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Vuelve Pablo Aguado

Cinco meses después Pablo Aguado ha vuelto a torear, que para un torero es como volver a vivir. En la antesala de este regreso íntimo había dudas e ilusiones, se mascaba ese miedo tan particular del toreo, que mezcla la inquietud con la esperanza. Le acompañó su gente y fue en casa de Pepe Murube. La rodilla respondió y también lo hicieron sus muñecas, que no se han oxidado en este largo invierno

Porque han sido muchas jornadas de rehabilitación, con el dolor y el esfuerzo como compañeros de viaje para llegar a esta meta, que es a la vez un punto de partida. Junto a él, durante todos estos meses ha estado Víctor Salas, el que fuera futbolista del Sevilla y ahora máximo responsable de una empresa dedicada al trabajo integral de recuperación y readaptación de lesiones, especialmente en deportistas de élite. «El afán de superación -explica Víctor- ha sido impresionante. Ha habido semanas que hemos trabajado en sesiones completas de mañana y tarde de lunes a sábado. Es la primera vez que trabajo con un torero y tengo que decir que ha sido un placer, por la disposición y carácter que ha mostrado desde el primer momento hasta llegar al día de hoy».

Imagen: Carlos Núñez

Se han cumplido los plazos y, si cabe, se han adelantado unas semanas, pues lo normal es que el periodo de recuperación en el ligamento cruzado esté entre cinco y seis meses, y en el caso de Pablo entró en el quirófano el 20 de septiembre, y el 8 de febrero estaba vestido de corto en una plaza de tientas. «En la élite hay unos patrones que se repiten -explica Víctor- y en Pablo no ha sido una excepción. He visto en él la seriedad, la concentracion, el hambre, el tener un objetivo muy claro y superar todos los límites para llegar a él».

Pablo ha aparecido en ‘La Covatilla’ amparado por sus apoderados, el maestro Curro Vázquez y su sobrino Juanfran, y también por su cuadrilla. Están todos felices pero inquietos, deseando romper ese hielo que han generado los meses de espera. «Llego -dice el torero- con la ilusión de cuando iba a la tapia de aficionao. Tengo nervios pero son nervios bonitos, provocados por la ilusión, por las ganas. ¿Casi medio año dices? Pues sí, no lo había pensado. Cómo pasa el tiempo…  Pero no importa, ya estoy aquí otra vez».

 

TEMPLE MURUBEÑO

Pepe Murube le había encerrado varias becerras pero la idea es que tentara un par de ellas, pues como punto de partida era suficiente. Por cómo embistieron, parecían escogidas para la ocasión y seguramente lo estaban. Muy nobles ambas, la primera tuvo un estilo magnífico pero la segunda además derrochó clase. El primer lance fue como un pequeño triunfo. «Me propuse -diría luego el torero- que fuese con la pierna flexionada, para demostrarme a mí mismo desde el primer momento que la lesión estaba superada». Paró el torero la vaca, la puso varias veces en el caballo y cojeó levemente al correr para el burladero. «Lo hago todavía a veces, de forma inconsciente», aclaró después.

Imagen: Carlos Núñez

Con la muleta fue una delicia verle torear. Este encaste de Murube tiene ritmo pero pide manos templadas, pues los animales acusan enseguida el más mínimo desajuste. Hay que engancharlas, embeberlas en la muleta y llevarlas muy cosidas a ella. Aguado bordó el toreo especialmente con la mano izquierda, con naturalidad y a la vez con hondura, muy despacio, con esa suavidad que demandaban los animales:

«En estos meses de inactividad le he dado muchas vueltas a mi tauromaquia, he pensado en qué debía mejorar, y hoy he logrado torear con la misma naturalidad pero más por abajo al final del muletazo, que es algo que me había propuesto».

Desde arriba, donde todo se ve más fácil, no se apreciaron dudas, no se notaron los meses de parón, Aguado le cogió la velocidad a las becerras casi desde el primer lance, y las dos faenas de muleta estuvieron plagadas de muletazos extraordinarios. Pero el torero aclara que la percepción externa es distina a las sensaciones del que se pone delante:

«Lo que sí he notado en el apartado negativo, aunque no me ha sorprendido, es la falta de soltura entre el final del muletazo y el inicio del siguiente: girar, quedarte colocado, tocar en el momento justo…. Esa falta de sincronización la acusas después de un mes sin torear, así que imagínate en mi caso. Estoy tranquilo porque era algo con lo que contaba. Por lo demás, muy feliz: sentir otra vez la embestida de un animal bravo, ver cómo se desliza por las vuelos de la muleta, cómo la acompañas con el cuerpo… Es que torear es una cosa muy bonita…».

Imagen: Carlos Núñez

ILLESCAS COMO OBJETIVO

El trabajo con Víctor Salas no ha sido a nivel segmentario, aunque lo esencial era recuperar ese ligamento cruzado, sino que ha ido más allá: la rodilla, sí, pero también la concentración, la postura, los movimientos, el equilibrio, la alimentación, la fuerza… «Antes -recuerda Pablo- se me cargaban los antebrazos y tenía que dejar de entrenar o de hacer tentaderos, así que hemos fortalecido el tren superior para repartir el peso. Esto de la musculación, bien gestionado y teniendo claro el preparador que tú no eres un culturista, resulta muy positivo. Pero además es que la implicación ha sido absoluta. Yo me he esforzado al máximo, sí, pero él se ha desvivido de la misma manera».

Hacía frío en ‘La Covatilla’ a la caída de la tarde, con el viento apretando y el sol perdiéndose por la campiña. Pablo se marchaba a una casita de la sierra, donde ha instalado su cuartel general con vistas al año 2022. Allí cenó con la cuadrilla, la primera cena de una temporada que se prevé apasionante. «Lo de hoy no era solamente torear dos becerras, sino superar un reto, llegar a una meta que me marqué hace cinco meses».

Le queda sin embargo lo más difícil: el encuentro con el toro, la competencia con sus compañeros, los pulsos de despacho y la exigencia del público, que siempre quiere más. «En contra de lo que a veces pueda parecer -comenta el sevillano- soy perfeccionista hasta lo obsesivo, muy exigente conmigo mismo. La gente tiene que ver a un Pablo Aguado mejor que el que han conocido hasta ahora. Si no lo consigo, es que soy muy mal torero».

Imagen: Carlos Núñez

El plan de aquí a la reaparición en Illescas es bastante coherente. Tres o cuatro tentaderos más para adquirir soltura y, enseguida, empezar con los toros a puerta cerrada. Teniendo en cuenta que la cita es el 12 de marzo, apenas un mes de preparación parece un periodo de tiempo escaso para una puesta a punto idónea. ¿Tienes miedo de no llegar bien a la reaparición?, pregunto. «Lo ideal hubiera sido llevar tentando y toreando de salón dos meses, pero las circunstancias son las que son y no merece la pena darle vueltas al asunto. El tiempo es mucho o poco depende de cómo lo aproveches. Y yo, lo voy a aprovechar».

Imagen | Carlos Núñez

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