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De últimas balas va el tema: El Juli y Talavante, en hombros en El Puerto

Cómo es la vida, que cuando te hace pensar que nada queda según lo que parece, de repente te abre un camino y partes la diana en dos. Nunca dejes de creer, ya se dice sobre el césped. Más hay que traducirlo sobre el albero. No es sólo creer, también es luchar. Hasta morir. Sólo triunfan los valientes.

Llegaba para desquitarse. La de ayer no fue su tarde, y eso que llaman vergüenza torera tuvo que aflorarle en las pieles, que son los bordados que viste ya más que el traje de diario. Es la fragua la que hace al cante, y ha pasado calores Julián López «El Juli» para llegar a donde está, desde bien joven. Abrió tarde en discreción, haciéndose a sí mismo a base de hacer al toro, faenando de menos a más. Ante la ausencia de inercias, el mando imperó desde el principio, templado y obediente el de La Quinta. Fue perdiendo en finales el animal, pero no impidió eso al torero de Velilla mostrarse en la dimensión que posee. Pinchó, luego puso una estocada ligeramente caída que sirvió. Fue premiado, aunque perdió notablemente en contundencia la notoriedad del trofeo si tenemos en cuenta el uso del estoque. 

 

Pero no estuvo la miga en su primer toro, el jaleo llegó en la segunda parte. «Aventurero» se llamaba el cárdeno. Ya de salidas apuntó maneras en un recibo capotero en el que El Juli, a la verónica, ganó y dio terreno para mostrar caminos. La pelea en varas fue correcta y apretada, un puyazo tomó, empujando de riñones, acudiendo con ímpetu. Fue ovacionado por ello Salvador Núñez tras picar. Sorprendió por chicuelinas al quitarlo, personalísimo en maneras, arriesgado en sitio, lucido en definitiva. Es para sacar a relucir y fue para sacar a saludar el tercio de banderillas, teniendo que desmonterarse los tres hombres en suerte: Álvaro Montes a la brega, y Agustín de Espartinas y «El Pilo» a los palos.

Brindó El Juli al público, que ya estaba metido en vereda, caliente, expectante. Al lío. Vamos a ver. Cuando Julián López torea derecho, se derrama en los vuelos de su pañosa, y se hace dueño del ruedo que pisa. Capricho o casualidad, que explotó en su último toro.  Fue temple, fue poso, fue gracia. La reducción de la bestialidad al arte. Conquista del espacio y del tiempo. Cómo tuvo que ser la cosa, que hasta los focos se encendieron, aunque la luz ya se había hecho hace rato. Las embestidas de «Aventurero» de La Quinta, eran la predicación de la elegancia, en un ritmo templado a la par que alegre, tan humillado como profundo. La justa medida se impuso en la duración de la faena, exacta. Ya estaba el acero en la mano, y tal como lo sostuvo El Juli entró por todo lo alto. Dos orejas de ley, y vuelta al ruedo al toro, al que solo le faltó expresarse en un puyazo más para alcanzar plenamente esa rotundidad. 

Dos balas tenía también Talavante, teniendo que disparar hoy dos veces y dormir su presencia en este ruedo al menos hasta el año que viene. No empezó de la mejor forma su tarde, la cual abrió a la verónica. Se le protestó supuesta invalidez a su primero, inexistente, lo que le generó un extraño enfilamiento por parte de los tendidos, aparentemente desengañados. No se terminó de encontrar con el santacoloma, que pasaba más que embestía en su muleta, por ello la transmisión no fue un hecho. Pinchó hondo para luego poner una estocada baja, y cabizbajo se adivinaba a un Talavante a media voz.

Pues de nuevo aquello de los últimos disparos, cómo es el ser humano o la suerte que le acompaña. Un muy buen ramillete de verónicas fue tapado con el silencio en lo que saludaba al último de la ya noche, y todo transcurrió sin mayor alboroto según pasaron los tercios. Algo se levantó aquello cuando Jesús Díez «Fini» manufacturó un buen tercio de banderillas, obligándole el público portuense a saludar.

Brindis al público de Talavante, y sin previo aviso se caía aquello. Cortando cualquier gota de levante con su pañosa, toreó todo lo despacio que los astros le permitieron, y abriéndole la puerta a devenires nunca vistos, sembró sobre el albero uno de los muletazos más profundos que estos ojos han visto. Tendidos en pie, música sonando. Últimos disparos nunca los falla un pistolero. De nuevo. Mano baja, altos vuelos, tomando ahora todo el sitio que pudo faltarle en su primer intento. El animal embistió con maneras irreprochables mientras quiso. Despaciosidad, que no lentitud. No tanto en regularidad como en muletazos de cartel de toros. Llegados a un momento, toro se rajaba un punto, pero El Puerto era de Talavante ahora. Y eran tiempos de espada. Arriba la puso, un tanto atravesada, pero sin ser obstáculo para la Parca, que tardó nada y menos en llegar. Dos orejas, y palmas al toro en el arrastre. 

A quien todavía le queda un disparo en la última de abono es a Manzanares, será por ello que Fortuna, caprichosa ella, no quiso sonreírle en el sorteo. Contó con el lote de menor transmisión y fuerzas, dos toros similares, faltos de empuje y final en las embestidas, escasos de codicia y más aún de recorrido. Sus mayores cotas las registró frente al quinto del festejo, en una faena voluntariosa en constancia, de menos a más en intensidad, sin llegar a terminar de romper no obstante. En su primero pareció que iba a poder lucirse toreando pausadamente, pero el de los marfiles dijo basta y terminó por traducirse en la nulidad de carácter. Estocada caída pero muy efectiva a su primero, y dos pinchazos, aviso y media a su segundo. 

El encierro de La Quinta, de adecuada y lucida presentación, tuvo dos toros a reseñar: el cuarto de la tarde, premiado con la vuelta al ruedo, y el sexto, al que tan solo le faltó redondear lo que prometió de primeras. Por otra parte, un toro que sirvió (el primero), y otros tres sin más, faltos de empuje ellos. Buen encierro en total. La entrada mejoró un tanto hoy en los tendidos, pero siguió sin estar a la altura de lo merecido. 

Aquí se lucha hasta el final, escrito lo dejé antes. Igual que se vive se muere, y en esa fina línea se anda frente a los marfiles, que tanto dan como quitan, como el día a día, como el existir. Vuelva el verso.

«Entre cunas de marfil
Quede escrito mi nombre
Viva o muera mi suerte
Entre sus sombras sólo se esconde»

RESEÑA

hierro la quinta

Plaza de toros de El Puerto de Santa María (Cádiz)España. Casi tres cuartos de entrada. Toros de La Quinta, bien presentados. Destacaron el superclase 4º, ‘Aventurero’, Nº 30, de 520 kilos y del 10/17, premiado con la vuelta al ruedo, y el 6º, enclasado y de gran duración. Con bondad, dejaron estar el resto, pero más deslucidos.

El Juli (de marino y oro), oreja y dos orejas.

José María Manzanares (de marino y oro), ovación y división de opiniones tras aviso.

Alejandro Talavante (de blanco y oro), silencio y dos orejas.

Incidencias: Al finalizar el paseíllo, se guardó un minuto silencio por don Luis González González. Saludaron montera en mano tras su labor en el tercio de banderillas: Álvaro Montes, Agustín de Espartinas y José Núñez «Pilo» en el 4º, y Jesús Díez «Fini» en el 6º. También fue ovacionado Salvador Núñez tras picar al 4º toro.

 

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