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Sevilla: La izquierda de Ginés y el querer de Morante

Sábado de farolillos, Sevilla a reventar así como su plaza y vuelve Morante tras nada menos que lo del miércoles. Se sumió en el querer en una tarde como esta el de La Puebla, a lo que se abrió paso la muleta sobre la zurda de alguien que tenía mucho que decir en La Maestranza: Ginés Marín. Pónganse cómodos, que les cuento.

Armado de velas se presentó el burraco cuarto, serio de planta sin dejar de ser bajo de lomos. Lanceo pragmático de Ginés al encuentro, que cuando vio asomar al piquero en jurisdicción ahora sí, le sopló un breve pero valioso ramillete de verónicas baja la mano y sereno el trazo. Trato y comportamiento discreto en el caballo, sin más. Aunque al rebrinco se mostró en el sesgo de rehiletes, lo tragó para clavar en la misma cara Antonio Manuel Punta en ambos pares, tras los que saludó ovacionado montera en mano. Brindis al público de Ginés Marín.

Comenzó arrastrando la mano al natural, allí donde el de El Torero respondió alardoso en su pitón izquierdo, que surcaba las mismas arenas que el diestro extremeño pintaba con la panza de su muleta en redondo, profundo y tendido. Dicho fondo del de los marfiles fue puesto en alza en la pañosa de su lidiador, que con mimo le sacó tandas y fiesta de la mano de un temple justamente necesario. Mucho le pedía y le duró, hasta decir basta el animal, que acortó caminos y humillación. Perdió aquello rotundidad, aunque se enmendó la labor con una buena estocada que terminó con él. Una oreja de ley más otra del público, a quien supo llegar el diestro. Suman dos.

Levantando polvo se plantó en el redondel el último de la tarde, ensillado en su prominencia, al que Ginés Marín recibió tranquilo aun arropado en expectación casi hiriente. Se calmó aquello para venirse arriba el astado en un buen tercio de varas, donde portó la puya el padre del torero, Guillermo Marín, que fue ovacionado camino al patio de caballos tras su buen hacer con el palo. Manuel Larios protagonizó un muy buen tercio de banderillas, del cual destacó especialmente el segundo par que colocó, en el que templó el embroque con su mismo cuerpo con una sutilidad plena en pureza que para nosotros se quedó. Saludó la ovación de Sevilla.

Cuando pareció que Marín podía pelear las llaves de la Puerta del Príncipe… apagó aquello el toro. Fue muy irregular su embestir tanto en recorrido como en entrega, con un salir del embroque que deslució montones del mérito y la firmeza del torero extremeño, que al menos supo ponerse en valor frente a lo inservible, firme como una estaca y dispuesto a lanzar una moneda que, para su poca fortuna, valió muy poco. Un tanto pesó la duración de la faena, insistente cuanto menos. Mató algo caído, que valió la muerte. Ovación con saludos al torero.

Como un buey de salida, tanto en comportamiento como algo en estampa, fue el primero de lidia a pie, que no quiso nada con nadie, en manso agudo. Morante intentó saludar y ni adiós. Al caballo relució más si cabe la mansedumbre del negro de capa, que rehuyó el castigo descaradamente, sin tapujo alguno. Pues hasta en esas, el sevillano al fin consiguió abrirse de capa en quite por verónicas a este que era de esos de libro. Algo mejor lo hizo en banderillas el de Lola Domecq, que pasó al menos sin hacer ruido. Muy justo de fuerzas partió al inicio de faena el de la divisa gaditana, a lo que Morante se inventó un comienzo genuflexo al ralentí que pocos se esperaron pero muchos (o todos) jalearon.

Fue la del cigarrero una labor de sostener al astado en pie, y miren si lo hizo que aun siendo él no tardó Tejera en sonar. Aunque por el izquierdo no se tenía apenas en embestida, por el derecho Morante le exprimió todo lo que tenía cosido tirando suavemente del hilo hasta tener un ovillo más que considerable entre sus manos. A placer, ahí fue nada, ligó y compuso. Media lagartijera profunda colocó, rodando al animal sin tardanza. Se le pidió la oreja y se la concedió el palco. Leves pitos al toro en el arrastre.

