El tiempo es oro, el mismo que forja las joyas de Cronos. Cuando la sangre no le produce sed de muerte, su capricho no es otro que detener las agujas del reloj que forma el mundo, como apuntaría René Descartes dentro de su tesis mecanicista. Irónico y caprichoso por parte del que otros llaman Saturno el que el albero sea el agua del mar que es el ruedo. Un reloj de arena en el que el tiempo reposa inerte, mezclado con la sangre y la cal que anecdóticamente lo cubren en ocasiones. Albero que sólo es alterado en temporalidad con el azote del burel galopante que, en su brava naturaleza, marca territorio a través de polvaredas que sólo las telas y sus marfiles se atreven a cortar.
No alcanzo a distinguir si será igualmente capricho del dios del tiempo que los tres pares de muñecas que se encuentran hoy ternados en este coso cubierto sean algunos de sus últimos sacerdotes. De sus pocos elegidos, de los pocos capaces de detener los segunderos con los terciopelos que hilan en el mecer de esos tiempos que, en calma, hacen pasar con la misma cadencia que alcanza la barquilla de Caronte al portar las almas desventuradas camino del fuego que quema hasta a la ceniza. Cinturas que son oráculos vivientes, capaces de adivinar nuestro devenir como meros engranajes de nuestro propio ingenio y de todo aquello que nos sobrepasa en nuestra condición. Ponce, De Justo y Ortega.
Castaño, cornidelantero, fue el primer Cuvillo de la tarde. Algo desordenado fue en su acometer en el saludo capotero de Ponce, que remató con una buena media. Mejor respondió de camino al caballo, entrando bien, recibiendo un puyazo algo trasero y sangrado en el que se empleó. Respondió mejor que en los inicios en las telas y los palos el burel, palos en los que Abraham Neiro fue obligado a desmonterarse por un buen primer par, a pesar de un segundo en el que ambas banderillas , reunidas, eso sí, entraron profundas en la puya. Esto hizo dolerse al animal, que en el inicio de faena de Ponce se echó. Cuidadoso andó el diestro valenciano, llevando al toro entre algodones al estar ya vacío por completo. Dos intentos de tanda fueron suficientes para que la espada hiciese acto de presencia, pues no había toro por ningún lado. Bien le metió la mano el diestro, colocando una estocada un poco caída pero que sirvió para que el toro rodase poco después. Silencio.
Castaño también el segundo, algo encodados los pitones, permitió a Emilio De Justo lucirse con el capote a pesar de mostrarse algo falto de fuerzas. Empujó en el caballo, un puyazo bastó. Suelto estuvo al inicio del siguiente tercio, distraído. Complicó por ello la lidia y el pareo, tornándola desorganizada. Genuflexo empezó De Justo, sacándole algo más de tranco al animal, que se tropezaba. Algo mejor respondió en una segunda tanda, con más ritmo y embistiendo con mayor clase. Buenos pasajes del torero extremeño, aprovechando las opciones que su oponente le ofrecía. Gran eco tuvo su labor en los tendidos, rematando grandes series con pases de pecho tal y como solo él sabe ejecutarlos. Se creció el torero, creció con él el toro. Le sorprendió con un tropiezo el de Cuvillo, quedando a su merced y arrollándole, causando principal achaque en la columna, haciendo de él un ovillo, volteándole en la arena. Más torero si cabe volvió De Justo, volviendo a la pelea y rebosando las gargantas del público con olés. Le enterró la espada a la épica, llevándose otra paliza del toro, mayor aún que la primera. Sonó un aviso y necesitó un descabello para rodar al toro, tras una trabajada faena tras la que los tendidos le otorgaron las dos orejas. Caminó a la enfermería tras dar la vuelta al ruedo con los trofeos, con indicios de dolor en el cuello y cervicales.
Castaño muy oscuro, listón, el tercero, bajo, hondo y largo. Le costaba despegarse de la tela de Juan Ortega en el recibo, que no pudo lucirse. Cumpliendo justo en el caballo, entró a él en una única ocasión. Algo aquerenciado en la primera raya estuvo en banderillas, cumpliendo la cuadrilla del sevillano con su trabajo. Brindó la muerte del toro a una aficionada de gran recorrido presente en el tendido bajo de sombra. Carecía de casta, acusando mansedumbre el astado en los inicios, con actitud rajada. No fue posible para el de Triana sacarlo de su marcada querencia pegada a tablas, por lo que tuvo que abreviar. Poco más que algunos pases con fondo artista, doblándose, pudo dejar antes de irse a por la espada, con la que pinchó para luego propinarle una estocada un poco contraria pero muy efectiva. Palmas.
Negro como la sombra era el cuarto de la tarde para Ponce. Acusó desde su salida notables carencias en la fuerza, para luego, sin previo aviso, empujar algo descoordinadamente pero ahora con fuerza al caballo que estaba colocándose llegando a abrir la puerta de emergencia, causando el caos. Raro comportamiento, desigual, del toro. Terminó por ganarle un pañuelo verde más por petición popular que por notable invalidez, precipitado cuanto menos. Gran enfado del de Chiva ante la situación.
Salió por ello el primer sobrero, jabonero de pelo, muy bien presentado, astifino, de buena expresión. Lo lanceó con el capote por ambos pitones, ante el que se mostró algo frío. Buscó al caballo nada más salir, cuyo varilarguero le propinó un picotazo. Disperso entró hasta en tres ocasiones, saliéndose rápidamente en las tres. Suelto, se rajaba al salir de cada engaño. Sólo tomó medio puyazo, lo demás fueron rebotes en el peto, que calentaron al público, indignado. Actitud mansa del bovino, al que costó hacerle lidia. Con tres palos puestos como se bien se pudo pasó el animal a la muleta, en medio de un caldeado ambiente. Rajado seguía el toro, saliéndose de la roja tela en numerosas ocasiones, con medias embestidas de cara alta. Tuvo que abreviar de nuevo Ponce, no encontró nada. Media estocada con el toro enculado en tablas, nada le dio. Cayó rápido. Pitos al diestro valenciano, la tomó con él la grada.
