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García Pulido triunfa y Sergio Rodríguez llama la atención con una magnífica novillada del Conde de Mayalde en Valdemorillo

 

 

Guillermo García Pulido protagonizó esta tarde la última Puerta Grande de la Feria de San Blas y La Candelaria. El toledano, tres orejas, cimentó su tarde en el valor que mostró ante sus dos novillos, especialmente con el exigente segundo, y en la contundencia de su espada. Abrumadora en ambos utreros de una excelente novillada del Conde de Mayalde. Los seis astados ofrecieron un magnífico juego, de muy alta nota los lidiados en cuarto y quinto lugar, posibilitando que los tres jóvenes mostraran sus condiciones. Así, Víctor Hernández y Sergio Rodríguez pasearon sendos trofeos, que pudieron ser más si las espadas hubieran viajado certeras. El alcarreño está muy cuajado y da muestras sobradas de pedir el toro, mientras que el abulense llamó la atención por el gusto y el concepto que posee. Maneras de privilegiado.

Salió con pies el segundo, un castaño bajo, pero de imponente arboladura, serio y muy ofensivo, amplio de sienes. García Pulido aprovechó esos bríos para estirarse a la verónica. A punto estuvo de alcanzarle con sus dos guadañas en el final del saludo, al rebañarle, por fortuna, no encontró el pitón carne. Empujó en varas el de Mayalde y cortó en banderillas. García Pulido gustó por su aplomo y firmeza en todo el trasteo. Muy centrado, supo sacar partido de un utrero nada sencillo, porque, como ya le avisó en el recibo, sabía lo que dejaba detrás. Siempre reponiendo, el toledano no se amedrentó y hundió los talones en la arena para lograr las series, aunque, en ocasiones, tuviera que hacerlo de uno en uno. Actuación meritoria ante un novillo exigente con el que todo tenía importancia, que redondeó de un buen espadazo, que le procuró la primera oreja de la tarde.

Sardo de perfectas hechuras, el quinto también fue un novillo importante. Definido de salida, García Pulido se pudo estirar a la verónica con él. Cumplió el de Mayalde en los primeros tercios y comenzó el toledano el trasteo hincando las rodillas en tierra. Pudo correr la mano en la primera mitad de su faena y después supo meterse entre los pitones, con valor seco, muy cómodo en esas cercanías, para mantener la conexión con el tendido. Terminó de nuevo de rodillas metiéndose un auténtico arrimón con el bravo novillo ya más entregado. Lo volvió a ver muy claro con la tizona. Espadazo recibiendo y dos orejas para salir en volandas y bronca al palco por no conceder la vuelta al ruedo al novillo.

El tercero fue otro novillo serio y muy bien presentado de Conde de Mayalde, tocadito de pitones y más lleno que los dos anteriores. Lo recibió con cadencia a la verónica Sergio Rodríguez. Lances templados y llenos de ajuste hasta la boca de riego. Idéntico gusto demostró tanto en el galleo por chicuelinas al paso para poner en el caballo como en la larga cordobesa tras sacarlo del mismo. Comenzó el trasteo de hinojos toreando en redondo. El de Mayalde tuvo bondad y buen son, humillando siempre, y el abulense -con buen embroque- demostró sus enormes virtudes para torearlo relajado y con una naturalidad propias de un inquilino del escalafón superior. Muletazos de magnífico trazo en tandas macizas, profundas, pues siempre trató de alargar casa pase hasta vaciarlo detrás de la cadera. El epílogo por manoletinas tuvo el refrendo de una contundente estocada, suerte en la que también se le atisbó evolución. Se pidieron con fuerza los dos trofeos, pero el palco tan sólo concedió uno.

Cerró plaza un burraco cornidelantero y más suelto de carnes, que embistió con buen son de salida. Sergio Rodríguez lo recibió a pies juntos, con lances de mano baja, vertical y muy relajado, para rematar después con una tijerilla y la revolera. Dejó estar el de Mayalde, aunque tuvo menos fondo y recorrido que sus hermanos. Sin preámbulos, comenzó el trasteo el abulense con la diestra. Exhibió que tiene gusto y personalidad a raudales, cuidando la puesta en escena siempre, vendiendo mucho cada cite. Hubo una tanda con la derecha que sobresalió por encima del resto por un pase de pecho larguísimo, que acabó en la hombrera contraria. Se le vio torear muy vertical y con mucho relajo, con desmayo incluso en algunos pasajes al natural. Supo aprovechar el viaje, más corto que sus hermanos, del novillo para extraer los muletazos, con exquisito trazo en todo momento. Esta vez no acertó con la espada y saludó desde el tercio.

Rompió plaza un utrero bajo y zancudito, sin terminar de llenar, pero serio y abierto, astifino desde la mazorca, al que Víctor Hernández recibió con tres faroles de rodillas. Se hizo ovacionar en un quite por tafalleras. Pareció medido de motor en los primeros tercios y marcó querencias en banderillas, donde Zamorano tuvo que dejar la lidia, mermado muscularmente. Hernández comenzó con hasta tres cambiados por la espalda en la boca de riego en un prólogo tan ceñido como rotundo. Luego, afianzó al novillo, que se vino arriba y tuvo nobleza y ritmo en sus embestidas, para conseguir una faena bien ligada y de buen trazo, que tuvo sus mejores pasajes al natural. El alcarreño dio muestras de ser un novillero cuajado, sobrado en la cara del utrero, que le permitió explayarse. En el tramo final, por bernadinas, se quiso ajustar tanto, pasarlo tan cerca, que no tuvo la brillantez del resto del trasteo. Manejó mal los aceros. Por ello, escuchó tibias palmas.

En cuarto lugar, salió otro castaño, abierto de cuna y astifino, de pitón blanco, del Conde de Mayalde. Meció el percal como un lienzo a la verónica Víctor Hernández, con mucha suavidad. Fue un gran novillo, con mucho ritmo y transmisión, además, con menos picante que los tres anteriores y eso se tradujo en una embestida más dulce, llena de clase. La otra gran virtud del utrero fue su profundidad y Victor Hernández la supo rentabilizar con muletazos de notable factura. El trazo de los naturales, impecable, toreando de manera templada y con hondura exigiendo además al novillo por abajo, que respondió. Terminó en las cercanías con dos circulares invertidos antes de unas manoletinas de rodillas en las que puso toda la carne en el asador. Dejó media estocada en buen sitio, suficiente para derribar al novillo y pasear un trofeo.

RESEÑA

Plaza de toros de La Candelaria, en Valdemorillo (Madrid)España. Última de la Feria de San Blas y La Candelaria. Casi dos tercios de entrada. Novillos de Conde de Mayalde, bien presentados, muy serios y astifinos. Ofensivos y algo destartalados los tres primeros, mejor hechos los tres restantes. El 1º, noble y colaborador; el 2º, exigente y pegajoso, reponiendo siempre; el 3º, buen novillo, pronto, con motor y humillador; el 4º tuvo ritmo, de embestida dulce y mucha profundidad; el 5º, bravo y enclasado, con transmisión y fondo, novillo importante; y el 6º, noble y obediente a los engaños.

Víctor Hernández (de lila y oro), palmas y oreja.

Guillermo García Pulido (de blanco y plata), oreja y dos orejas.

Sergio Rodríguez (de sangre de toro y oro), oreja y ovación con saludos.

Incidencias: En banderillas, se desmonteraron en el tercero, Juan Carlos Rey y Toñete.

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