El caballo. Padre de los excesos y las virtudes. Metáfora del alma humana, reflejo de sus más íntimos adentros. Templanza y arrebato fundidos en una criatura, siendo el firme galope el único camino posible en sus lomos. Aúpa al mundo a quien lo monta, abre los ojos a su jinete. Signo de la nobleza, del arte o de la victoria en la guerra. Espejo de los sentidos.
La corrida del arte del rejoneo de este San Isidro se planteaba interesante. Tres jinetes muy distintos se daban cita en el coso de Vistalegre. El apellido Hermoso de Mendoza monopolizaba el cartel, con la presencia de Lea Vicens como nexo entre padre e hijo. Hoy el patio de caballos hace especial honor a su nombre, desprovistas hoy las crines de petos, trenzados y engalanados los corceles, toreros hoy.
El primer toro de Fermín Bohórquez, negro, cornicorto, en Murube, salió con brío de toriles. Recibió Pablo Hermoso de Mendoza desde los mismos medios, montando a Jíbaro, arrastrando en su galope al burel, llevándolo en los cuartos traseros, muy toreado. A la hora del rejón de castigo, el toro se mostró un poco menos pronto, lo que propició su colocación un punto trasera, pero en lo alto, para luego probarlo, ya sin rejón, en las telas de la bandera con el hierro de la P y la H. Montando ahora a Berlín, puso banderillas en lo alto, al quiebro, y desplantando con elegancia, andando también por los adentros. El toro se mostraba pronto incluso en las distancias, con un ritmo ahora más templado, pero acusaba cierta falta de recorrido con respecto a sus inicios. Montando ahora a Índico, recortó distancias mirando por el desgaste que ahora mostraba el astado, clavando una única banderilla que remató con una torera pirueta, y pasando a las cortas con el espectacular lusitano albino Alabama, clavando dos por dentro y al sesgo, con criterio, aliviando. También por dentro le buscó la muerte al ya parado Bohórquez, pinchándolo a la primera y clavando una media estocada con el segundo rejón, que le valdría al toro para morir. Ovación con saludos tras leve petición.
Montando a la yegua Guitarra salió Lea Vicens a recibir a su hondo primero, también de cortos pitones. Salió enérgico, ante lo que la jinete francesa clavó un buen rejón de castigo, en lo alto, para adornarse en un lance posterior toreando al cuatreño con el sombrero. A lomos de Gacela, corrió al toro aprovechando sus pies. Distancia quería la amazona, pero le costaba clavar las banderillas. Se mantuvo en su búsqueda distante, andando más bien hacia el de los pitones, que se arrancaba mejor en una media distancia, clavando una banderilla algo caída y trasera. Salió en la montura que portaba ahora Diluvio, caballo árabe y negro, gustándose ahora más en las acometidas, situándose Lea Vicens en los medios. Puso dos banderillas, bien colocadas, en las que el toro le galopó con brío, transmitiendo pero algo desgastado ya. Dos banderillas cortas clavaría a lomos del poderoso Diamante. Entero clavó el rejón de muerte, pero, al tardar en caer el animal, tuvo que armarse con el descabello, con el que fue certera. Oreja.
Con Barrabás se fue Guillermo Hermoso de Mendoza a recibir a su primer oponente, cornigacho, terciado. Se enredó con él en los inicios, aprovechando el celo prolongado del toro. El primer rejón de castigo fue bien colocado, con limpia técnica en la manufactura de la suerte. Decidió ponerle un segundo, cuyo mango no llegó a desprenderse debido a ser clavado el rejón prácticamente encima del puesto anteriormente. Montando al caballo Disparate, puso tres banderillas buscando llevarlo muy toreado, aprovechando el fondo del toro. Al quiebro, en los medios, andándole a compás con el caballo Arsenio, le clavó dos banderillas, llegándole desde lejos, aunque costándole al jinete enganchar el embestir del cornúpeta en ocasiones. Lucido, con mando y gallardía le salía de la cara con el tordo rodado por muleta. Una flor sirvió de prólogo para, tras pedir permiso a la autoridad, clavar un buen par de banderillas de las de a pie a dos manos. Tres pinchazos hicieron previa a un rejonazo entero que se demoraba, finiquitando con la cruceta su labor, con la que acertó a la segunda. Ovación que saludó desde el tercio.
De nuevo, las riendas de Jíbaro fueron capote para las embestidas del negro cuarto de la tarde, hondo y bajo. Sirviéndose de sus embestidas, con motor, intentó clavar por primera vez un rejón de castigo que se desprendió sin clavarse. Encontró Pablo Hermoso de Mendoza éxito en el segundo intento, clavando en el sitio y con lucidez en la suerte. Parecía el caballo Extraño revestido con las pieles del mismo animal que le desafiaba sobre las arenas, negro como el Universo. No fue sencillo clavar banderillas, debido a la escasa prontitud del toro, que sin embargo, tenía buen hacer cuando se decidía a acometer a tiempo. Dos banderillas precedieron a Ilusión, cuyo trote casi musical hizo que el toro despertase en pasajes, pero sin romper en finales, acabando por hacer más difícil el poner palos. Aprovechó, pragmáticamente, las medias embestidas de su fatigado adversario para colocar tres banderillas cortas con el tordo Corsario, que, debido a lo parado del animal, no pudieron tomar mayor vuelo. Pinchó el caballero navarro y puso luego un espadazo casi entero pero algo caído. Precisó de un descabello para rematarlo. Oreja algo generosa.
