Más toro que los tres primeros, el cuarto fue un superclase. Toro definido desde que salió de chiqueros, le pegó un ramillete de verónicas excelentes, meciendo el capote con suavidad y gusto, tras dos largas cambiadas. Luego, dejó un primoroso prólogo a dos manos. Primero con de rodilla genuflexa, después por alto y tres por bajo de cartel, cumbre, saliendo con torería de la cara del toro. Lo quiso todo por abajo el bravo toro de El Vellosino, que tuvo fijeza, prontitud y ritmo a raudales. Uceda Leal, muy torero andándole siempre al burel, le bajó la mano mucho, exigiendo de verdad al toro, que respondió con clase. A más en una faena fundamentada en el pitón izquierdo. Hasta cinco tandas por ese pitón. Naturales largos, toreando reunido y con gran hondura, ralentizando la embestida del toro. Hubo una antológica. Cuatro naturales al ralentí, eternos, acariciando la embestida humillada del toro, para rematar con el de la firma y una trincherilla con sabor. Magnífico. El final, por naturales a pies juntos, citando de frente. Lo remató de un espadazo fulminante y paseó las dos orejas.
Rompió plaza un toro alto y ensillado, estrecho de sienes, que tuvo muy poca fuerza. Claudicó varias veces y apenas se le señaló un puyazo. Uceda Leal se lo sacó más allá de las dos rayas y ahí intentó afianzarlo, pero el animal cayó en varias ocasiones. Imposible ligar una tanda, porque no soportaba más de tres muletazos, a partir de ahí era un nuevo volver a empezar. De uno en uno, dibujó naturales de buen trazo en una faena monopolizada por el pitón izquierdo. Se le resistió el acero.