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El momentazo de Roca Rey no tapa el petardo mayúsculo de Victoriano del Río el día que no se podía fallar

Ya saben el dicho. Dios dispone, el hombre propone y llega el toro y lo descompone. Justo el día en el que la plaza registraba un entradón, el día en el que los aledaños del coso por fin rezumaban ambiente de día grande… pues ese día va y una corrida de Victoriano del Río, de muy simplona presentación, mansa de solemnidad salvo el cuarto, más toreable, y el sobrero quinto, que tuvo delante a un torero inconmensurable, dan al traste con gozos, ilusiones y expectativas de una parroquia a la que se debía enganchar para que regresaran.

Si lo hacen, será porque al menos pudieron comprobar la sazón y el brutal momento de un torero, Andrés Roca Rey, que ve toro hasta en la oscuridad de la noche. Fue en el quinto, un sobrero feo como un demonio, manso en los primeros tercios como toda la corrida, al que sobó, consintió y enceló en los engaños. Ni un solo toque hasta ese momento en las telas, pura caricia. Dos circulares en los medios y un ataque final en el que ya le apretó en dos tandas por abajo que crujieron la plaza. La figura del toreo lo es por algo, también por la capacidad de darle la vuelta a una tarde que se iba por el sumidero de la mansedubre de los toros de la divisa madrileña.

Un apunte. Muy en Atanasio todo el encierro en su comportamiento en los primeros tercios, para al menos sospechar que quizá quedan vestigios del encaste en la vacada que, por otra parte, está en todas las ferias por los méritos conocidos y reconocidos de la familia Del Río. Pero hoy, ni mucho menos, hoy no era el día y a buen seguro que los buenos están en el campo.

Con ese material, Emilio de Justo, inédito con su primero, al menos logró hilvanar una meritoria faena con el cuarto, al que acabó pinchando. Por su parte, Pablo Aguado lo intentó siempre. El sevillano no renunció nunca a poder expresarse con el capote y el bonito inicio de la faena al tercero ahí quedaron. En ambos casos muy poco para toreros de los que se esperaba tanto.

Ojalá mañana vuelva la gente. Y ojalá embistan los de Jandilla para que lo de hoy quede en triste anécdota y la feria vuelva a recobrar el vuelo. De ser así, ganaríamos todos.

En tarde muy fría y desapacible, así les hemos contado toro a toro en TORETEATE el desarrollo del festejo:

Sexto toro:

Cerró la tarde un toro bonito por delante y de menos peso. Se dejó torear en la lidia, pero llegó muy agarrado al piso al último tercio, acusando su descastada condición. Porfío con él Pablo Aguado, en faena demasiado larga dados los mimbres que tenía delante para hacer cualquier tipo de cesto.

Quinto toro:

Con el quinto, más fino que sus hermanos, se pudo estirar Roca Rey a la verónica. Aguado lo tiró al suelo en el quite. Pese a las disculpas, a ARR aquello no le hizo ni puñetera gracia. Fue devuelto ese toro tras perder de nuevo las manos en el primer par.

El sobrero, montado y feo, manseó en varas a la usanza de los dos primeros. O más. Pero como Roca Rey está en un momento que le sirve casi todo, lo toreó a su altura en las primeras series, sin el más mínimo toque ni violencia, con la panza de la muleta. Al natural y de uno en uno, lo obligó a romper hacia adelante y ya en el final del trasteo, más metido con él y entre los pitones, lo apretó por abajo para acabar sacándole un fondo que nunca pareció tener. La plaza, loca. Y la estocada, pelín caída pero fulminante. Dos orejas.

Cuarto toro:

El cuarto, con sus hechuras de Lisardo despegadas del suelo, su capa burraca, su cara astracanada, pero errado con el hierro matriz, evidenciaba el goterón del encaste salmantino que seguirá vivo en la genética de la vacada de Guadalix. Hasta que Roca Rey se echó el capote a la espalda para ejecutar un tropezado quite por caleserinas que alternó con gaoneras, no había pasado nada. Dos grandes pares de Pérez Valcarce y Manuel Ángel Gómez prologaron el brindis de Emilio de Justo al respetable.

