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Semblanza de Manolete: 75 años de su partida

Artículo dedicado a Paco Laguna, aficionado cabal y digno continuador de la más pura esencia manoletista

Se cumplen hoy 75 años de la trágica cornada que infirió el toro “Islero” de la ganadería de Miura al inigualable Manolete en Linares y que horas después, sumada a una serie de avatares del destino, le causaría la muerte. Un terremoto que removió los cimientos de la tauromaquia pues se quedaba huérfana del seguramente mejor torero de todos los tiempos. En el día de hoy, los portales taurinos y los aficionados le rendirán tributo al “Monstruo” cordobés y recordarán aquella terrible jornada que le cedió la inmortalidad al hombre, pero en este artículo he preferido responder a la pregunta: ¿quién fue Manolete y por qué nadie lo ha superado, ni como torero ni como persona, tras 75 años de su partida?

 

El torero cordobés firmándole un autógrafo a una aficionada (Nicolás Muller, Archivo Regional de Madrid)

 

INFANCIA Y VIDA FAMILIAR

De estirpe torera, Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, Manolete, vino al mundo un 4 de julio de 1917, en la casa número 2-A de la Calle Conde de Torres Cabrera, hijo del torero del mismo nombre y apodo Manuel Rodríguez Sánchez «Manolete» y de Angustias Sánchez Martínez (quien estuvo antes casada con otro torero, Lagartijo Chico), que pasó a la posteridad como <<Doña Angustias>>.

Digo de estirpe torera porque en su familia paterna, además de su padre contaba con otros nombres vinculado al noble arte taurómaco: su abuelo fue un modesto banderillero Manuel Rodríguez Luque «Manolete»; su tío fue José Rodríguez Sánchez, Bebé Chico, y su tío abuelo fue José Dámaso Rodríguez, Pepete.

Todavía en siendo un niño acudía con otros chavales del Barrio del Matadero Viejo a cortijos y tentaderos. En la finca <<el Lobatón>> dio sus primeros pases a una becerra. El dueño, buen aficionado y benefactor de torerillos, lo llevó a Montilla para probarlo en la Escuela Taurina de esta localidad y allí ingresó como alumno.

Es a partir del año 1929, cuando Manolete comienza a actuar de forma profesional como becerrista en varios festivales benéficos de la provincia cordobesa y ya, en 1930, vistió por primera vez el traje de luces en la plaza francesa de Arles. A partir de ahí, un ascenso meteórico que lo llevó a alcanzar los mayores hitos taurinos del momento y que perfilaré más adelante.

De su vida familiar, hay que destacar la estrecha relación que mantuvo con su madre (seguramente por la temprana pérdida de la figura paterna), a la que tenía prácticamente deificada, pidiéndole consejo y contándole todo lo que le atormentó en su vida. Podríamos considerarla como la persona más importante de su vida hasta la llegada de Lupe Sino, con la que llegó el distanciamiento por la no aceptación del noviazgo por parte de doña Angustias.

El inconmensurable torero cordobés junto a su madre, que fue gran protagonista en su vida

 

VIDA PÚBLICA: UNA PERSONALIDAD QUE LO CONVIRTIÓ EN ÍDOLO DE MASAS

Decían del torero cordobés que era una persona seria, que sacarle una sonrisa era tarea ardua complicada, que hacía gala de una timidez palpable a pesar de ser el hombre más famoso de la España de su tiempo y que no le gustaba el protagonismo, aspecto este imposible de cumplir, porque su majestuosa planta y su gesto grave y altivo, hacían de él una personalidad única.

“El feo más atractivo del mundo” llegaron a escribir en alguna página de la prensa sensacionalista, pues su faz, marcada por una tristeza en su rictus y acentuada por la cicatriz que le cruzaba la cara, chocaba frontalmente con su planta y su elegancia en el vestir. Fue un pionero en adoptar las modas estéticas venidas de América, primerizo en atraer al público de fuera de nuestras fronteras por su talante y con unas hechuras de torero que casi nadie ha vuelto a alcanzar.

