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Roca Rey, el huracán que no cesa, hace escala en Valencia

Tardes como las de hoy son las que te reconcilian con el toreo. El ambiente, aunque lejos del lleno, no tuvo nada que ver con el de la víspera. Una corrida de toros embistiendo, un torero lanzado y en agraz como Roca Rey arrollando con todo, la mejor versión de un Román por fin acartelado con las figuras en su plaza… Todo fueron argumentos de peso para persistir e incidir en el rescate de la Fira. Se puede y se debe conseguir.

Fue un viernes de Feria de Julio de los de siempre, de los de toda la vida. De los que nos han traído hasta aquí a lo largo de décadas y décadas de historia. Valencia vibró y Valencia se emocionó. Y es que lo de Andrés Roca Rey empieza a ser algo abrumador. Su capacidad en la cara del toro es insultante. Si a su buen primero lo cuajó a placer, le hizo diabluras con capote y muleta además de tener tiempo para poner en escena el mejor toreo clásico, lo que le hizo al más complicado sexto tuvo mayor mérito si cabe. Fue este un animal más incierto al que trató como si fuera bueno y al que se acabó subiendo encima literalmente. Qué valor para arrimarse de verdad, sin que te cambie un ápice el semblante, qué valor para torear bien. Por si todo lo anterior fuera poco, anduvo sensacional con la espada y paseó tres orejas que debieron ser cuatro. Corren malos tiempos para los haters del peruano…

La corrida de Victoriano del Río, grandona y desigual, tuvo dos toros de nota alta: tercero y quinto. A ambos se les premió con la vuelta al ruedo. Si «Casero» tuvo las virtudes de la duración y la alegría, «Manisero» tuvo las de la clase excelsa y el ritmo. Fue éste último un toro de bandera. Un segundo  de corrida exigente y un sexto con fondo de bravo, también sumaron en el envío del ganadero madrileño. Solo el lote de Morante, hay que ver lo de este hombre con los sorteos, fue más parado y deslucido. Lo intentó el de la Puebla con tesón pero solo pudo dejar goterones de su categoría torera.

Román dio la cara siempre. No era fácil estar a la altura ni de tanta exigencia ni de tanta calidad como tuvieron sus toros. Y lo estuvo. Con la dificultad añadida de hacerlo con una cornada envainada que le pegó el primer toro de Morante cuando se hizo presente en el quite. Ni un mal gesto ni una renuncia. Solo la espada, otra vez la espada, le privó de acompañar al Cóndor del Perú a hombros. Una pena, pues la de hoy era tarde marcada en rojo para él en su carrera.

Todo ello se lo habíamos contado ya toro a toro desde la misma plaza. Y aquí pueden leerlo:

Sexto toro:

Más reunido de hechuras el sexto, Roca Rey se lo sacó por abajo hasta los medios con la tranquilidad de quien se toma una horchata en Alboraia estos días de sofocante calor. No perdonó el quite, por chicuelinas. Volvió a brindar al respetable y esta vez inició su faena poderoso por abajo al hilo de las tablas. Fue este un toro que tuvo la virtud de la fijeza pero al que había que llegarle mucho para poder ligarle los muletazos. Lo hizo Andrés, con una quietud y valor insultantes. Bárbaro su sitio en la cara del animal. Consintiendo y metiendo en el canasto a un toro que acabó rendido al peruano. El arrimón final, literalmente encunado entre los pitones, fue de los de verdad, con el mérito añadido de que no parece suponerle ningún esfuerzo. Con la espada, de nuevo un cañón. Le pidieron con fuerza las dos orejas, pero el usía decidió concederle una. A esas alturas de la tarde, ese trofeo se antojaba ya mera casquería. Oreja con fuerte petición de la segunda.

Quinto toro:

Román salió de la enfermería con una cornada envainada y el ánimo intacto a parar al feo cuarto, que abría la cara y era alto como un campanario. Tras el quite de Roca Rey, brindo el valenciano su faena al público y el feito de la divisa madrileña rompió a embestir bien de verdad. Clase, ritmo y humillación fueron las virtudes de «Manisero», con el que Román se rompió toreando. No era fácil estar a la altura de tanta calidad y el valenciano lo estuvo. Los derechazos, de mano baja, prolongaron la maravillosa embestida de un ejemplar, este sí, merecedor de la vuelta al ruedo que fue concedida. Al natural, la mejor zocata de Román volvió a escena para ralentizar la excelsa condición del toro de Victoriano. Hermoso el final de faena a dos manos. Tímidos pitos reclamando el indulto y el torero que entierra la espada al segundo intento, esfumándose el premio. Vuelta al ruedo tras aviso.

