El murciano sólo logra un trofeo en una tarde en solitario en la que no alcanzó el triunfo necesario
Paco Ureña saldó la cuenta pendiente que tenía con la afición de Madrid. La plaza que nunca le ha fallado. La que le rescató del ostracismo. La que le puso a funcionar. En un momento de mucho ambiente se planteó la posibilidad de los seis toros, con Adolfos creo recordar. No pudo ser en aquella ocasión. Esta vez ha sido la solución a estar fuera de los carteles principales de la feria. Aunque parezca increíble, hay que recordar que Paco Ureña fue el último gran triunfador de la Feria de San Isidro. Cumbre revalidada aquel año en Bilbao.
La faena de la tarde llegó en el quinto bis, un sobrero de Conde de Mayalde con apariencia de buey por su amplia cara y su alta cruz. Hizo extraños de viejo y corraleado. No le importó a Ureña, muy entregado en todo momento. El inicio de la faena, con trincherazos y asentados muletazos por delante. En cuanto lo atacó empezó a perder las manos. El amplio toro de Mayalde respondió al cambio de terrenos planteado por Ureña. Empezó a llover de forma torrencial. El murciano se creció ante la adversidad, muy entregado, abriendo el compás llevando la embestida hasta el final. Por el derecho hubo muletazos muy entregados, fajándose con él. Con mucha verdad, con mucho sentimiento. Ureña lo remató por ayudados por alto. La estocada, algo trasera, quedó arriba y la oreja fue el momento de euforia en medio de una tarde que toro a toro sumó en la losa que traía Ureña a su espalda.
Empezó la tarde de Paco Ureña con un precioso toro de La Ventana del Puerto. Hondo, de buenas hechuras y noble expresión por la engatillada cara. Empujó en el caballo de Peña. Tuvo clase que se vio desde el templado inicio del murciano pero fue falto de transmisión y de poder. Perdió las manos en algunas ocasiones desluciendo la buena labor.
El segundo lució el hierro de Domingo Hernández. Ureña lo paró por delantales para después pegarle dos buenos lances con el compás abierto y una soberbia media. Lo picó perfecto Alberto Sandoval. El descarado toro de Domingo Hernández seguía colocando la cara de forma extraordinaria. En la boca de riego protagonizó el murciano un quite por chicuelinas. Llamáron la atención tanto las que fueron a pies juntos como con el compás abierto por su ajuste. Brindó al público en los medios de la plaza, allí empezó la faena. Por estatuarios. Muy quieto, muy entregado. La faena tuvo tres tandas de una intensidad importante, con la izquierda muy enfrontilado. Llevándolo largo. Acompañando la embestida. Después de esas tres series comenzó a decaer la obra por la condición del toro, bueno pero falto de celo por momentos. Recuperó aire por el pitón derecho en otra serie de importante ritmo y ajuste dejando la muleta siempre por delante. Era el momento de coger la espada de verdad pero se enredó en dos series más, muy de verdad pero ya sin la emoción anterior. De uno en uno, con magníficos naturales. Lo cerró a dos manos y todo quedó en una fuerte ovación.
El toro de Adolfo Martín que apareció en el ecuador de la tarde fue muy complicado desde salida. Embistió dormido a los capotes, sin celo ni codicia. Muy orientado en banderillas, que fue un suplicio colocarle los cuatro palos que exige el reglamento. En estos casos es importante que haya excepciones para beneficiar la lidia. Ureña se puso tan de verdad como siempre pero fue imposible. Se quedó corto y se orientó con peligro.
El de José Vázquez fue un toro serio, acapachado, muy abanto de salida. Ureña trató de encelarlo en su capote pero fue prácticamente imposible. Salió repuchado del caballo hasta en tres ocasiones. Paco Ureña sabía que lo que tenía el toro lo iba a dar pronto. Se quedó muy cerca de él desde el principio, ligándole muletazos en una labor muy centrada. La falta de raza del toro le llevó a venirse muy pronto abajo. El toro fue defendiéndose. Ureña no se aburrió, embarcando en todo momento, dejando la muleta por delante. Los pases de pecho fueron magníficos. Con la espada no lo vio.
Cerró la tarde un toro burraco de Victoriano del Río falto de remate y sin perfil suficiente para Madrid. Fue protestado de salida por su presentación y por su abanta condición. Embistió muy fuerte de largo al caballo de Pedro Iturralde que cubría la puerta, cayendo sobre el lomo del toro. Después embistió con más bravuconería que bravura real. El quite por gaoneras de Ureña fue impresionante por su exposición, por su ajuste. Las dos tandas que duró el toro antes de desentenderse aburriéndose a media altura fueron de mucha transmisión. Se fue diluyendo ante la falta de codicia.
La tarde concluyó con la sensación de deuda saldada que mencionábamos al principio de estas líneas pero sin el gran triunfo necesario y esperado. Ureña tuvo una gran actitud y estuvo muy centrado en todo momento. El único debe para una tarde como esta quizá fue la falta de variedad pero hay que tener en cuenta que su tauromaquia se basa en el toreo fundamental. No perdió crédito en Madrid. Demostró una vez más ser un torero auténtico. Con sus virtudes y sus defectos. Con un notable progreso a lo largo de su carrera pero con la piedra angular de la pureza en todo momento. Ha superado numerosos percances y la pérdida cruel de uno de sus ojos. Jamás ha vendido nada.
Monumental de las Ventas. Sábado, 21 de mayo de 2022. Décimocuarta de la Feria de San Isidro. Lleno. Toros de la Ventana del Puerto (1º) -bien presentado y enclasado pero sin fuerza-, Domingo Hernández (2º) -de agresiva presentación y buen juego-, Adolfo Martín (3º) -bien presentado y complicado-, José Vázquez (4º) -serio y manso aunque manejable-, Juan Pedro Domecq -devuelto-, Conde de Mayalde (5ºbis) -muy serio y colaborador aunque falto de fuerza- y Victoriano del Río (6º) -sin remate y deslucido-.
Paco Ureña, de carmesí y oro. Pinchazo hondo y tres descabellos (silencio). Estocada corta (saludos). Pinchazo, estocada corta y varios descabellos (silencio). Tres pinchazos y estocada trasera (silencio). Estocada trasera algo desprendida (oreja). Pinchazo y estocada desprendida (saludos).