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Y Rufo llegó a Puerto

Foto: Plaza 1

Tomás Rufo se lleva la tarde con una muy buena faena al último toro, al cual cortó una oreja de ley rubricada con un estoconazo (de los de verdad). Tarde de figura de Manzanares, por encima de su lote, y maneras ilusionantes pero faltas de espada de Alejandro Marcos, que confirmaba alternativa, frente a una floja corrida de El Puerto de San Lorenzo.

Nudillos ensangrentados, así los tiene Tomás Rufo, que no se cansa de pegar puñetazo tras otro a la mesa del escalafón, abriéndose paso simple y llanamente a base de torear, que a fin de cuentas, es todo lo que vale. Tan grande como es la juventud y tan fresca como se porta en Toledo, los mares los abren una reata de toreros que se están revelando esta temporada, de la cual se halla a la cabeza por el momento.

La tarde agonizaba entre gritos de «toro, toro», revueltos los tendidos con respecto al ganado, que acusó clara falta de fuerzas a lo largo de todo el encierro. La falta de emoción suficiente se vio por momentos interrumpida por buenos pasajes de la mano de un Manzanares superior, que por falta de toro suficiente no saciaron más rotundamente los tendidos, hambrientos. Pues hoy se cumplió aquello de «lo mejor para el final».

Tras una faena de superioridad sin recompensa frente a un pozo sin agua que hizo tercero, cuando parecía que estaba todo perdido, le salían los caballos al sexto. Como un resorte saltó el toro a por el peto que le correspondió, echándoselo al morrillo como los cargadores de los puertos antiguos, con tal rabia que echó a volar a ambos caballo y varilarguero, cayendo yacentes ambos sobre el albero, rodando el corcel sobre Manolo Sayago, el picador, que en un caótico remolino de polvos soliviantados por una maraña de pelo, se halló entre el peto y el suelo. Angustia. Entre capotes y monosabios volvió aquello a la normalidad, teniendo que sustituir Iván García (no confundir con el banderillero), que guardaba la puerta, a su compañero, que se dirigía por su propio pie a la enfermería. Esta entrada le levantó de la silla, por fortuna sin mayor jaleo que el arreón propinado. En un mar de murmullo, haciendo de tercero, mármol de Praxíteles se hizo Fernando Sánchez, que esperaba sobre sus machos al cornúpeta que de lejos se arranchaba. En un palmo de terreno, sin urgencia mayor que el arte, sentó uno de los mejores pares de la Feria, y Madrid entera se puso en pie. Ya solo quedaba faenar, y Rufo, franela en mano, comenzó genuflexo en medio del jaleo. Cuando quisimos darnos cuenta, estaba el toledano ganando la acción al toro una y otra vez a base de roce acariciado, vuelo suave, sutil. Corría la mano despacio, sin pero, ligando en series de cante grande, quince pases que dieron a la tarde el aire que pedía desde el principio, y no precisamente el de las banderas. Crujía la Calle de Alcalá desde la puerta a los ladrillos. El toro no quiso estar a la altura, a lo que fue decayendo en intensidad, trayectoria e intenciones, a lo que Rufo acortó distancias y se entregó más si cabe. Alguno de los lances que le escaparon en el cierre volvieron a hacer retumbar a Madrid, y el acero entró como quien corta mantequilla. Cortó una de ley, a lo que el público pedía las dos. De haber mantenido el toro el vuelo que tuvo al principio, bien pudiera haberlo sido.

