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El toreo a cuentagotas

Imagen: MARTÍN SAFORE

Galería de imágenes de la corrida del jueves de Feria.

No les mentiría si les digo que esta tarde, la primera sin orejas cortadas en el ciclo, se vieron algunos de los mejores lances y muletazos de lo que va de feria, pero con suertes inconexas es imposible conjuntar una faena y, por tanto, cimentar un triunfo. El toreo surgió en Sevilla a cuentagotas, y no fue suficiente.

La corrida de García Jiménez, una impresentable escalera, en cuanto a comportamiento se vio mejor desde la barrera que en el ruedo, como casi todas las corridas dicho sea de paso. Es verdad que no hubo ningún toro completo, pero a cuatro de ellos se hincharon a pegarle pases. He aquí, por cierto, la primera mala señal: la necesidad de dilatar las faenas por querer resolver en cuarenta pases lo que no se ha solucionado en quince. Casi nunca sale bien.

Cayetano por ejemplo se llevó un toro precioso y fácil, pero ni así fue capaz de entenderse con él. Sin embargo, dibujó un inicio de faena de mucho sabor, torerísimo, y después pegó redondos, y sobre todo naturales, muy reunido con el toro, con una clase y con un empaque que yo no le había observado jamás de los jamases. Un poquito de más distancia y un poquito más de tiempo, y le hubiese salido una faena bordada, pero aunque quiso, no supo. El estoconazo que rubricó una faena sin música casi le lleva la oreja a sus manos, pero el presidente -más vale tarde que nunca- decidió al fin poner orden en el templo.

No tan sencillo, pero con buena embestida, fue el cuarto de la tarde, al que Diego toreó con un capote pequeño ganando terreno hacia la boca de riego. Cada lance, de manos bajas y cargando la suerte, fue de paladeo, y mientras las verónicas mecían al toro, jaleaban unos y no se pronunciaba la mayoría, quizá por la falta de costumbre. En el quite también hubo soniquete. Con la muleta en cambio las cosas no terminaron de salir. Hubo muletazos excelentes, que se intercalaban con no pocos desajustes, de manera que no hubo forma de cuajar una tanda, una sola tanda, verdaderamente rematada. El toro, a veces apretando hacia dentro, pedía un terreno mucho más abierto, y para ayudarle un poco, también demandaba un cite más lejano. No lo vio así Diego, que pegó muchos pases, algunos de ellos excelsos, pero sólo algunos.

No le había valido para nada su primero, un caballo con cuernos, y tampoco duró mucho el quinto, otro mastodonte impresentable y al que Cayetano toreó con templanza hasta que se rajó. De los de Paco Ureña su primero fue irregular, intercalando embestidas humilladas con arrancadas defensivas. Paco se eternizó en una faena de apuntar sin disparar, con voltereta incluida y dos avisos por no tener sentido de la medida. Mejor fue la cosa en el sexto, que se dejó mucho, y con el que se despatarró para torear muy de verdad y a trompicones, arrebujado a veces, entregado y dando siempre el pecho con algunos naturales soberbios rematados muy hacia dentro. Fue también una faena imperfecta, pero como tuvo ese punto de arrebato y de pasión que caracteriza a la tauromaquia de Ureña, la gente entró en la faena. Hubo muchos pañuelos, pero en el palco han dicho que ya basta. Cortar una oreja en Sevilla vuelve a ser una cosa seria, por lo menos hasta mañana.

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