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David Galván: «Quiero ser imparable interiormente»

Hace ya algún tiempo, un chico de 16 años que coleccionaba matrículas de honor decidió dejar su vida de estudiante para ser figura del toreo. Muchos pensábamos que lo sería y además muy pronto, pero dicen que los caminos de Dios son insondables. ¿Será éste que empezó en Alalpardo, el que tenía reservado a David Galván?

Con el doctor que le trata, ha optado por la fisioterapia para que se reabsorba la herida y no sea necesario intervenir, con idea de estar listo lo antes posible. Su tarde frente a los toros de Escolar fue muy seria y muy torera porque en el fondo así es David Galván, un tío muy serio y muy torero. Siguiendo la corrida por televisión medité sobre las vueltas que da la vida, y recordé aquellas dos novilladas en El Puerto de Santa María y Algeciras en las que un muchacho asombraba al público con unas condiciones portentosas. Nunca pensé, o sea, que tendría que jugarse su futuro en Alalpardo más de una década después. «Yo tampoco -reconoce- pero fíjate que no he recibido más llamadas y mensajes ni cuando por ejemplo corté una oreja en Madrid el mismo día que me pegaron una cornada. Lo que ha pasado ha tenido mucha repercusión».

¿Qué pensaste cuando te tocó en el sorteo de la Copa Chenel la ganadería de Escolar?

En el momento del sorteo estaba muy nervioso pero lo asimilé muy rápido. Al verme anunciado con esa ganadería y ese encaste me pregunté a mí mismo si estaba dispuesto, si afrontaría el reto con todas las consecuencias. Una de las cosas que tengo claras es que quiero quitarme todas las limitaciones que haya podido tener y ser imparable interiormente.

¿Crees que ahora es tu momento?

A estas alturas me coge todo esto con otra filosofía de vida, con otra experiencia y otra madurez. Posiblemente, si el triunfo me hubiera llegado antes, como todos esperábamos, no hubiese podido digerirlo. Siento que mi momento es aquí y ahora. Lo siento y lo vivo en el día a día.

¿Pero entonces das por bien empleada toda esta especie de travesía por el desierto?

Mira, ha habido etapas en las que he podido caer en lamentaciones, pero ahora mismo no cambio nada de lo que me ha pasado, porque todo eso me ha servido para estar más ilusionado y más comprometido que nunca, y más consciente que nunca de lo que quiero y de cómo lo quiero.

¿Qué quieres?
Lo que quiero es cumplir mi propósito en la vida, que es sentirme totalmente realizado con el toreo, y así poder contribuir al bienestar no sólo mío sino también de mi entorno.

¿Y eso cómo se consigue?
El toreo te va poniendo desafíos y si tú tienes esa visión de madurez a más largo plazo, una mirada no de gallina, sino de águila, entonces eres capaz de afrontar esos desafíos y al final, alcanzar el triunfo.

¿Te has sentido alguna vez excesivamente presionado por tantas esperanzas que habías despertado, a la postre insatisfechas?
Rotundamente, sí. Presionado, atenazado y limitado. Yo con 15 años no había cogido un capote y una muleta en mi vida y digerir de repente todas esas expectativas que levantas no es fácil. Con 19 años ya estaba tomando la alternativa. Yo tenía mis condiciones, sí, como cada uno tiene las suyas, pero se necesita tiempo para desarrollarlas. Además es que a todo esto hay que unirle que tengo un sentido de la responsabilidad muy grande. Dejé los estudios en cuanto vi que aflojaba un poquito, porque sentía que me tenía que volcar completamente en una cosa o en la otra, y elegí el toro.

¿Cómo cayó todo aquello en tu casa?
Entre mis profesores fue un escándalo porque yo sacaba matrículas de honor, pero mis padres me respetaron y lo entendieron. Salía de mi casa vestido de uniforme pero llevaba la ropa de tentar escondida en la mochila. Supuestamente iba a clase, pero lo que hacía era irme a los tentaderos haciendo auto-stop. De aficionado siempre, siempre, me iba al campo de esa manera, a la antigua usanza.

¿Qué pasó cuando te descubrieron?
Nada, porque en el fondo lo sabían. Una madre es una madre y se da cuenta de todo. Y como después sacaba muy buenas notas, no me decían nada. Siempre han tenido una confianza máxima en mí y, como te decía antes, el respeto por su parte ha sido absoluto. Y además, siendo unas personas que no tenían nada que ver con el mundo del toro. Yo viví hasta los siete años en Canarias, así que en mi familia lo de los toros era algo totalmente desconocido.

Para toreros en dificultades, la pandemia ha generado aún más incertidumbres. ¿Tú cómo lo has vivido?
Entrenando en un pequeño garaje con una pendiente muy pronunciada, muy incómoda, pero con la llama del toreo dentro. Diciéndome que yo podía aún emerger de esas cenizas. Y tenía claro que lo que hiciera en ese momento, bueno o malo, tendría sus consecuencias el día de mañana, por eso no dejé de entrenar, de vivir en torero, ni un solo día. Si llego a aflojar, hubiera firmado en ese momento el cheque de mi retirada.

O sea, que no has perdido la ilusión y el compromiso con el toreo ni en los peores momentos…
Por la profesión siempre he ido con una rectitud absoluta pero porque yo creo que hay que darle la importancia que verdad tiene. El toreo debe ser algo sagrado para nosotros, no debemos banalizarlo. El primer tentadero que me salió tras la pandemia fue en lo de Marcos Núñez. Me metió nueve vacas, estaba yo solo y cuando terminé me sentía que era el rey del mundo, porque me vi preparado, feliz… Pero claro, había hecho los deberes antes…

¿A veces pensaste que te habías equivocado de camino? ¿Que no debiste dejar los estudios?
Varias veces, pero porque yo veo el toreo como una filosofía de vida, no como un trabajo. Lo veía como un canal para poder expresar mi esencia, lo que yo soy. Y estaba tan comprometido con todo eso y no llegaban los resultados, que me entraban dudas. Lo que pasa es que al final siempre me ha surgido esa luz interior que me ha dicho que tirara hacia delante, que éste era mi camino.

No hemos hablado de tu toreo. ¿En todo este proceso de mentalización, hay lugar para pensar en tu toreo?
Eso siempre. En esta etapa tengo clarísimo que he de ser fiel a mi estilo, a mi concepto. La actitud es importante pero sin traicionar el toreo que de verdad siento, porque sería traicionarme a mí mismo. Y además, porque ser fiel a tu personalidad es la única manera de marcar una distinción, de dejar huella.

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