy la cosa, pues poco después de presentarse la tablilla con los datos del segundo toro de la tarde, ¡estaba Aguado esperando a portagayola! A nadie amarga un poco de picante, por favor. Sin problemas soltó la larga el sevillano, que luego tuvo que irse tras del toro, castaño oscuro y algo escaso de pitones, aunque cuajado de pesaje. Siguió abanto especialmente por el pitón izauierdo, pero apañó un buen saludo capotero, con verónicas y una media para vivirla. Al caballo entró una vez sin más, caída la puya, costando colocarlo por su fijeza única hacia su lidiador. A partir de ahí, el toro perdió en codicia y fuerzas, cayendo a cada poco. Grandes rehiletes clavó Iván García, ovacionado tras su hacer. Genuflexo como él solo, doblado pero erguido, pintó los primeros brochazos de la obra que estaba por ejecutarse. Despacio, cómo si no. Tenía delante a un animal que flaqueaba especialmente en fuerzas, así como en casta. Pero, a base de someterlo con la bamba y flotándole la tela al son de sus muñecas, Aguado lo hizo embestir por abajo y hacerse con su fortuna, toreando como se ha hecho siempre. Pedir más se podría de cara al toro, sin duda alguna, pero no por parte de quien en ese momento lo lidiaba. Parsimoniosamente, con la pureza formal por bandera, hizo maravillas sin complicación alguna. Y además, con “Suspiros de España” como testigo. Falló con la espada, pinchando en numerosas ocasiones, finalmente cayendo el animal.

No sé muy bien qué es lo que hay hoy en el aire, que está de nuevo José María Manzanares de rodillas frente a toriles. Impecable de nuevo la manufactura, más ceñida que las anteriores por la salida del negro tercero, más fino que los anteriores y similar al primero en cuerna. Monumentales fueron las verónicas que, ya en el tercio le propinó al cuatreño, jaleadas por todo quien se encontraba allí presente. Le costó entrar al caballo, y una vez lo hizo, su pelea fue mansa, rehuyendo el palo nada más lo sentía, buscándole las vueltas al caballo, cabeceando como poco. En banderillas, de nuevo, la plata se tornó oro, esta vez en una gran brega y unos muy buenos palos de José Chacón. La faena comenzó sin gran revuelo, pero parecía que el toro respondía a pesar de caerse de cuando en cuando en cuando. La clave estaba en no dejarlo que se acobardase mandándole antes de que le diese tiempo a recular, y así lo acabó viendo Manzanares, pero para aquel entonces ya estaba el toro ciertamente apagado, a pesar de que alguna serie le arrancó, sin poder evitarle repetidas caídas. Sonaba el “Concierto de Aranjuez”, pero no acompañaba suficientemente la ocasión. Lo pinchó para luego ponerle una estocada no especialmente certera en colocación, que sin embargo sirvió para pasaportarlo.

Se acabó el duelo de portagayolas, o bueno, por lo menos por parte de Aguado. Hizo el intento de recibirlo con verónicas a pies juntos desde los adentros, pero al notarlo apretar decidió el de Sevilla bregarlo hacia los medios, dejando con ganas de más en forma de dos grandes medias, que nos dejaron a todos con el olé atragantado. En el caballo, se empleó en el caballo montado por Mario Benítez, que fue ovacionado tras una buena vara. Algo seco lo dejó de fuerzas el puyazo, que no fue ni mucho menos excesivo. A pesar de ello, no le faltaron pies en banderillas. Poquita cosa tuvo en muleta, más allá de lo que le sonsacó la insistencia de Aguado, que se inventó más de una serie delante de un toro bajo en fuerzas, interés y transmisión, bronco pero manso, manso. Rajado estaba tras tres medias series, y se tuvo que ir a por la espada el diestro, que puso una estocada de rápida muerte pero no muy buena colocación, algo caída y casi entera. Ovación.

Escopetada fue la salida del quinto de la tarde, castaño, fino y un punto largo, correcto de armas. No hubo más que brega de salida, y como un torbellino entró al caballo, aunque la vara que recibió no fue muy allá en colocación por estar algo caída. En palos, se pudo lucir especialmente la cuadrilla de Manzanares, tanto en pareo como en brega. El alicantino empezó faena por el lado derecho, y el toro iba que daba gusto. Tenía buena chispa al arrancarse, un garbo especial que ponía el run-run en los tendidos. Largo, intenso, como acostumbra este espada, le hizo faena, falto quizás de mayores distancias de cara a citarlo y también para darle espacio. En otros momentos lo entendió mejor, dejando series muy rematadas, formando el alboroto en las gentes. El de los marfiles, por el pitón izquierdo, daba algo menos y exigía más, y le costó más entenderlo por ahí. Muy lucidos momentos dio para vivir la muleta del de Alicante, además al son de “Cielo Andaluz”. Lo puso patas arriba con la espada en menos que canta un gallo, y la locura poblaba el graderío, ensalzado por la Fiesta. Dos orejas fueron el premio a su obra. Incomprensiblemente, nadie pidió la vuelta al ruedo para el toro, que hubiera sido bien merecida. Se llamaba “Latoso”, nació en diciembre de 2016 y estaba herrado con el nº4.

