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Historia de una pierna

Una de las anécdotas más curiosas de cuantas pululan en el mundillo taurino es la de la pierna que perdió el torero “El Tato” a causa de una cornada. Ocurrió en el año 1869 y el apéndice de uno de los matadores más famosos del momento acabó en el escaparate de una botica en la calle Fuencarral de Madrid, convirtiéndose en uno de los reclamos publicitarios más macabros de la capital. Pero, ¿quién era “el Tato”? ¿qué ocurrió verdaderamente para que llegará allí su pierna? ¿qué paso finalmente con la misma? Vamos a conocer la historia…

Retrato de Antonio Sánchez, Tato – Los anales del toreo (Biblioteca Nacional de España)

ANTONIO SÁNCHEZ, EL TATO

Debemos comenzar haciendo un pequeño apunte biográfico para conocer mejor al personaje. Nuestro protagonista, nació y se crio en el barrio de San Bernardo en Sevilla, donde comenzó a ejercitarse en el toreo (aprovechando la proximidad del antiguo matadero) y luego en capeas de pueblos próximos a Sevilla donde alcanzó cierto renombre.

Tras ir de banderillero en muchas cuadrillas, fue en la temporada de 1852 entró a formar parte de la cuadrilla de Cúchares, quien le cedió un toro como sobresaliente sin alternativa en la plaza de toros de la Puerta de Alcalá de Madrid el 31 de octubre. En dicha corrida se lidiaron diez toros, cuatro en plaza entera para Cúchares y seis en plaza partida para Manuel Trigo y Manuel Arjona Guillén. Cúchares cedió a “El Tato”, previo permiso de la autoridad el cuarto toro, Estornino de don José Picavea de Lesaca, al que mató de estocada corta y otra arrancando, algo atravesadas, y descabello.

Retratado por J. Laurent – Biblioteca Nacional de España

Tras ello, y ya como matador alternativado, mantuvo una rivalidad con el Gordito, por ser el primero después de los inalcanzables Lagartijo y Frascuelo. El Tato fue un ídolo muy querido de la afición por su valentía, su majestuosidad y pundonor con los toros, además de por su graciosa forma de ejecutar el volapié. Con la muleta sólo tuvo un arte regular, lo mismo que como director de lidia.

DE CÓMO SU PIERNA ACABÓ EN UN ESCAPARATE DE LA CALLE FUENCARRAL

Tras estas primeras pinceladas biográficas, vamos a conocer ya qué pasó exactamente para que una pierna del torero acabara en un escaparate en pleno centro de Madrid. Nos tenemos que trasladar a el 7 de junio de 1869, concretamente a la antigua Plaza de Toros de Madrid, la de la Puerta de Alcalá, cuando el cuarto toro lidiado esa tarde, Peregrino de la ganadería de Vicente Martínez, embistió la rodilla derecha de nuestro protagonista, que era uno de los actuantes de aquella tarde.

La herida, que sobrecogió al tendido puesto que el torero cayó al suelo de forma espantosa, se complicó con el paso de los días y los médicos encargados de la cura, una semana después del incidente y viendo el nivel de infección que tenía en la pierna, tomaron una drástica decisión: para que el torero salvara la vida, debían amputarle la pierna. La explicación fue que, según parecía, el toro cuando corneó la rodilla del diestro, tenía los pitones manchados de la sangre fresca de un caballo enfermo de Arestín y por este motivo, la herida infectó con tanta rapidez, al adentrarse en ella el virus del caballo.

La cogida que le costó la pierna – Grabado de la época

Sin anestesia, por petición del torero, fue amputada la pierna y llevada rápidamente a una botica de la calle Fuencarral nº 11 para que allí fuera embalsamada. El boticario realizó el encargo y colocó la pierna en su escaparate que estaba situado en lo que hoy en día es el Edificio Telefónica de la Gran Vía, a la espera de que el torero se recuperara y decidiera qué quería hacer con su pierna perdida.

En cuanto se corrió la voz por Madrid, y teniendo en cuenta la natural inclinación del populacho por las cosas extravagantes, el escaparate se convirtió en un auténtico hervidero para poder contemplar la pierna del torero; una campaña de marketing genial.

Llegados a este punto, podemos pensar sobre qué pasó finalmente con la extremidad y, es que, la misma no duró demasiado, puesto que un incendio tan solo un mes después del incidente, el 13 de julio de 1869, arrasó la botica quedando reducidas a cenizas tanto la pierna como todo lo que se encontraba en el interior del local, por lo que el torero no pudo nunca recuperarla.

La supuesta pierna amputada del Tato, en una publicación de la época

<<NO HA VENIDO NI EL TATO>>

A pesar de la discapacidad, volvió a vestirse el traje de luces para seguir toreando con una pierna ortopédica, pero a pesar de tener un par de oportunidades no supo (pudo) aprovecharlas, debido a su limitación física y quedó relegado en el olvido como torero, incluso sufriendo algunas penalidades económicas (para lo que se le organizó algún festejo benéfico).

Para concluir y, tratando el artículo de este torero, no podíamos dejar de referenciar la famosa expresión que para siempre quedará ligada a él, ya que, cuando nos referimos a que a un determinado acto o plan ha venido poca gente y usamos el dicho <<no ha venido ni el Tato>>, estamos recordando su notoriedad en la época, en la que estaba presente en la mayoría de los carteles y diferentes actos de sociedad. Como se suele decir, no se perdía una.

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