El enlotado en sexto lugar salió en este caso quinto debido a la imposibilidad de matar a su segundo que sufrió De Justo. Colorado, fino de cabos y caja, lo capeó como quiso Juan Ortega. Y quería lento, encajado entre verónicas, con las palmas de las manos. El tiempo se moría en la bamba del capote, resucitándolo en dos barrocas medias. Lo llevó con garbo al caballo, donde pasó sin más en un largo puyazo. Lo intentó quitar sin éxito de nuevo por verónicas, antes del cambio de tercio. Gran tercio de banderillas de Andrés Revuelta, que se desmonteró tras poner dos grandes pares. Duende en los primeros compases de la muleta. Gusto, mandándole con arte. Prosiguió Ortega aprovechando el fondo de clase del animal, con pases suaves que iluminaban cintura y muñecas, a un mismo son cuerpo y vuelos. Pide suavidad el toro, y lo entiende el sevillano, ligándolo y templándolo. Suerte cargada con la mano izquierda, aire. Epílogo con sabrosos ayudados por alto, y pases de encaje, puros. Le puso una estocada casi entera, algo contraria y un poco caída, que rodó al toro sin embargo. Oreja de peso.
Poco rapte presentaba en la cornamenta el último de la tarde, negro, terciado. Impropio de la presentación que se ha sucedido en la Cubierta durante esta Feria, toro más propio de un festival o a pesar de ser cinqueño. Pitones de eral. No dijo gran cosa en el capote, y suelto estuvo tras él. Tras pasar en su correspondiente caballo, con un largo puyazo, recibió uno señalado del que guardaba la puerta. Cumplió en palos. ¡Quién diría que lo iba a brindar al público! Bien comenzó muleta en mano Enrique Ponce, quien arrancó aplausos a quienes antes le injuriaban, curiosa greguería. Sabiendo sacarle lo que tenía a su compañero de baile, el de Chiva se sintió a gusto en las embestidas que labró a base de buscarlo. Demostró Ponce las virtudes que al toro le faltaban, resarciéndose de las espinas de sus dos anteriores, con detalles muy toreros. Sembrado de madurez y cuajo, se gustó en su último disparo, a quien le sacó lo que quiso. Vergüenza torera abrochada con una estocada algo tendida y atravesada, que selló el pasaporte del burel.
Entretenida tarde de toros, entumecida por el escaso juego de los de Núñez del Cuvillo, a excepción de un buen 2º, y un 5º que dejó opciones. Hubo de todo. Triunfantes salieron Emilio De Justo y Juan Ortega de la cubierta de Leganés, mostrándose capaces de sacar virtuosamente las flores que el camino de marfil les ofreció en el día de hoy. No tuvo la misma suerte Enrique Ponce a pesar de matar tres astados cubriendo el hueco que De Justo dejó en quinto lugar a causa de su percance con su primero, aunque algo pudo sacarse la espinita aprovechando lo poco que ofrecía el sexto de la tarde, dejando buenos pasajes. Deseos de recuperación pronta le profesa por seguro el buen aficionado, pues el torero extremeño atraviesa ahora uno de los mejores momentos en su carrera como matador de toros.
Intensa fue la tarde en su conjunto, posiblemente por la expectación creada en torno al festejo, y la escasa colaboración de los animales, lo que se saldó con diversas guerras verbales entre quienes sentaban la piedra y quienes pisaban el albero. No obstante, se fueron con el viento los malos aires, dejando una buena sensación por seguro en el público camino a casa o a donde se dirijan, pues no sonará esta noche la diana de recogida. Acaban hoy los toros en Leganés. Ha faltado público en los tendidos, no creo que sea acusable a empresa o carteles. Hay que ser autocríticos. Nos falta poner la mano en donde el verbo, nos puede la palabra. A ver si sigue oliendo a toro en Madrid, Dios lo quiera. Versos, como no podía ser de otra forma, sellan mis letras, que ojalá hagan ustedes suyas al término de esta jornada:
El tiempo se va con el aire,
El aire, que corta los vientos,
Soñando bureles las calles,
Se duermen las almas sintiendo.
9 de Mayo de 2021. Plaza de Toros de Leganés (Madrid). Casi lleno del aforo permitido. 6 Toros 6, de Núñez del Cuvillo. Enrique Ponce, de terciopelo azul marino y oro, silencio, pitos y ovación de despedida con saludos en el que mató en lugar de Emilio De Justo; Emilio De Justo, de verde hoja y oro, dos orejas tras aviso en el único que mató y Juan Ortega, de verde esperanza y azabache, ovación con saludos y oreja.
Incidencias: sonó el Himno Nacional al acabar el paseíllo, que fue respondido con una gran ovación. Se desmonteraron Abraham Neiro en el 1º y Andrés Revuelta en el 5º tras parear. Fue devuelto el toro que hacía las labores de 4º, siendo sustituido por otro toro del hierro titular.
Parte médico de Emilio De Justo: “Durante el desarrollo del festejo ha sido atendido el matador Emilio De Justo de 38 años de edad, que presenta una contusión lumbosacra con probable fractura de la vértebra L5 y S1. Se traslada a Hospital de referencia.” Firma el parte el Dr. Enrique Crespo Rubio, cirujano de la plaza.
Ricardo Pineda