Pelos negros, al igual que sus hermanos era el quinto de la tarde que nada más salir se partió el pitón de raíz , sin llegar a desprenderse de manera destacable por lo que no fue devuelto. Nefasta, trasera y muy baja fue la colocación del primer rejón de castigo, por lo que necesitó clavar un segundo, algo caído, pero a la altura adecuada, montando a la yegua Cleopatra. Sobre la montura del famoso Bético, bello, adornada su crin con blancas flores que se trenzaban sobre su cuello como si trazasen una medialuna, Lea Vicens clavó tres banderillas, estando el toro poco pronto, reacio en acometida, algo agarrado al albero, por lo que fueron necesarias numerosas entradas. Salió posteriormente la nimeña con Gacela, con la que igualmente, hizo la suerte sin clavar varias veces, poniendo una única banderilla, más parado ahora el burel. Cambió de montura para subirse a lomos de Deseado, con el que puso dos rosas hechas banderilla corta. Se le atragantó la espada, pinchando a la primera y enterrándola atravesada y trasera a la segunda, sin partir el rejón, por lo que dejó momentos muy deslucidos intentando desmontarlo, que fueron protestados por el público. Ya a pie, fue a por el descabello, pasaportando al toro en el tercer intento. Silencio.
Saldría el último toro de la tarde, algo basto de cara que no de pitones, negro, cómo no. Guillermo Hermoso de Mendoza volvería a enredarse en el recibo, pasando al toro por ambos pitones con ligazón, montando a Alquimista. Clavó un rejón en el sitio, seguro de sí, que consideró suficiente. Sobre Ecuador, nieve, buscó clavar con la suerte del quiebro, que se complicaba por la notable prontitud del toro, saliéndose el toro de la suerte. A la tercera finalmente lo consiguió medir, dejando una banderilla lucida, que tuvo eco en los tendidos. Acusó nuevamente en diversas ocasiones la dificultad de torearlo hasta el final, teniendo que entrar varias veces en algunos casos, con intentos en falso, pero poniendo sin embargo palos de gran plasticidad, entregándose al toro en todo terreno, galopándole por dentro y dominando todo movimiento. Cambiando ahora por Disparate, evocó con numerosos adornos los olés de las gentes, que no perdían ojo de lo que jinete y caballo contaban en el ruedo. Muy buen toro fue este ejemplar de Bohórquez, que crecía en las riendas de Guillermo Hermoso de Mendoza, que derramaba sus entrañas por donde pasaba. Por todo lo alto, en medio de la cúspide de su toreo, puso de nuevo banderillas de las de a pie a dos manos, a lomos de Esencial, elevando a las gradas de Vistalegre. Un bajonazo hizo menos dulce su labor, que no pareció importarle ni mucho menos al público al servir al poco rato, que le otorgó las dos orejas del toro.
Ecléctica fue la corrida de D. Fermín Bohórquez, cuatreña en su totalidad, con cuajadas carnes en líneas generales, diversa de cornamenta en longitud, con algunos toros algo justos, como lo fueron los dos primeros. En comportamiento, tuvo opciones, destacando presumiblemente el último toro de la tarde, “Nominado”, herrado con el número 15. Le faltaron finales a algunos de los que salieron hoy por toriles, lo que deslució los últimos tercios, de acusada mala espada y excesivo descabello en los caballeros que hoy se presenciaron en la nueva “Chata”. Pablo Hermoso de Mendoza estuvo técnico y pulcro con su lote, que se le desgastó de cara a las postrimerías de sus dos faenas. Cara y cruz vivió Lea Vicens, cortando una oreja de su primero, buen toro, y bastante poco lucida con su segundo, marrando además con los aceros. Guillermo Hermoso de Mendoza dejó testimonio de que, al igual que en el escalafón de matadores, el caballo tiene futuro. Bien, con detalles muy toreros, y confianza, estuvo en su primero. Con raza, entrega y espíritu cuajó una gran faena a su segundo, ensalzada por un gran burel, mostrando gran desparpajo a pesar de su corta trayectoria y juventud. Hizo suya la tarde, se la metió en el bolsillo.
La entrada… siguió igual. Bien es cierto que los festejos de rejones suelen registrar menor cantidad de público, pero se sigue en una mala línea al respecto. Algo pasa con Vistalegre, mientras que plazas como Córdoba o Constantina rebosan en fechas en las que el centro del mundo del toro se iba a vivir a Madrid por un mes. A pesar del escaso público, hubo buen ambiente en los tendidos, cuyos ocupantes eran, casi en su totalidad gente joven, algo a aplaudir. Pero duele ver a una plaza así. Hay que hacer algo. El toro y el caballo siguen su rumbo, mientras la oscuridad se va atreviendo a aparecer en los cielos de Madrid, cuyo Sol somnolece.
El de las crines posee mi destino,
Destino que va con la noche,
Noche que baja hacía el río,
Río que bebe del hombre.
Domingo, 16 de mayo de 2021. Corrida de Rejones. 6 Toros 6, de D. Fermín Bohórquez. Pablo Hermoso de Mendoza, ovación con saludos y oreja; Lea Vicens, oreja y silencio, y Guillermo Hermoso de Mendoza, ovación y dos orejas.
Incidencias: al término del paseíllo, se guardó un minuto de silencio en memoria de Joselito el Gallo, en el 101 aniversario de su trágica muerte en Talavera de la Reina. Al concluir, sonó el Himno Nacional.
Ricardo Pineda