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“Un bicho y un clavel”

Miguel Ángel Perera le corta una oreja al único Garcigrande que sirvió. Se le otorgó generosamente otra a Roca Rey. El Juli, de vacío

Séptima de abono, caminamos el ecuador de esta Feria de San Miguel. Aun sin ser hoy su onomástica, me he levantado oliendo a claveles. Para algunos San Miguel es un arcángel, para otros una cerveza, más o menos potable según la idiosincrasia de la región a la que pertenezca al que se le pregunta. Para mí San Miguel no era otro que un colgao con pelo greñoso y voz raspada, de manos de guitarra y letras de menta. Patrón de Jerez, condiciones pajareras aparte. A mí tanto como a él me gusta coger la senda, quemar la cama para no dormir. Hoy me siento de nuevo en el Sol, como el que cantaba. “Tuyo es mi calor/ tuyo es mi calor/ tuyo es mi calor”. Hace ya mucho tiempo que me picó la garrapata del toro. Y Migue me enseñó a escribirla. Si no me soportan, les enseñaré a apretar los dientes. Que en la caja de mi mollera tengo letra para rato, y sus siete puertas las tengo abiertas de par en par. Aire, de la calle. Menos mal que hoy ya terminó de llover, y no quedan charquitos en la plaza. Pero mare, ¡qué caló!

Castaño, justito de remate de cuerna sin ir tan mal de badana era el primero de la tarde, de Garcigrande. Escaso de fuerzas andaba, a lo que El Juli no le pudo esbozar recibo más allá de estirarle algún lance plástico suelto, siendo sobre todo brega lo que se vio, así como varias caídas del animal. El público protestaba a grito pelao. Menos descompuesto se le vio en el caballo, entrando breve y sin lucirse pero al menos no desparramándose como antes. Llegaron las banderillas, y volvió a descomponerse el animal, perdiendo las manos primero, llegando incluso a desplomarse después. El público, ardiente entre soles y calentura. Pañuelo verde, y el inválido a corrales.

Cómo son las cosas en festejos como el de hoy, que suelen ser los sobreros los que están mejor presentados. Otro castaño le salió a El Juli, de astas más desarrolladas y estructura muscular más prominente y desarrollada. Pudo gustarse a la vez que lucirse de capa el diestro de San Blas, tejiéndole frescas verónicas, levantando los aires y sofocando los calores, rematando con una buena media. Entró expresivo al caballo, apretando y desplazando al corcel de ojos vendados, cuyo jinete movió bien pero sin mucho acierto en la colocación de la puya. Esperaba más para moverse en banderillas, lo que hacía más difícil el trabajo de la cuadrilla, que hizo. Surgió faena El Juli por doblones, aprovechando la prontitud y notable ritmo del animal con respecto a su muleta. Gracias a la codicia del animal, el madrileño le pudo ligar con sólo dejársela puesta, trazando templadamente los muletazos, sin brusquedades, y sonándole la música. El toro comenzó a apagarse algo pronto, restándole mucho vuelo a la faena, convirtiendo el ritmo de sus embestidas en un trote falto de mayor transmisión, algo aburrido. No se extendió por lo tanto El Juli, que le exprimió una última serie antes de irse a por la espada. Julipié, el cual puso atrás y un punto caído. El público pidió la oreja, pero el presidente hizo bien en no darla, ya que hubiera sido excesiva. Saludó una ovación.