Pero si de su impronta personal hay que destacar algo es su aire de semi-Dios apolíneo, un auténtico ídolo de masas allá por donde iba, pues a su alrededor, se creaba un aura especial que lo hacían a ojos de los mortales inalcanzable. Ahí están las fotografías del torero rodeado por una cuantiosa multitud y como destaca por encima de todos.

Otro aspecto clave de esta génesis del mito popular es un apartado que no todos los biógrafos han tocado pero que es imprescindible: Manolete, ante todo y sobre todo, era una buena persona. No dudó nunca en ayudar a los más desfavorecidos de todos los puntos de España, a atender de forma diligente a cuantos admiradores se le acercaban para saludarlo o pedirle un autógrafo y como (cosa muy criticable a las figuras de hoy en día) se mezclaba con las masas con total naturalidad y compartía con ellos todos los momentos que su ajetreada vida le permitía. También fue amigo y protector de proscritos de la España de la posguerra y de cómo, sin importar su reputación, aceptaba a todos sin importar su condición.

Sirva para cerrar esta parte y para remarcar la grandeza de corazón de Manolete una anécdota que le ocurrió en la famosa “Venta Vargas” de San Fernando. Estaba de “huerga” flamenca una noche en el establecimiento cuando, al salir a la puerta para tomar un poco el aire, vio a los trabajadores locales que acudían de madrugada a los astilleros y las salinas de la Isla. Conmovido por la imagen de estos jornaleros, mandó que a todos y cada uno de ellos le fuera proporcionado un bocadillo de jamón y un puñado de pesetas. Grandeza torera.

 

Manolete degustando un plato en uno de los muchos banquetes que se celebraron en su honor (Foto Marí, Kutxateka)

 

ALCANZÓ TODOS LOS HITOS POSIBLES EN SU CARRERA

Si nos centramos en su faceta estrictamente taurina, a partir de su debut como novillero con picadores, pocos toreros han conseguido tanto con los mismos años en activo que se llevó Manolete. Toreó 448 corridas en España, 7 en Portugal, 4 en Colombia, 10 en Perú, 2 en Venezuela y 38 en Méjico, lo que supone un total de 510 corridas de toros, a las que hay que añadir 41 novilladas comprendidas entre los años 1935 y 1939.

Toma la alternativa en Sevilla, el 2 de julio de 1939, con Chicuelo como padrino y completando el cartel, Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana, con reses de Clemente Tassara (Parladé).

Confirma la alternativa en Madrid el 12 de octubre de 1939 -corrida de la Beneficencia-, con Marcial Lalanda, con toros de Antonio Pérez Tabernero, acompañado de Juan Belmonte Campoy (que también confirmó). Actuó el inolvidable Juan Belmonte que lidió a caballo un novillo. Tan sólo participó en cuatro corridas esa temporada.

Fue en 1940 con 50 corridas cuando Manolete se reafirma ante los públicos como un gran torero. Desde ese momento será aclamado de una forma apasionada e igualmente discutido. Había llegado a ser comparado con las primeras figuras de toreo por su arte, personalidad, estilo torero y pundonor. En esta temporada actúa cuatro veces en Madrid obteniendo un gran éxito el 6 de junio. Hay que destacar también triunfos alcanzados en Sevilla, Bilbao, Barcelona, San Sebastián y Alicante.

La temporada de 1941 despacha 58 corridas. En 1942 termina la temporada con 72 actuaciones, destacando su triunfo en Barcelona. En la campaña de 1943 son 71 corridas en la que toma parte, de las cuales destacan los triunfos alcanzados en Madrid el 29 de mayo, 2 de junio y 15 de julio. La temporada de 1944 suman 92 actuaciones, contando las tardes por éxitos. El 6 de julio en las Ventas de Madrid -corrida de la Asociación de la Prensa- realiza la faena suprema de su vida torera, al lidiar el último toro de la tarde llamado Ratón, sobrero de la ganadería portuguesa de Pinto Barreiros; la lidia que efectuó Manolete fue completa y magistral cortándoles todos los apéndices.

