A lo grande. Así festejó su 50º aniversario de alternativa el Niño de la Capea esta tarde en Guijuelo. Tres orejas y un rabo, que pudieron ser premio mayor de no ser por el acero en el cuarto con el que formó un lío, pero, sobre todo, la sensación de que la pureza y el temple de su toreo, inmortales, siguen intactos. Le acompañaron en hombros, El Capea y Perera, hijo y yerno, que firmaron sendos plenos en una tarde plena en la que colaboró también la buena y enclasada corrida de la casa.
Templadas verónicas del maestro Capea en el recibo de capa, aún mejores las del quite posterior. Pedro Gutiérrez Moya cuajó después al astado de Carmen Lorenzo que rompió plaza, un animal que tuvo bondad y al que toreó a placer a pesar de marcar las querencias. Tuvo temple y hondura su labor, con la que demostró estar pleno de facultades. La estocada, certera, le procuró los máximos trofeos.
Más estrecho de sienes y agradable, el cuarto fue un animal noble y de dulce embestida, que permitió al Niño de la Capea cuajarlo de manera inolvidable de inicio a fin. Desde los lances a pies juntos del saludo pasando por los delantales del quite hasta la faena, toreando siempre encajado y con suavidad, muy templado, por ambos pitones. La espada, sin embargo, se le atascó y sólo paseó una oreja.
El segundo fue un ejemplar noble, que tuvo ritmo y buen son ya de salida, propiciando un cadencioso saludo a la verónica de Perera. Después, muleta en mano, el de Puebla del Prior estuvo sereno y cuidó la embestida del ‘Murube‘ dosificándolo en tandas cortas en las que el pulso fue la clave, especialmente, con la zurda. No marró con la espada y logró las dos orejas.
Logró el pleno Perera en el quinto, otro astado bonancible con el hierro del Capea, en el que el pacense firmó una faena en su versión más ojedista, presidida por la economía de movimientos pasando el toro por lugares inverosímiles en un palmo de terreno. Formó un lío que rubricó con la espada y paseó el doble trofeo.
También tuvo bondad el tercero, altote y más basto de hechuras. Con él, El Capea construyó una faena de larguísimo metraje en la que fue acortando las distancias logrando siempre dar fiesta a los tendidos. Toreo clásico que llegó cada vez más al respetable. Estocada y dos orejas.
Cerró plaza el animal de menores cualidades del envío, que El Capea saludó de hinojos con torería. Después brindó a su padre y dio forma a un trasteo en el que los pasajes de mejor trazo llegaron con la mano zurda. Finalizó de nuevo de rodillas antes de una estocada contundente que le valió dos orejas más.
Plaza de toros de Guijuelo, en Salamanca. Festejo por el 50º aniversario de alternativa de Pedro Gutiérrez Moya ‘Niño de la Capea’. Lleno en los tendidos. Toros de Carmen Lorenzo y El Capea (3º y 5º), .
Niño de la Capea, (de marino y oro), dos orejas y rabo y oreja.
Miguel Ángel Perera, (de sangre de toro y oro), dos orejas y dos orejas.
El Capea, (de marino y oro), dos orejas y dos orejas.
Incidencias: Se guardó un minuto de silencio en memoria de Andrés Vázquez. Tras el paseíllo, el público obligó a saludar con una atronadora ovación al maestro Niño de la Capea.