Las reses de Victoriano del Río protagonizaron un penúltimo encierro de San Fermín, rápido, muy rápido. De hecho, el más veloz de 2022, a falta de los ‘Miura‘ del jueves. Una carrera de dos minutos y trece segundos, en la que los astados fueron hermanados de principio a fin con los mansos, arrollando a muchos mozos, con numerosas caídas, fruto de esa velocidad, pero, según el primer parte de heridos, limpio y sin heridos por asta de toro.
Los astados madrileños de Guadálix de la Sierra salieron muy compactos y subieron a enorme velocidad por toda la cuesta de Santo Domingo. Con uno de los cinco toros negros, mirando mucho y barriendo su lado izquierdo del trazado, subido incluso por la acera, afortunadamente sin herir a nadie.
Ese animal tomó la delantera y dio gas a la manada, marcando un ritmo vertiginoso en las curvas de entrada al Ayuntamiento -con un joven arrollado por este astado, que sufrió uno de los traumatismos craneales de la mañana, aunque sin que el pitón encontrara carne- y a la calle Estafeta.
Se abrieron los toros bien en este celebérrrimo giro de 90 grados, sin haber resbalones de los bureles que enfilaron la calle a enorme velocidad. Esto provocó que se multiplicaran exponencialmente las caídas y los golpes, carrera limpia pero violenta y copiosa en pisotones y caídas al adoquinado navarro. Cuatro toros lideraron al grupo en este último tramo posibilitando que los mozos cogieran toro.
Los seis ejemplares entraron agrupados sin despegarse de los mansos a la plaza de toros, en cuyos medios, un corredor fue volteado por uno de los astados en su camino a toriles al tratar de levantarse justo en la cara del astado de la divisa madrileña.