El año 1945 son 71 actuaciones las ejecutadas, muchas con brillantes éxitos, primer año que marcha a América. Entre el final de 1945 y principios de 1946 actúa en 39 corridas en México, Colombia, Perú y Venezuela. La Campaña de 1946 se la dedica especialmente a América, pues tan sólo toreó en Madrid el 19 de septiembre para la Beneficencia. Vuelve en 1947 como segunda temporada a Méjico y Perú toreando 15 corridas; de vuelta a España, cuando está bien entrada la temporada se presenta en 21 cosos.

Cansado de llevar durante todos estos años el peso del liderazgo, le confiesa a su amigo y periodista Matías Prats, la intención de retirarse tras concluir esta temporada. Desgraciadamente, no pudo cumplir su deseo, pues en agosto de ese mismo año sufre la mortal cogida de Linares que le causó la muerte horas después.

Por la suma de todo ello, se le consideró por unanimidad como el IV Califa de la Tauromaquia (y el primero de entre todos ellos), uniéndose así a nombres de la talla de Lagartijo, Machaquito y Guerrita.

 

Manolete leyendo el periódico “Jornada” convaleciente de una cornada el día anterior (Fotografía Finezas, Valencia, julio de 1943)

 

UNA TAUROMAQUIA IMITADA PERO NO IGUALADA

Tras Manolete, y aún hoy día, surgieron y continúan saliendo multitud de toreros que siguen claramente los cánones establecidos por el IV Califa de la Tauromaquia, pero si bien lo intentan imitar de la forma más fidedigna posible, ninguno ha conseguido igualarlo. Lo que sí está claro es que la concepción del toreo que adoptó el torero, esa unión de conceptos de las tauromaquias anteriores (siguiendo con mayor ahínco la rama gallista) que adoptó del torero sevillano Chicuelo (como él mismo confirmó en alguna entrevista), supuso una auténtica revolución y quedo fijada para la posteridad, siendo la primordial concepción que seguimos disfrutando hoy día.

Los aspectos fundamentales de su tauromaquia fueron varios destacando la sobriedad y seriedad en su toreo, ejecutando las suertes y manejando los tiempos con gran maestría y finura, destacando en el manejo de la muleta que le imprimía un carácter personal. Contribuyó a divulgar la manoletina, pase de muleta que le dio su nombre. Fue escueto en los adornos, sobre todo con el capote que lo dominaba con elegancia, pero sólo hacía aquello que necesitaba el toro para ser bien lidiado.

Algo en lo que destacó por encima de todo fue en el temple, ese codiciado don con el que la vida premia a algunos elegidos, y la forma estoica y con las zapatillas asentadas que realizaba con una pasmosa naturalidad. Los pases mirando al público eran únicos, aguantando la embestida; y los pases de pecho y por alto espléndidos, siendo pases muy fáciles de inmortalizar por su postura descaradamente mayestática.

Con la suerte suprema, ejecutaba la suerte con inusitada maestría y exponiendo mucho, lo que le permitió llegar a ser uno de los mejores estoqueadores de la historia taurina. La exposición era tal, que tiraba la moneda al aire, jugándose la vida en cada entrada de la espada. Desgraciadamente, al tirarla con “Islero”, salió cruz…

La figura hierática y las zapatillas asentadas de Manolete en una actuación en Pamplona (Foto Marín, Kutxateka)

 

 EL AMOR “PROHIBIDO”: LUPE SINO

Una sonrisa sensual, una bonita melena ondulada y morena y unos grandes y vistosos ojos verdes que cautivaban a todo el que le sostenía la mirada. Así era Antonia Bronchalo “Lupe Sino” y con esa semblanza afable cautivó a uno de los hombres más deseados del momento con solo mirarlo. Fue en 1943, cuando en el famoso Bar Chicote y por intercesión de la inigualable Pastora Imperio, se cruzaron por vez primera para ya nunca separarse la actriz y el diestro cordobés. Desde ese momento, contra viento y marea, esa mujer se convirtió en bandera y patria para Manolete.