Manzanares, ya les dije, fue quien abanderó los oasis a lo largo de la tarde. Su compostura, su saber hacer, dejaron claro el porqué de su naturaleza de figura, mostrándose muy superior a los dos toros que le tocó estoquear. Su primero empezó con pie izquierdo tras un quite accidentado en el capote de Tomás Rufo, a quien se le apareció la mismísima Virgen del Rocío. Se vio con los pitones de la bestia en el cuello, los cuales hasta le arrancaron el corbatín, pero sin llegar a hallar presa. Ambos cara a cara del alicantino con su lote tuvieron un denominador común además de la supremacía del lidiador sobre los lidiados, y fueron las manos moldeadoras que tomaron muleta. Ninguno de los dos franciscanos estuvo dotado de fuerza suficiente, pero puso esa fuerza Manzanares, inventándose series previamente nada claras a la vista. Especialmente transmitió en su segundo, viniendo arriba a un ejemplar, encelándole en actitud y caminos. Falló con la espada en este caso como no lo hizo en el primero, pinchando en dos ocasiones hasta hallar el hoyo. Sendas ovaciones se le tributaron.

Confirmaba alternativa Alejandro Marcos, que anduvo en boca de todos tras cumplir con creces en el ojo del huracán aquella tarde del año pasado con los de Galache en su tierra, Salamanca. Hoy el foco se cernía de nuevo sobre él, con todo por caminar frente a una plaza llena. Totémica fue la expresión del toro de la ceremonia, que salió plenamente varado en las aguas arenosas de Las Ventas. No quiso capote hasta tomar vara de forma discreta, y Alejandro Marcos aprovechó para soplarle un buen quite por Chicuelo, a pies juntos, hundido el mentón. Tocó intercambiar trastos, tras lo cual se dirigió a brindar a su tío, que se persignaba en rogativa por las luces. El morlaco hizo por romper en mejoría, pero acusó falta de fuerzas desde los inicios. Toreó clásico el salmantino, cargando la suerte y abandonando los adentros a pesar de la caída en pendiente de su oponente, desordenado e irregular. Se rajó y tocó matar, lo cual fue un martirio para el espada, que entró hasta en cuatro ocasiones para luego descabellar seis veces. Silencio. En su segundo el toro hizo por moverse en el capote, empujó discreto en el caballo y acusó flaqueza de manos posteriormente. La faena fue desigual en trayectorias a causa de la intermitencia del animal, que a veces quería y otras no. Tuvo que abreviarle su lidiador tras hallarse sin caminos, y de nuevo apareció la cruz de la espada: seis pinchazos y estocada en el sitio. Falto de carretón, demostró buen concepto a pesar de todo.

La corrida de El Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto acusó una clara falta de fuerzas en su totalidad, y si bien destacaron por momentos algunos de los animales fue por la habilidad de encontrarles fondo de sus lidiadores (porque estaba, pero escondido). Destacable la fiereza intermitente del último, especialmente en caballo y banderillas, pero doliéndose de nuevo de manos en la muleta, así como sus hermanos. El palco debió de haber devuelto al 3º, claramente inválido. No obstante, anduvo acertado concediendo un único trofeo frente a la insistencia de doble trofeo por parte del público.

Ilusiona ver de nuevo a los tendidos entregados a un joven capaz de emborrachar de toreo a cualquiera, y más sabiendo que, como ya les dije, encabeza un ramillete de gallos que vienen a por lo que es suyo, a poner firme al resto del escalafón. Dios quiera que los caminos se les abran, que cuajen, y que podamos volver a ver otra época dorada del toreo en rivalidades, ricos los contendientes en conceptos y habilidad, y tirón y transmisión en los tendidos cada uno con lo suyo. Potencial tienen. ¿Nosotros? A las plazas, a verles y a exigirles. Agua fresca baja del monte.

 

RESEÑA

Viernes, 3 de junio de 2022. Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). 27ª de San Isidro. 6 Toros 6, de El Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto (3º), para: José María Manzanares, de corinto y oro, ovación y ovación con saludos; Alejandro Marcos, que confirmaba alternativa, de rosa y oro, silencio en ambos; y Tomás Rufo, de sangre de toro y oro, silencio y oreja con fuerte petición de la segunda.

Incidencias: saludó una fortísima ovación Fernando Sánchez tras poner un gran par al sexto toro de la tarde.

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