spot_img
spot_img

Manzanares y Talavante, en el paraíso de la calidad excelsa de Garcigrande

La feria levantó el vuelo de manera definitiva la tarde en la que, con la llegada de las figuras, bajó el listón de la presentación del toro. Nada nuevo. Como embistieron, vaya si embistieron, especialmente dos toros de Garcigrande, la cosa quedó en anécdota. Con todo, varios animales fueron pitados de salida por una santa afición a la que al rato ya se le había pasado el disgusto.

Alfarero”, así se llamaba el segundo de la función, tuvo clase para moldear una ganadería entera. Con él, José María Manzanares había dejado un gran recibo con el capote antes de cuajarle media faena antológica. Y decimos media porque un desarme vino a trastocarlo todo y la segunda parte del trasteo ya no fue lo mismo. El cañón habitual con la espada puso en sus manos el doble trofeo. Otro paseó del buen quinto de El Puerto de San Lorenzo, al que toreó con más pausa y por momentos más despacio. Lo mismo, pero más cerca, sería de apoteosis.

Talavante llegó tarde al paseíllo. Tampoco es novedad. Pero es que también llegó tarde para enterarse de que al manejable tercero, cuando le hacía las cosas por abajo, respondía. Pero se diluyó en inventivas, cambiados por aquí y por allá y cabriolas varias. Para compensarlo, se puso a torear en serio y de primeras al extraordinario sexto, de nuevo de Garcigrande. “Babieca” se llamaba y Alejandro de Extremadura se subió a los lomos de su clase infinita cual Cid Campeador en tiempos de reconquista. Muy reunido, muy vertical, muy apasionado, regresó la mejor versión de un torero que no podemos permitirnos el lujo de perder. Qué toro “Babieca”, de los de salón cuando sueñas faenas grandes. Y qué ganadero Justo Hernández, porque no hay que olvidar que, aunque pasten ya en la finca de su hermana, esos dos toros de bandera de hoy llevaban todavía su sello de autor.

Regresaba a los ruedos Sebastián Castella tras tres años de reflexión. Ni una palma de aliento tras romperse el paseíllo, a modo de presagio de que no estaba la tarde para él. Infame el lote. Imposible el lucimiento.

Mañana, palabras mayores y papel acabado, llega Roca Rey. Y llega Emilio de Justo. Y ese Aguado del arte al que hay ganas de ver ante la casta que se le supone a los toros de Victoriano del Río. Se lo contaremos en TORETEATE, como hoy les hemos contado el festejo toro a toro. Así:

Pasaban ocho minutos de las cinco cuando los toreros iniciaban el paseíllo. Por megafonía anunciaban el motivo: Talavante y su cuadrilla llegaban tarde. Como no es la primera vez que sucede, podemos afirmar ya y afirmamos que es una falta total de respeto a sus compañeros, al público y al toreo en general. Sebastián Castella, en trance de reaparición, vestía un terno lila y plata. Nadie se rompió las palmas para sacarlo a saludar.

 

Cubilón”, de El Puerto de San Lorenzo, fue el toro que le cayó en suerte para el regreso. Estrecho de sienes, tardó en romper en los capotes para honrar al encaste y en varas no pasó de discreto, como discreto fue el recibo de Sebastián. Antonio Chacón dejó con él la mejor brega de lo que llevamos de feria. Planteó el torero de Beziers un inicio de faena con ayudados por alto y al tercer muletazo se había rajado el astado de la divisa salmantina. El primer cartucho de la tarde, gastado.

El gran recibo de capa de José María Manzanares tapó el lamentable trapío del toro de Garcigrande que salió por chiqueros. Muy despacio el de Alicante a la verónica, cerrando con dos chicuelinas marca de la casa, una media de categoría y una revolera. Talavante se hizo presente en un quite que no pasó de voluntarioso.

Alfarero‘, lo que no tenía de agresivo por delante, lo compensó con una clase infinita, un recorrido y una humillación de nota altísima. Toro de bandera. La mejor versión de Manzanares afloró con él desde el inicio, por abajo y majestuoso. Dos tandas por el derecho con el extraordinario ejemplar del hierro charro, de mano muy baja y los pases de pecho con las que las abrochó, dieron paso a otra extraordinaria al natural. Un desarme a destiempo pareció desbaratarlo todo. De hecho, a partir de ese momento la faena bajó de nivel. La espada, aliada del alicantino casi siempre, llegó en el momento exacto y la estocada fue fulminante. Dos orejas.

Justito también de presencia el tercero, de nuevo con el hierro de El Puerto, tuvo cosas buenas. Talavante toreó de fábula en algún muletazo por el palo de lo fundamental, para después enredarse y diluirse en inventivas, pases cambiados y mangurrinas, que lo diseminaron todo pero que fueron muy celebrados por un sector de la parroquia. Lo cazó de primeras con la espada y se pidió la oreja, que no fue concedida.

De Domingo Hernández era el cuarto, este al límite de todo, de presencia y de fortaleza. Sin ningún tipo de historia los primeros tercios de la lidia, la faena de muleta la inició Castella hincando las rodillas en tierra, haciendo lo propio el burel al tercer muletazo. Muy aplomado, no tuvo ninguna opción de brillar el diestro francés con él.

La versión más templada de Manzanares afloró con el buen quinto. Fue noble y con fijeza el de El Puerto. Y el torero de Alicante le planteó una faena de menos a más que tuvo sus puntos álgidos en una tanda sobre el pitón derecho abrochada con un trincherazo enorme. Por ahí vio la calidad del pitón izquierdo del toro, al que toreó al natural despacio, un tanto por fuera, pero muy despacio. Hubo un cambio de mano sensacional y, de nuevo, un estoconazo hasta las cintas que le valió la oreja, tercera en su esportón particular.

Y cuando caía la noche sobre la plaza, Alejandro Talavante se puso a torear en plan serio. Con otro toro excepcional de Garcigrande, se dejó de alharacas y estrambotes, para cuajarle faena grande. Por lo reunida, templada y sentida. El extremeño enroscaba a su vertical figura la soberbia calidad de un “Babieca” que, lejos de trotar, hasta ralentizaba su acometida al tomar las telas.

Una serie sobre el pitón diestro fue el acabose. Bien de verdad Alejandro, que puso en escena como colofón unas ceñidas bernadinas antes de enterrar el acero, un tanto tendido, al primer intento. Dos orejas con la unanimidad de toda la plaza.

RESEÑA

Plaza de toros de ValenciaEspaña. Sexta de la Feria de Fallas. Tres cuartos de entrada. Toros de El Puerto de San Lorenzo (1º, 3º y 5º), de correcta presentación y desigual juego, destacando el quinto. Dos de Garcigrande, (2º y 6º), extraordinario por su clase y recorrido el primero de ellos, de igual condición pero más bravo el que abrochó la función y uno (4º) de Domingo Hernández, parado de primeras.

Sebastián Castella (de lila y plata), silencio en ambos.

José María Manzanares (de marino y oro), dos orejas y oreja.

Alejandro Talavante (de blanco y oro), ovación y dos orejas.

Incidencias: Tarde soleada pero fresca. Menos aire que en días anteriores. El paseíllo se inició con unos minutos por el retraso de Alejandro Talavante en su llegada. Se desmonteró tras parear al primero Rafael Viotti. Destacó Antonio Chacón en la lidia del primero.

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

RELACIONADO

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img