El novillero con picadores da una magnífica impresión junto a la entregada labor de los matadores
El tradicional festival de Chinchón alcanzó su nonagésima séptima edición. Un gran ambiente aunque el cartel de este 2021 no tuviera el fuste de otros años. La afición respondió a la tradición colmando los tendidos. Maravilloso marco para el último gran acontecimiento de la temporada madrileña.
Empezó la tarde con un abrochado novillo de Antonio Bañuelos, cuajado por detrás, que apretó por el pitón izquierdo de salida. Manuel Escribano firmó unas ligadas verónicas, primero con las dos rodillas en tierra y, después, en pie ganando terreno hacia los medios. Galleó con el capote a la espalda para dejarlo en suerte. El sevillano expuso mucho con las banderillas, especialmente en el cuarto par al quiebro: muy cerquita de las tablas cambió la trayectoria del todo que le puso los pitones a la altura de la cara, clavó en todo lo alto. Empezó la faena agarrada con la mano izquierda a las tablas recreando una bonita estampa. Se puso muy protestón el oponente, que soltó la cara al final del muletazo además de volverse bastante pegajoso. Escribano le buscó las vueltas, con buen entendimiento sobre el pitón derecho.
Andrés Palacios demostró una vez más su buen sentido del toreo desde el saludo por verónicas y delantales al segundo, otro animal con cuajo de Bañuelos. El albaceteño firmó un soberbio quite por chicuelinas, llenas de gracia, que abrochó con una sentida media en la boca de riego. El toro mostró casta, Palacios la quiso dominar por bajo para después torearlo con relajación sin descuidar el trazo. Por el pitón derecho primó el poder, sin embargo por el izquierdo fue la estética la que marcó la entonada obra. Recibió un fuerte derrote toreando al natural, se repuso con cierto arrebato. Recuperó su habitual gusto y verticalidad en un final de frente, a pies juntos.
López Simón se mostró plenamente recuperado de la cornada interna padecida en Las Ventas hace menos de dos semanas. Muy dispuesto en todo momento, se llevó un susto en el saludo capotero. Siguió en la misma tónica. Brindó su labor a las hijas del ganadero salmantino Antonio Palla. Empezó la faena de rodillas en el tercio, arriesgando mucho. Una vez en pie se acopló con gran ligazón a la buena embestida —aunque nada tonta— del toro de Bañuelos. A la exigencia del madrileño, respondió el novillo con nobleza y humillación. Se puso algo molesto para entrar a matar. El torero de Barajas paseó el primer trofeo del festejo.
Por su parte, José Garrido recibió genuflexo al cuarto que salió algo suelto. Se centró después del paso por el caballo aunque en el notable quite los chicuelinas del extremeño ya mostró cierta falta de humillación. Brindó al público de esta bella plaza que es todo un emblema en nuestra cultura. Empezó la faena tratando de ahormar la bronca embestida. Tras algunas tandas en las que no pudo disfrutar como esperaba, con buen planteamiento eso sí, trató de agradar con recursos variados aunque con excesiva velocidad. Logró una oreja a su entregada labor.
Álvaro Lorenzo fue el último matador antes del turno de los novilleros locales. No pudo expresar su dominio capotero porque el ejemplar de Bañuelos midió demasiado. El toledano se impuso con su buen oficio y pulcras formas a esa condición extrayendo muletazos de profunda composición. El mayor acople llegó al natural, en dos tandas de exquisito contenido. Por el derecho siempre se vino más recto. Los aceros impidieron el triunfo, llegó a recibir un derrote en el pecho la primera vez que entró a matar.
El gran triunfador de la tarde fue el novillero local Aitor Fernández. Muy entregado en todo momento. Ganó de salida terreno hacia los medios con verónicas con la pata palante. El novillo derribó al caballo de Juan José Leiro, afortunadamente sin consecuencias. El espigado novillero realizó un estoico quite por gaoneras. Brindó su labor al matador madrileño López Simón, que se fundieron en un sentido abrazo. Inició la faena en los medios, de rodillas citando de largo al cubeto novillo de Antonio Bañuelos. Se venció el novillo en el embroque pero obedeció con franqueza cuando vino embarcado. Fue un torrente de humillación y de bravura. Fernández lo dio todo ante sus paisanos. Se rompió al principio exigiendo por bajo al novillo para después cuidar la verticalidad. El final fue muy emotivo, ya en cercanías lo cuajó en redondos y ochos inverosímiles pasándoselo por detrás muy ajustado varias veces. Faena de irreprochable actitud bien rematada con el estoque. Dos orejas.
Cerró la tarde un eral de ‘los toros del frío’ como se conoce a la divisa burgalesa, ya que cada invierno sus pupilos conviven con las nieves habituales del norte de España. Álvaro Chinchón se echó de rodillas para interpretar una vistosa larga cambiada en el tercio. Durante el recibo, en ocasiones atropellado, se atisbaron sus buenas formas. El ganadero del festejo y presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, Antonio Bañuelos, fue el destinatario del brindis del joven novillero. Se empezó doblando con el eral aunque éste salió algo desentendido. Por el pitón derecho resultó más noble, por el izquierdo tuvo un punto de exigencia que la lógica falta de bagaje no le permitió al novillero estructurar la faena. Aun así hubo pasajes de calidad y grata sensación en general. Paseó una oreja de peso.
Domingo 24 de octubre de 2021. Tradicional festival taurino (96ª edición). Toros y novillos de Antonio Bañuelos, bien presentados y de manejable juego.
Manuel Escribano: Saludos.
Andrés Palacios: Silencio tras aviso.
López Simón: Oreja.
José Garrido: Oreja tras aviso
Álvaro Lorenzo: Saludos.
Aitor Fernández: Dos orejas.