El Juli salvó una tarde que rozó el escándalo por momentos, merced a una corrida de Santi Domecq flojísima que arreglaron dos sobreros. Lanzado, el maestro aplacó los ánimos y terminó saliendo a hombros.
Nadie diría, al ver a toda la plaza en pie tras rematar El Juli una serie al sobrero lidiado en quinto turno, que un ratito antes la mitad del público y la otra mitad también bramaba furiosa contra el presidente, empecinado en no devolver a los corrales al toro titular, mocho de pitones y escandalosamente inválido.
La tónica de la corrida iba por esos derroteros. Salvando al tercero, alegre y de muy buen aíre, el resto flojeó escandalosamente, sin que los toreros pudieran hacer casi nada. El por qué sucedió todo esto con cinco toros hermanos de los que se lidiaron en Sevilla hace pocos días no tiene una explicación lógica, siempre claro está que comieran lo mismo y se les ejercitara de la misma manera. ¿Tuvo el mismo manejo la importantísima corrida de Sevilla para Garrido, Galdós y Cadaval, que la calamitosa de Jerez para Morante, Juli y Manzanares?
El caso es que de seis toros anunciados, cinco se cayeron continuamente, y dos de ellos fueron devueltos a los corrales. De la misma manera, de los seis toros muertos a estoque, tres fueron de triunfo, pues los dos sobreros embistieron mucho aparte del tercero de la tarde, que salvó el honor del sexteto titular. Misterios, o sea, del toro de lidia.
La tarde, por tanto, era un desastre que apuntó a altercado de orden público cuando el presidente, de manera incomprensible, apuró hasta el último instante para devolver a ese quinto toro. La costalada final, en medio de una monumental bronca, animó al fin al caballero, y salió entonces un sobrero de la misma vacada que dio un juego notable. El Juli, que anda lanzado, lo toreó con largura y facilidad, muy ligado siempre, gustándose, haciendo de todo sin despeinarse. Faena de figura del toreo en racha, capaz incluso de revertir una tarde que caía en picado. Preciso en los toques, siempre con limpieza, jamás agobiado, disfrutó del toro, que tuvo nobleza, entrega y raza, y le hizo una faena completísima con ambas manos, y dominado el descenario a su antojo. A la gente, santa, se le quitó el cabreo.
Tras la vuelta al ruedo con las orejas del toro, otro inválido tuvo que ser devuelto y el segundo sobrero reafirmó la tendencia de la tarde, en la que los reservas mejoraban a los titulares. De galope franco y gran recorrido, parecía ideal para que Manzanares le armara el taco, pero aunque la faena empezó en buen tono, con tandas limpias en redondo, luego el animal comenzó a rebrincarse y José Mari a no estar cómodo, especialmente en una destemplada serie zurda. El caso es que el toro no acabó siendo lo que parecía, y la faena desde luego tampoco. Y la gente, un tanto decepcionada por el bajón final, apenas pidió la oreja tras media estocada fulminante, precisamente por eso: porque la cosa comenzó con unas sensaciones y terminó con otras.
Sí hubo una significativa demanda de trofeo y la correspondiente concesión de oreja en el tercero de la tarde, único de los titulares que valió. Alegre y franco, Manzanares lo toreó aseado con la izquierda, con algún natural suelto de buen gusto, y más embraguetado y ligado en redondo, y además lo mató de una estocada hasta la mano. Incluso a medio gas, es difícil que el de Alicante se vaya sin cortar alguna oreja, y esto se explica por ser un torero con unas condiciones innatas excelentes, que obligan siempre a exigirle lo máximo. Y si Manzanares tuvo el lote más completo, Morante se llevó el peor. Desesperado con las continuas caídas de sus oponentes, me parece que hasta terminó de mal humor. A ver si con la de don Álvaro puede ser…