El segundo, también del hierro de la “G”, era negro de capa, de agudos pitones, fino de caja más que de pechos. Miguel Ángel Perera lo recibió teniendo que salir a por él en lo que andaba algo suelto, encontrándose con él el extremeño a pies juntos con el capote, bocetando y rematando suavemente. No se le picó demasiado, pero no quita que ambas entradas al caballo fueran peleonas por parte del animal, revoltoso y apretón en el peto. Buen tercio de banderillas por parte de los de plata y azabache. Brindó Perera al público, y se dirigió a partir faena. De largo se lo trajo y en los medios le hizo, transmitiendo el toro una barbaridad por lo que humillaba, andaba y rebosaba, destacando también su profundidad. Parecía haber allí toro, y Perera apostó fuerte por él, cumpliendo exigencias así como exigiendo. Le plantó una serie que de por sí hizo sonar la música, y se auguraban palmas por el cante grande de la embestida del burel. Nos equivocábamos, fue soplarle esa serie y hacer por rajarse el animal en la posterior, saliendo desentendido rumbo a tablas tras cada par de muletazos. Desestructuró, cerrándose en querencia, desluciendo toda labor. Allí quedaba poca cosa. Perera sólo pudo hacer por escribirle un buen final para retirarlo a tiempo, ordenándole una serie que levantó ánimos y arrancó aplausos. Espada. Bajonazo feo. El público, de forma incomprensible tras la colocación del acero, pidió la oreja, que obviamente no fue concedida. Fue ovacionado.

Salió al ruedo el primero del hierro de Domingo Hernández, más descarado en cuerna que sus hermanos, aunque menos pesado, castaño claro de capa. De capote pudo Roca Rey trazarle algunos buenos lances, templando las salidas del animal. En el caballo, el toro se mostró algo descompuesto, perdiendo manos al entrar y al salir, sin responder mucho ante el castigo. Aceleró en banderillas el animal, poniendo complicaciones para los banderilleros. Tomó la pañosa el peruano. El toro bajó ahora en revoluciones. Ante la muleta, que hacía por mandar sin éxito, se mostró distraído y desacompasado al entrar en la tela, con la única virtud de la prontitud. No llegaron las manos de Roca Rey a los tendidos, que insistía, ligando algunos pases pero sin calar o llegar a formarse allí estructura. El toro se distraía y hacía lo propio la gente. No terminó de romper la faena a pesar de que conseguía ligar, repitiendo el toro. También, se alargó. Lo intentó el peruano, pero una faena más medida hubiera calado más. Finalmente cogió la espada, poniendo una estocada entera, saludando una ovación.

Algo escasa cara (sin tampoco ser descabellado, pero no hay quien lo quite) para lo que es Sevilla tenía también el cuarto, negro de capa. Abanto se mostró de salida, sin atender capote alguno, menos lances sueltos. En el caballo pasó discreto, y en lo que El Juli fue a intentar darle el capote que antes el animal le había negado, el animal se revolcó sobre los alberos. Gran tercio de banderillas dio su cuadrilla, destacando brillantemente el último par, de Antonio Chacón, que a muchos puso en pie. Saludó la ovación montera en mano junto con José Núñez “El Pilo”, ambos por encima del animal. Se disponía El Juli a iniciar faena. Desde el principio el toro se mostró reacio a moverse lo más mínimo, incluso en los primeros pases que se le dieron. Por ambos pitones lo intentó desplazar su lidiador, pero nada, nada, absolutamente nada. Mansedumbre. A matarlo. Pinchó dos veces y puso media estocada que no sirvió, siendo necesario descabellar, acertando a la segunda. El toro fue pitado en el arrastre, y el torero silenciado.