 

 

 

Cuarto toro:

Morante tampoco pudo brillar de capa con el grandón segundo de su lote. Muy pesadora toda la corrida de Victoriano del Río. Fue este un ejemplar que no acabó de emplearse y con el que el de la Puebla hizo un sincero esfuerzo, llegando a torear de manera espléndida al natural. Sin embargo, la condición del toro, sin raza alguna, llevó a que esta se diluyera entre enganchones y el desánimo del propio torero. Silencio

 

 

Tercer toro:

Roca Rey se sacó a los medios al tercero con suficiencia, temple y recursos toreando a la verónica. Lo mejor fue la media verónica con la que abrochó el recibo. En el quite, en el que alternó chicuelinas con tafalleras, el peruano armó un auténtico alboroto. Bien la cuadrilla en banderillas, El Soro se arrancó con la diana floreada desde el tendido y Andrés le brindó su faena. El inicio, de rodillas, con los pases cambiados por la espalda, fue explosivo. Ya de pie, Roca Rey cuajó al toro a placer. Por momentos muy reunido, muy templado, con largura y recorrido en todo su quehacer. Hubo un circular que todavía dura. Buen toro el de Victoriano, que respondió a aquel ejercicio de autoridad. El final por luquecinas, muy ajustadas, volvió a levantar al público de sus tendidos. La estocada, hasta las cintas, puso en sus manos el doble trofeo con toda justicia. Sorprendió la vuelta al ruedo para el toro, herrado con el número 47, de nombre “Casero”.

 

 

 

Segundo toro:

Se estiró muy bien Román con el segundo a la verónica. Pocas veces se le ha visto así con el percal en su plaza. Mejor hecho que su antecesor, bizco del pitón izquierdo y con la cara colocada, repitió con alegría un toro que empujó en el primer puyazo y se arrancó de lejos en el segundo, que fue un picotazo. Manseó en varas, buscando la salida en terrenos de sol y poniendo en algún apuro a las cuadrillas. Tanto, que el presidente cambió el tercio con solo tres palos. El de la divisa madrileña llegó a la muleta con mucho guardado y exigió en las telas. Román, entregado y decidido, le plantó cara en una labor basada sobre el pitón diestro y lo vivido tuvo emoción. Con el trofeo ganado, se atascaron los aceros. Ovación con saludos tras aviso.

 

 

Primer toro:

Pasaban doce minutos de las siete de la tarde cuando hacía acto de presencia en el ruedo el primero de la función. Altón y despegado del suelo, 586 kilos rezaba la tablilla, el de Victoriano del Río se mostró muy remiso a tomar los capotes de salida. Juan José Trujillo fue el encargado de ir al toro. Una vez visto, Morante se apretó con él en un recibo más voluntarioso que bueno. A punto estuvo Román de cobrar una voltereta en el quite. Morante le hizo cosas bellísimas con la muleta mientras duró el toro, que fue muy poco. El arranque, despacioso y a compás y una tanda sobre la diestra que fue pura armonía, fueron muy jaleados. Se agarró el toro al piso a continuación y el artista, esta vez insistente tras indicar a la banda que dejase de tocar, se pegó un par de carreritas tras quedarse el toro debajo de las zapatillas cuando toreaba al natural. Con la espada, anduvo mal. Un par de pinchazos y un tercero hondo que sirvió. Silencio.

 

RESEÑA

hierro victoriano del río

Plaza de toros de Valencia España. Segunda corrida de abono de la Feria de Julio. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Victoriano del Río, bien presentados y de buen juego en líneas generales, excepto el lote de Morante. El buen 3º, de nombre “Casero” y herrado con el nº 47, fue premiado con la vuelta al ruedo. El excelente 5º, por calidad y ritmo, herrado con el nº 49 y de nombre «Manisero», también premiado con el pañuelo azul. Exigente el 3º y con fondo de bravo el 6º.

Morante de la Puebla (de nazareno y oro): silencio y silencio.

Román (de blanco y plata): ovación con saludos tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.

Roca Rey (de tabaco y oro): dos orejas y oreja con fuerte petición de la segunda.

Incidencias: Casi tres cuartos de plaza en tarde calurosa. Antonio Chacón y Paco Algaba se desmonteraron tras parear al tercero de la tarde.

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