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Toros, Sevilla y La Guerra de África

“Extraordinarias fueron las corridas de toros que se celebraron en Sevilla, caldeadas por el más exaltado patriotismo. Banderas, tapices, laureles, flores y el retrato de la Reina Isabel II realzaban el cuadro de la plaza de la Maestranza. Los soldados ocupaban las gradas, la multitud los vitoreaba y los cubría de flores. Los diestros Cúchares, Juan Lucas Blanco, Manuel Domínguez, El Tato y Manuel y José Carmona torearon con sus cuadrillas sin admitir retribución alguna. Los brindis de los espadas fueron adecuados a las circunstancias” Con estas líneas, se refería el padre del afamado Santiago Montoto a las dos corridas con carácter patriótico que se celebraron en Sevilla para allegar recursos a la Guerra. Y es que ninguna ciudad española se volcó tanto con esta contienda como lo hizo Sevilla.

Desde el primer momento, la ciudad abrió una suscripción popular para recaudar fondos con destino a la Guerra: se entregó solemnemente una Bandera del Batallón provincial de Sevilla, las mujeres sevillanas hicieron aportaciones valiosas de hilas y vendas, se agasajó a O’Donnell a su paso por Sevilla, se atendió cuidadosamente a los soldados enfermos o heridos, se establecieron pensiones para los inválidos o para las familias de los fallecidos… Incluso, la Real Maestranza de Caballería, regaló una batería al ejército español.

Toros Sevilla La Guerra de africa

FESTEJOS TAURINOS.

La necesidad del aumento de fondos hizo pensar en la celebración de espectáculos teatrales y taurinos, organizándose, en primer lugar, una corrida de toros por el Municipio, que había de ofrecer los mayores atractivos.

A esta corrida, fueron invitados los más famosos diestros de la época y finalmente tuvo lugar el 11 de diciembre de 1859 y se lidiaron ocho toros pertenecientes a la vacada de don Joaquín de la Concha y Sierra.

Según recoge Manuel Chaves en su libro <<Sevilla en la guerra de África>>: “El cartel de la corrida, dice lo siguiente: Los célebres diestros Francisco Arjona Guillén, Juan Lucas Blanco, Manuel Domínguez, José Carmona: sirviendo de sobresaliente de espada el aplaudido y simpático joven Antonio Carmona (el Gordito), con obligación de banderillear; debiendo advertirse que toda la lúcida y numerosa cuadrilla trabajará gratis en cooperación a tan benéfico pensamiento”.

Cuchares

A última hora, se incorporó al cartel Antonio Sánchez, el Tato que mató el sexto toro, siendo la corrida, según las crónicas de la época, buena y bastante animada.

La Plaza, según la prensa, estaba radiante y a rebosar, adornada con gallardetes y guirnaldas; en el palco presidencial se veía un dosel con el retrato de la Reina, y después de la lidia hubo una pequeña fiesta con fuegos artificiales y cohetes.

Como no podía ser de otra forma, el ambiente patriótico fue el eje principal de la corrida, y a la misma acudieron autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Este patriotismo, queda claro también en los brindis de los matadores, recogidos por el periódico “El Porvenir” y hay un par de ellos que pienso son curiosos de citar.

Lucas Blanco dijo: “Señor Presidente, brindo por V.S. y su amable compañía y porque el Dios de los ejércitos saque victoriosas a nuestras tropas contra el bárbaro marroquí y para el que haya sucumbido y sucumba en aquellos bárbaros campos lo recoja Dios en su santo cielo y brindo por toda la gente de la tierra y los forasteros.

Gordito, por su parte, comentó: “Señor Presidente, brindo por V.S., por su acompañamiento, por nuestro valiente Ejército y brindo porque no soltemos las armas hasta entregar la cabeza del emperador marroquí y presentarla a los pies de nuestra señora la segunda Isabel”.

Esta corrida patriótica, consiguió recaudar un total de 30.344 reales y sirvió de ánimo para la población y los soldados.

Las banderillas de Antonio Carmona

El 12 de febrero de 1860, se celebró una segunda corrida patriótica en la que se lidiaron reses de Miguel Martínez Azpillaga por Cúchares y su cuadrilla.

Esta corrida, según rezaban los carteles era a beneficio de los hijos de Sevilla y su provincia que resulten inutilizados en la heroica defensa de África. Además de autoridades municipales y militares, asistió a la fiesta un grupo de soldados, convalecientes de sus heridas, y a ellos brindó Cúchares el cuarto toro de nombre Panadero.

A esta corrida, asistió en calidad de espectador Antonio Carmona, el Gordito. El público, al verle, le pidió con insistencia que bajase a clavar las banderillas al sexto toro, y tras varias negativas por parte del torero, los militares heridos consiguieron que bajase hasta la barrera. Allí, el matador se quitó la chaqueta que llevaba y se colocó una más ceñida y una gorra de cuartel de uno de los soldados en la cabeza.

Torero sentado

Ataviado de esta sorprendente forma, colocó tres pares de banderillas al cambio, con precisión milimétrica que le valieron la mayor ovación de toda la tarde. A este último toro, como curiosidad añadir que lo estoqueó Antonio Sánchez (el Tato).

Concluida la lidia, se soltó un novillo embolado en el que iba montando un joven con un traje de moro, para regocijo y diversión del respetable.

Una vez más, el mundo del toro fue generoso con la circunstancia adversa de la época,y además de dinero, les dio a los soldados españoles un motivo de distracción y regocijo.

Pedro Casado Martín (@elpasedelafirma)

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