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Sitio para el arte

Imagen: MARTÍN SAFORE

Oliva Soto y Ángel Jiménez, que son toreros de arte, cortaron una oreja cada uno y se ganaron un sitio en los puestos vacantes de la Feria, lamentablemente taponados por las ocurrencias de los taurinos de marras. Pero no sólo ellos, sino otros toreros de este sexteto de sevillanos, se ganaron con la espada y la muleta un mejor lugar en la Fiesta.

Porque, con el debido respeto a los triunfadores numéricos, la actuación de Borja Jiménez fue impecable por colocación, templanza, entrega y gusto. No se puede estar más torero, más de verdad y haciendo las cosas mejor que este joven al que ningún taurino de renombre le echa cuenta. Frente a la media arrancada de su enemigo hizo milagros, y en un quite al toro de su hermano, pegó dos lances y una larga cambiándole el pitón, que fueron tres carteles de toros.

Después, ya al final de la corrida, Ángel Jiménez toreó con hondura y sentimiento, y también muy despacio, a un buen toro de Virgen María tanto en los redondos y naturales, como en algún trincherazo y unos muletazos finales por bajo soberbios. Su faena cabalgó entre la despaciosidad y el duende, entre la profundidad y la inspiración, y después de matar de una estocada arriba cortó la oreja con más fuerza de la tarde.

La otra se la llevó Oliva Soto, que es un artista bullidor. Eso quiere decir que sus muletazos tienen mensaje, y también, que a veces le cuesta torear despacio. Cuando lo hizo, en tres naturales de mucho sabor, el público reaccionó de manera distinta, menos alegremente, con más pasión. Antes, con la derecha, había ligado tandas bonitas frente a un toro noble, y después lo mató bien, por derecho. Y cortó una oreja muy meritoria, pues siempre es difícil cuando toca abrir plaza.

También es complejo cuando el toro no embiste, pero siempre queda ver si el torero está o no está de verdad. Lo estuvo Esaú Fernández, que además tapó con sus conocimientos las embestidas a media altura, y a veces vencidas, de su oponente. Luego además se pegó un arrimón de espanto, y la gente se lo reconoció. Tampoco valió el quinto de la tarde, con arrancadas cortas y defensivas. Lama de Góngora, antes de que el burraco echara el freno de mano, toreó muy bien con el capote, echando los vuelos y dibujando lances estupendos, pero con la muleta no pudo hacer nada.

En cambio creo que pudo hacer más Javier Jiménez, que lidió a un toro con clase, lo cual no quiere decir que fuese fácil de torear. También había brillado el de Espartinas con el capote, y tiró del toro para los medios en cuanto cogió la muleta, dispuesto a no perder tiempo, mas las cosas no salieron. Y no por falta de voluntad o quietud, sino porque mantener la cabeza clara cuando te estás jugando tu futuro no es fácil. Y así, entre muletazos buenos y errores de elección de terrenos y de distancia que provocaron algún que otro susto, la faena se fue diluyendo a medida también de que el toro buscó cada vez más su querencia.

Ahora, entre Oliva Soto y Ángel Jiménez hay que elegir a uno para ocupar el puesto de Emilio de Justo en la de Victorino Martín. Ah no, que viene un sobresaliente…

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