Fino de caja, también de pitones y de capa negra era el último toro de la feria. Por bulerías lo querían recibir las palmas del Puerto, diciéndole adiós a otra temporada de toros en su plaza. Allí estaba Aguado con su capa en las palmas de las manos. Le soniqueteó Verónicas como si estuviese enjugando el rostro de Cristo. Con tal suavidad, imagínense. Una vara en la que el toro entró bravío le valió las palmas a Manuel Jesús “Espartaco”. Y nuevos oros de las platas en banderillas le nacieron a Juan Sierra, que fue obligado a desmonterarse. Brindó Aguado al Puerto. Tiempo al tiempo podía olerse la música brotar de la grada. Había que tener cabeza hasta sabiendo lo que estaba por venir. Si la música suena ¿para qué menguarla con la letra? ¿Habrá más sueño que un pasodoble que suena en el Puerto? El Cielo debe de ser algo parecido a esto, y si no es así deben de estar muriéndose de envidia por ahí arriba. Está sonando, señoras y señores, La Concha Flamenca. El Pasodoble. Y tiene la franela en la mano un tal Pablo Aguado. No sale hablar de lo que de él dicen, se queda corto si uno puede vivirle hoy y aquí. Con un toro un punto aquerenciado pero al que si se le mandaba respondía con creces, escribió mejor de lo que yo nunca podré. Con la muleta por letra, qué digo por letra, por música. De los andares más puros que puedan verse sobre nuestra faz. Dolía cada instante entre pase y pase. Y la plaza, hecha una con el Todo. Más le dolió la sólo media estocada que puso, que sin embargo mató rápidamente. Dos orejas como dos camiones. Así se cierra Feria.

El encierro de D. Juan Pedro Domecq estuvo bien presentado en líneas generales, en badana y en cornamenta. No fue especialmente encastado, siendo falto de fuerzas prácticamente en su totalidad sin ser castigada en el caballo, dando opciones únicamente quinto y sexto toro, ambos con mucha transmisión pero algo faltos de finales. A Manzanares le salió el mejor toro de la tarde, el quinto, del que estuvo en algunos momentos por encima y en otros algo apurado. En sus otros toros no tuvo excesiva opción pero se mostró firme y dispuesto. Aguado bordó el toreo en el último de la tarde, dejando posiblemente la faena de la Feria, poniendo al Puerto bocabajo. Igualmente firme y ambicioso estuvo en sus otros dos toros, pero no tuvo igual suerte acompañada además por la mala fortuna con los aceros. Una tarde más, honor y gloria a las cuadrillas, dejan claro tarde tras tarde qué es el ser figura aunque sus trajes no calcen el oro. E igualmente, gracias desde el alma a la banda de música. Si hay toreros que te hacen salir toreando de la plaza, la Banda de Música del Puerto de Santa María nos hizo hoy salir silbando pasodobles taurinos. Lo dicho, honor y gloria.

Se va así un año más y sin ser un año cualquiera la Feria taurina del Puerto de Santa María. Sólo Dios sabe las emociones que se han vivido estos cuatro días en un redondel, en la piedra y el albero, en el Cielo, y todo gracias al toro. No olviden, señoras y señores, que sin él no somos nada. “Arrivederci, bella!”, y si Dios quiere, hasta el año que viene. Vuelve el verso:


Esté vivo o muerto

O ya pasen mil días
Que la Fiesta es del Puerto
De Santa María.

 

 

EL PUERTO DE SANTA MARÍA

Domingo, 8 de agosto de 2021. Real Plaza de Toros del Puerto de Santa María (Cádiz). 6 Toros 6, de D. Juan Pedro Domecq, en mano a mano, para José María Manzanares, de azul rey y oro, ovación con saludos, ovación con saludos y dos orejas; y Pablo Aguado, de grana y oro, ovación con saludos, ovación con saludos y dos orejas. Actúa como sobresaliente Enrique Martínez “Chapurra”.

Incidencias: Se guardó un minuto de silencio, al finalizar el paseillo sonó el Himno Nacional. Iván García, Luis Blázquez y José Chacón saludaron tras parear.

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