Lo que son las cosas, el toro más alto de la corrida fue el que más descolgó. Se animó con él Emilio, dándole distancia, dejándose ver y aprovechando la inercia de una embestida que se diluía a partir del tercer muletazo, más insulsa, más desentendida. Bien el extremeño, que con la mano izquierda, muy enfrontilado con el toro y muy de verdad, logró robar algún natural que tuvo mérito. Larga la faena. Manoletinas para abrochar su actuación y una tizona a la que hay que volver a cogerle el sitio

Tercer toro:

Dos verónicas de Pablo Aguado, a estas alturas de la tarde y sin ser magistrales, supieron a agua bendita. El quite sí fue bueno. Tres lances y dos medias que tuvieron poso y ritmo. Replicó por chicuelinas De Justo y allá que volvió Pablo a contestarle por el mismo palo. Rivalidad. Bienvenida sea.

Dos muletazos por alto y un sabroso molinete del diestro sevillano despertaron al personal. Ya en redondo, hubo una tanda por el lado derecho sensacional, coronada con un gran cambio de mano. El toro de Victoriano, con el defecto de reponer y volverse sobre las manos, mejoró el nivel de la corrida, algo que no era para nada difícil. Un desarme con la mano izquierda como punto de inflexión de un trasteo a menos. Mató de pinchazo y estocada casi entera

Segundo toro:

Muy similar el guión con el castaño segundo. Vio pronto su condición Roca Rey, que llamó a los picadores cuando aún no había completado la segunda vuelta al anillo el astado de la divisa madrileña. Manso también en varas, con los palos perdió pie Viruta y un diligente Pascual Mellinas salvó de la cornada al compañero.

Brindó al público el Cóndor del Perú, que lejos de preocuparse por la condición del toro, del viento y demás circunstancias adversas, se puso a torear de primeras. Una tanda sobre la mano derecha hizo arrancar la música. Al natural, por ahí arrollaba más si cabe el de Victoriano, se puso como si fuera bueno y se rozó la voltereta en al menos un par de ocasiones. El final de faena, ya en los terrenos de sol que buscó el toro, fue de torero inteligente a la hora de medir los tiempos. Marró con los aceros, perdiendo el posible trofeo.

Primer toro:

Un toro simplón el que rompió plaza. Abriendo la cara, con poco cuello y pocas ganas de embestir de salida. La gente, que colapsaba los tendidos, se enfadó con él por manso. Tomó tres varas al relance y protestando, sangrando mucho. Las cuadrillas tomaron sus precauciones en banderillas. Emilio de Justo, inédito hasta ese momento, montó la muleta cuando más molestaba el viento y domeñó la embestida del bicho en una primera serie por abajo.

Un espejismo. Lo intentó por ambos pitones, abreviando con buen criterio. Con la espada, media estocada que bastó.

 

RESEÑA

hierro victoriano del río

Plaza de toros de ValenciaEspaña. Séptima de la Feria de Fallas. Cartel de «no hay billetes». Toros de Victoriano del Río, desiguales de presencia y juego. Muy manso el feo 1º, descastado y arrollando el 2º, con deslucida movilidad el 3º, manejable sin entrega el 4º, devuelto el 5º por flojo, lo reemplazó otro sobrero de horribles hechuras manso en el caballo pero que sirvió en la muleta. Parado de primeras el descastado 6º.

Emilio de Justo (de burdeos y oro), silencio y ovación con saludos tras aviso.

Roca Rey (de tabaco y oro), silencio y dos orejas.

Pablo Aguado (de esmeralda y oro), ovación con saludos y silencio.

Incidencias: Tarde soleada pero fría. Brillante quite de Pascual Mellinas a Viruta en el tercio de banderillas del segundo de la función. Se desmonteraron Manuel Ángel Gómez y Pérez Valcarce tras parear al cuarto.

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