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Crónica ganadera de la 6ª de abono: De Gris a Gris

La corrida de toros de Victorino Martín resultó interesante a pesar del mal comienzo. En el tendido, mucho ruido y pocas nueces.

 

Es sábado de pescaíto, noche de alumbrao, pero lo que no muchos saben es que las luces se encienden hoy antes. Hoy salen los grises, las perlas de Victorino, «Vitorino» que decimos los sevillanos, hoy salen al albero de la Maestranza. La historia de la «A» coronada es extensa y gloriosa con el coso del Baratillo, y hoy peregrinan a él los de Albaserrada con su linaje por bandera. Claro que han lidiado corridas mejores que la que se echó hoy sobre el albero del Baratillo. Pero no ha sido ni mucho menos indigna su presencia, si bien ha acusado cierta falta de fuerzas y escasez de raza en varas. Pero vayamos por partes:

I. «Pobrecillo», Nº71, negro entrepelado bragado. 539 kg de peso, nacido en enero de 2017. Lidia Antonio Ferrera.

 

El primero de la tarde no tuvo demora ninguna en salir de toriles. Cuando al fin se decidió a salir, cerca estuvo del estrépito al estrellarse contra un burladero. Sus embestidas en la seda azul de Ferrera fueron primero templadas, luego más bien pegajosas. Por ello no hubo mayor lucimiento con la capa, aunque en el tercio posterior mostraría clara fijación por ella. Al primer envite en varas acudió con cierta distancia, pero su varilarguero no fue capaz de agarrar el puyazo en el sitio ni rectificarlo debidamente. Posiblemente por culpa de ese mal trato atendió tan solo a las telas a partir de ahí, tardando en entrar, finalmente entrando de rebote al peto, desde cerca, sin más. Siguió marcando su fijación por las telas en banderillas, donde las arrancadas fueron cortas a los cuerpos, y de mayor calidad en el percal, con bastante mayor tranco y humillación. Arrancó el tercio final. El inicio de Ferrera exigió por ambos pitones, muy baja la mano. El toro cumplió con las inercias. Por el pitón izquierdo pintó el morlaco surcos por la arena. Siguió embistiendo con temple por ese pitón, complicando en mayor medida por el otro, menor recorrido y cara más alta. Su continuidad en la zurda fue aminorando, aunque hasta cuando se orientó (tardó poco) dejaba de vez en cuando alguna embestida limpia como pocas. No vendió barata su muerte, pinchando Ferrera en varias ocasiones y precisando descabello posteriormente. Silencio en el arrastre. 

II. Mosquetón. Nº16, Cárdeno bragado. 540 kg de peso, nacido en diciembre de 2016. Lidiado por Miguel Ángel Perera. 

 

Salió con brío el segundo de la tarde, aplaudido de salida por su seriedad. Fuerza le faltó en los primeros contactos con el engaño de Perera, tropezando en varias ocasiones a pesar de sus intenciones. Sus pitones, serios, volvían la pala sobre sí mismo, como apuntando al Sol que se cernía sobre sus lomos. Se pareció a su hermano en la especial atención que prestó a la esclavina de Perera, pendiente hasta del más mínimo movimiento, pero no mucho del caballo que le correspondía en suerte. Sus peleas en varas fueron al topetazo y bruscas en su breve duración, y cuando asomaron los garapullos ofreció arrancadas muy similares a las de su predecesor. Se adivinaba que poco más que los inicios iban a ser propicios, y así hubiera sido si Perera lo hubiera aprovechado como tal. No se vio al toro más que en defectos que fueron aflorando, como el declive de su ya escaso recorrido o su poca transmisión. Breve andar tuvo por el ruedo maestrante, pues pronto llegó la espada. Pitos en el arrastre al burel.

III. Director. Nº62, cárdeno bragado. 577 kg, nacido en febrero de 2017. Lidiado por Antonio Ferrera.

 

Otro tío era el que pisó el redondel en tercer lugar, un punto playero de marfiles, de fino hocico, en el tipo de la casa. No comenzó mal el recibo, pero tras pocos lances se despatarró por las arenas, y ahí terminó la cosa. Salieron los corceles. Partió Antonio Ferrera colocándolo a media altura en la jurisdicción de el del castoreño, a lo que hizo caso omiso la bestia. Se esperó y esperó, y no acudía al cite. Tuvo que ir a buscarlo su lidiador para darle capote (donde arreó notablemente) y dejarle en los mismos bajos del caballo, donde peleó breve y desordenadamente. No quería tampoco en el segundo pase por puya, y tras plantarse en la raya en varias ocasiones al fin metió la cara, de nuevo sin muchas luces en el pulso. Algo mejor lo hizo en el tercio de palos, donde hizo gala de mayor movilidad y fijeza. Propició un buen tercio de palos, en alza asimismo por la buena labor de los banderilleros. En su desorden inicial, la vereda de las manos de su matador fue aclarando destinos, y tras notas de desconcierto, terminó hasta por sonarle la música. Éste fue un animal muy exigente, duro de raíces, al cual si se le sabía hacer respondía causando emoción, sin regalar nada. A la altura la franela del extremeño, firme, aguantando la tormenta cárdena que tenía frente a sí. Fue el cornúpeta acortando recorrido, pero una buena estructuración de la lidia logró evitar el deslucir. Tuvo aire hasta el final, que le llegaba de tierras lejanas. Buscó su destino y se encontró con la muerte más digna, rodando tras una buena estocada. Algunas palmas en el arrastre.