Contra viento y marea porque Lupe, no tenía un pasado que la España del momento podía aceptar para compartir la vida con el ídolo popular. Un pasado en el que se contaba con un matrimonio con un Jefe del Estado Mayor del Ejército Republicano, romances con otros toreros y ambientes nada puritanos. Pero nada le importó al líder taurómaco, pues lo que sentían ambos era mucho mayor que cualquier impedimento u oposición (que tuvo muchas, desde personajes destacados de la sociedad, hasta su querida madre y pasando por los compañeros de la cuadrilla); se amaron sin condiciones.

Los momentos más felices de un hombre que lo había conseguido todo en la vida fueron los periodos que vivió junto a su amada en un pueblo de Gaudalajara, Fuentelencina donde pasaron veranos enteros con la única preocupación de quererse y cuidarse, sin cámaras y sin restricciones (cosa que en España originó más de una polémica).

El día trágico del que se cumplen hoy 75 años, se encontraba Lupe Sino en Lanjarón y con toda la urgencia que pudo, luchando contra el paso inexorable de las manecillas del reloj, llegó la actriz a la plaza de Linares cuando el corazón del diestro todavía bombeaba la sangre justa y necesaria para poder decirle adiós. Sin embargo, se encontró con la negativa de varios personajes importantes (Camará y miembros de la cuadrilla) para dejarle pasar a despedirse. El absurdo argumento que esgrimieron: el médico había pedido descanso para el torero. La realidad es que temían que se casaran en artículo mortis y que parte de la fortuna cosechada con sangre y sudor en los ruedos de España por el torero pasaran a manos de Lupe.

Solo tuvo acceso a la enfermería tras certificar el doctor la muerte de Manolete. Los amantes no pudieron despedirse y con el sentimiento de culpa y el dolor de sentirse repudiada sobre sus hombros, marchó a México.

Tras la muerte del torero, la muchacha quedó relegada al más triste de los ostracismos, rehízo su vida con Manuel Pedro Rodríguez, pero nunca olvidó a su amado caído y tras su fallecimiento en 1959 y con el paso de los años, la historia le fue colocando en el lugar preferente que le correspondía en la vida del torero. Quién sabe si hoy día, la sociedad hubiera aceptado el romance y el torero pudiera haber disfrutado, sin amargor, del amor verdadero y sin límites que sentían los dos.

 

Contra todos y sin esconderse, el amor verdadero entre el torero y Lupe Sino triunfó para siempre (Fotografía)

 

A MODO DE CONCLUSIÓN: UN LEGADO VIVO 75 AÑOS DESPUÉS

El genial e irrepetible torero cordobés, tras 75 años, sigue vivo en la memoria popular de nuestro país y especialmente en la de los aficionados. Seguramente, si le preguntáramos a alguien ajeno totalmente a nuestro mundillo por el nombre de un torero famoso de la historia, nos contestaría sin lugar a dudas con el de Manolete. Es un icono que no se ha diluido con el tiempo, ese juez certero e implacable que hace del olvido su mejor arma. Un símbolo de una España pasada pero que marcó un precedente y unos hitos que ya nadie volverá a repetir.

Algo más de quinientas corridas, diferentes percances de gravedad, un sinfín de triunfos y una fecha (28 de agosto de 1947) y el nombre de un toro “Islero”, que lo llevaron para siempre a la inmortalidad. Un hombre que entregó su vida y su fama al más noble arte de todas las manifestaciones artísticas de nuestra tradición: la Tauromaquia.

 

Una de las pocas fotografías coloreadas que se conocen del torero
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