Anovillado de cara era el quinto, negro, de Garcigrande. Como pluma que mueve el aire devenía el soberbio capote que Miguel Ángel Perera le iluminó al animal, que se movió con alegría. Despacio. Sin turbarse lo más mínimo. Oliendo a goma fresca. Y no se le cantó, pena de mi Sevilla. Sus manos sí que le cantaron, de eso estoy seguro. Entró la primera al caballo por buen rato pero sin armar mucho jaleo. Por tafalleras, templado y torero, se lo llevó al caballo, colocándolo con señera media verónica. Picotazo de chimpón y fuera. Estuvieron de nuevo brillantes los del extremeño en lidia y banderillas, siendo ovacionados saludando Javier Ambel montera en mano. Brindó de nuevo al público de la Maestranza Perera, y dispuesto a todo y más, se plantó de rodillas en los mismos medios en los que había brindado. Desde allí, cerrado el toro en burladero, se lo trajo consigo para cambiarlo por la espalda, las manos del toro rompiendo el viento. Rebosado se giró y le pintó una serie brillante desde los hinojos, llevándolo largo y por bajo, demostrando poder tanto de pie como de rodillas. Remató con uno de pecho camino a erguirse, rodilla en tierra, sin prisa y con luces. La plaza en pie, y Tejera rompiendo a sonar. Tras ello, hubo dos series de llevarlo cosido, de mandarle como manda el cielo sobre los arreboles. Aguantando ritmo, tragando leña. Pronto y en la mano. A partir de aquello, la faena fue algo cuesta abajo, perdiendo con respecto a las gentes de la piedra. Hubo una laguna en estructuras, no muy sonada, pero suficiente para decaer en cierta medida. Al menos, mantuvo el aplauso, sin dejar ahogarse a lo que estaba haciendo, aunque ya no tuviera tanta transmisión. Cogió la espada, y la puso en el sitio, echando al toro rápidamente. Le sirvió para cortar una oreja.

Salió ya el último, del hierro titular, negro, también escasito de pitones. No se empleó demasiado en el capote de Roca Rey, repitiendo pero faltándole siempre final de embestida, sin mucha transmisión por ello los lances, por verónicas. No dijo el toro gran cosa en el caballo, tampoco en banderillas, aunque en estas últimas se vino arriba el animal en velocidades. Comenzó la faena, sin mucho revuelo por la falta de orden. Así discurrió durante unas cuantas series, en las que no hubo acople suficiente. Entrados ya en faena, Roca Rey empezó a llegar a los tendidos algo más, a base de circulares invertidos y diversos etcéteras, sin plantear muchas complicaciones el animal. Acortó distancias, y por lo que se ve, y aun sin cargar la suerte, fue motivo suficiente para que, apenas pegándole casi ningún pase, la gente se pusiera de pie. Deberíamos de hacer de esperar más de una plaza como la de Sevilla, pero bueno, eso es ya otro debate. Lo mató de una buena estocada, que lo hizo echarse en breves instantes. Muy generosa oreja.

La corrida de Garcigrande fue aburrida, monótona, saliéndose de la mala vereda sólo el quinto toro, que tuvo embestires para rato. No estuvo suficientemente bien presentada para una plaza como la Maestranza, en una de segunda hubieran encajado mejor. Los pasajes que ofreció Perera fueron los más lucidos de la tarde. Roca Rey cortó una oreja sin torear apenas, y El Juli estuvo por encima de su descastado lote. La entrada, de “no hay billetes”.

Quizás me sale sangrar las mejores letras en ocasiones en las que la dicha no tiene excesivo talante. Quiero que sepan que no estoy en cargo de lo que me sale de la entraña y plasmo en prosa y verso, o como quieran llamarlo. No porto bigotes señoriales. Yo sólo soy un bicho que nació de un clavel. Beberse mi verso si tenéis sed:

La noche es un naranjo
De hojas y frutos verdes,
Y yo sigo siendo un niño,
Y así seré hasta la muerte.

RESEÑA

Sábado, 25 de septiembre de 2021. Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. 7ª de abono de la Feria de San Miguel. 6 Toros 6, de Garcigrande y D. Domingo Hernández, para: Julián LópezEl Juli”, de grana y oro, ovación con saludos y silencio; Miguel Ángel Perera, de verde bandera y oro, ovación con saludos y oreja; y Roca Rey, de blanco y oro, ovación con saludos y oreja.

Incidencias: se desmonteraron, tras su buen hacer en banderillas, Antonio Chacón y José Núñez “El Pilo” en el cuarto; y Javier Ambel en el quinto.

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