IV. Portezolano. Nº70, cárdeno bragado. 545 kg, nacido en enero de 2017. Lidiado por Miguel Ángel Perera. 

 

Se distraía según salió el quinto del festejo. Igualmente, buena presencia presumía este Victorino, que no vio mucho capote en el recibo. Camino al caballo, acusó cierta falta de fuerzas, seguramente propia del acalambramiento sufrido desde que se vio en corrales. Poca puya se le dio, pero buena pelea ofreció en los breves instantes en los que la vara le sangró los lomos. Francamente rara fue la posición del ojo del público sobre este animal, al que se protestaba pidiendo de forma inexplicable la devolución. Paso a los arpones, hizo por los cuerpos en algunos momentos, causando un apuro bien enfrentado por la cuadrilla de Perera. Acortó un punto el viaje en un capotazo previo a la muleta, y tras ello tocaba empezar. Miguel Ángel Perera le quiso dar mucha distancia, a lo que el toro no atendía, por lo que tuvo que recortar considerablemente. En la media, ahora sí, se arrancaba, a pesar de las caídas que aún acusaba en los primeros pases. Quiso embestir por abajo pero le era difícil no caerse. Una vez se recompuso, no se le exigió adecuadamente a pesar de tener buen fondo, y se aburrió en la pañosa de Perera. Acortó recorrido de nuevo, volviéndose en dos manos a cada poco, con una entrega tan poco notable como intermitente. Potencial desaprovechado. Había opciones, teclas que tocar, a pesar del problema de las fuerzas. Muere de estocada un tanto caída tras varios pinchazos e incluso recibe pitos en el arrastre. Trato ni mucho menos merecido, propio de un gran público distraído e inconsciente.

V. Pobrecito. Nº65, cárdeno claro. 530 kg, nacido en marzo de 2017.

 

De forma impetuosa hizo acto de presencia el quinto, otro señor toro, de la reata del legendario «Cobradiezmos» en esta plaza indultado. Lo salió a buscar Ferrera, empleándose el toro en repetir y coger el capote azul por bajo, rebosante de raza cada embestida. El recibo fue intenso gracias a ambos burel y espada. El tercio de varas fue el mejor de la tarde. En ambos encuentros, fue designado a ir al castigo desde lejos, y en ambos casos cumplió, arrancándose con alegría, metiendo los riñones, bravo como se nace. Igualmente mostró calidad de embestida en los percales, lo cual generaba expectativas. Las banderillas, de nuevo, de buen hacer, manteniendo el cárdeno la chispa en sus arrancadas. Tocaba faenar. Un tranco de más faltaba de inicios, dando a entender que necesitaba aún romper hacia adelante adecuadamente. Ferrera quiso revolución de la típica de primeras, pero vio lo que el toro pedía: suavidad. Así lo planteó, y comenzó el cante, no tan melódico como rasgado. El toro acudía mejor cuanto más despaciosamente se le citaba y muleteaba, y pararon el tiempo algunos de sus acometeres a pesar de diversas caídas, algo notorias por desgracia. Templado, se entegó todo lo que le dejó el cuerpo. Se le sacó partido, para algunos no el suficiente al poder haber habido mejor trato, pero igualmente se aprovechó. Tuvo algo que decir hasta el final, el cual Ferrera de nuevo planteó alejándose. Pinchó en la primera entrada,  y mató un punto abajo en la segunda, a lo que el de la «A» coronada se despedía de este mundo. Ovación en el arrastre, que debería haber sido mucho más sonada. 

VI. Buenacara. Nº91, cárdeno bragado. 558 kg, nacido en enero de 2017. 

 

Último de la tarde ya hecha noche. Embistió por abajo en el capote de Perera, pero tanto se durmieron las manos que perdió las suyas. No se le vio como debiera en el caballo, ya que se le picó poco y desde cerca. Otro buen tercio de palos por parte de toro y toreros cerraba la plata de la tarde, y así llegaba el final de fiesta, sin el toro muy definido, pero aparentemente con buenos matices en el humillar y el motor. En efecto, así se desarrolló durante la franela. Pero se repitió la historia. Frente a su claro potencial, se vino abajo la realidad imperante del burel, que aunque quería y daba, no recibía tanto como merecía, y a pesar de embestir por abajo, seguido y con un ritmo transmisor pero no agobiante, terminó por aburrirse en las manos que le tocaron en suerte. Un momento de cercanía derivó en una fea voltereta sufrida por Perera, quien aparentemente recibió un puntazo en la espalda. No hizo presa en exceso el animal, por lo que el percance no tomó mayores alturas y pudo terminar su hacer.  Se fue sin lo que mereció. La espada le entró mínimamente caída, y tardó en rodar. Lo hizo, tras unos momentos, para poner fin a la victorinada. 

Al hablar con unos y con otros, parecíamos ser mayoría en ver al quinto, «Pobrecito», como mejor de la tarde. Los toros, salvo él, fueron reacios a entrar al caballo, exigentes todos ellos, unos con recompensa disponible (aprovechada en el 3º, y no suficientemente en 4º y 6º) y otros sin ella. Mucho se habla de «petardo», quizás por el mal pie que tuvo el festejo para empezar. Pero tomando una vista general, al menos en ganado no fue así. Encierro bien presentado e interesante, fuera de la altura que rozaban los ojos de un público impropio de una plaza de primera, y más aún de la Maestranza. Faltó respeto y sobraron palabras, que intentaban denotar un saber inexistente. La decepción inunda a todo aquel que lucha contracorriente por ser aficionado a los toros. Al que revienta alcoholímetros, está claro que lo inundan otras cosas. Pero tengamos paz. El verso llevaba tiempo sin asomarse, y por mala fortuna ha vuelto hiriente:

Lágrimas caen de Curro

En el desprestigio de su arte

«Perdónalos, Padre» dice,

«Que no saben lo que hacen.»

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