Honor a su nombre el trapío de este quinto, con dos velas que si algún rumbo ponían en su vista, era hacia el frente del cielo, remataba con un vestir imponente en sus carnes. Morante le alzó las manos para saludarlo pinturero como antaño, aliviando los viajes del animal pero enroscándose a la par con él, volandera la cintura al son de los aires. No fue fácil de hacer en el peto el franciscano, que tomó un puyazo delantero y otro trasero, arreando en los dos. Desordenó un tanto la brega de los de plata al animal, que buscó cumplir en banderillas y con Morante dando mordiscos en la muleta, dispuesto a ir por él. Se puso por el derecho, le arrancó dos tandas de lujo. Se puso por el izquierdo, igual. Pero el pozo lucía seco se pusiera por donde quisiera. No tiró por la calle de en medio como en otros tiempos: lo buscó hasta mostrarle a los tendidos la nada que tenía de frente. Veterana disposición de quien se sabe por encima, tomó el estoque, media lagartijera una vez más, y rodar del animal. Sevilla ovacionó a Morante.

Inerte tras un escopetazo al salir fue la codicia del tercero, que cruzó el chiquero momentos después de hacerlo, pero al fin se decidió por la arrancada y repitió en el percal de Cayetano en un templado recibo. De menos a más fue el tercio de picar del de El Torero, que acudió durmiente al primer encuentro y arreó tanto al ir como al llegar al peto por segunda vez, compuesto ahora. Quites vimos dos, uno entre varas, muy asentado, por parte de su matador; y otro de Ginés Marín, a la verónica, con muy buena media a pies juntos por remate. De nuevo apretó el toro ahora en banderillas, desarmando a algún peón incluso. Brindis de Cayetano al personal. Comenzó el animal moviéndose con ritmo en la franela, que no terminaba de acoplarse sin embargo respecto de las manos que la portaban. Fue por eso que le fue cerrando la persiana, poco a poco, hasta quedarse sin nada tras dos series vacías de contenido y criterio. Incluso se prolongó. Se le paró el toro al cite en la muerte y Cayetano se tiró de cabeza poniéndola tendida. Aviso, descabello y silencio para el torero.

Ya conocía los corrales de esta plaza el sexto de la tarde, pues de sobrero estuvo la pasada Feria de Abril. Con casi seis años a la espalda y dos sienes más anchas que el canasto del Paso de Misterio de la Quinta Angustia, dubitativo entró a la capa de Cayetano, como si no terminase de ver bien sobre todo por el izquierdo. Callado en el caballo, en la misma línea siguió en banderillas, entre protestas de cierta parte del público y hasta del torero por momentos respecto de la mala condición, presumiblemente óptica. Apretaba el morlaco en la muleta, sobre todo por el pitón derecho, contundente, amplio. Lo tanteó el menor de los Rivera Ordóñez, que algún muletazo le sopló, pero que no terminó de encontrarle sitio a un toro poco agradecido de escaso fondo. Tuvo que abreviar tras ponerse por los dos lados, colocando la espada arriba pero atravesada y descabellando al primer golpe. Silencio para Cayetano.

Por delante de los de a pie, se echó un toro de rejones por delante tal y como se hacía antiguamente en esta y otras tantas plazas. Del hierro de Passanha, el animal a pesar de reglamentariamente desmochado, acudió debidamente presentado, cosa que se venía echando en falta las últimas temporadas en las de rejones en Sevilla. Ribeiro Telles lo recibió aguantando la brusquedad en la arrancada en los dos rejones de castigo que hizo por poner, y terminó por colocar en el sitio. Destacó el tercio de banderillas por la diversidad de su cuadra, jugó con las distancias, cuarteando en los morros y templando el embroque. Cerró con los palos cortos y mató de pinchazo y traserazo caído, que precisó descabello el cual no quiso desenfundar el cavaleiro, a lo que tardó en venir, pero vino la muerte. Ovación.

En las últimas luces del día va muriendo ya el alumbrado, se van apagando los farolillos, y se oirán en esta ciudad los fuegos artificiales que celebran todo lo que somos y hemos sido durante esta semana del año. No es por repetirme, pero les digo, los naturales nacidos de la mano izquierda de Ginés nos han hecho bailar la última sevillana, vaciar el último catavino. Hoy se ha sentido a gusto un torero al que hacía falta un golpe en el coso de la Calle Adriano, más que a la altura para reiterar frente a los ojos del personal que vale y quiere valer, que tiene qué dar y da. Que puede hacernos disfrutar, aquí o allá. Brindar por la pena, la alegría, y por nuestra tierra, la cual se mira orgullosa frente al espejo del mundo. A todo esto, quedan dos días de toros, y un poquito más de primavera en Sevilla. Intentaremos disfrutar.

RESEÑA

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería, en SevillaEspaña. Lleno aparente. Toros de Passanha, para rejones (1º), bien presentado, con carbón de primeras, le faltó duración; y El Torero, para la lidia a pie, de correcta presentación, pero poco pareja, con toros muy dispares en conjunto, así como en juego. Destacó el 4º, con un gran pitón izquierdo; pudo servir el 3º. Toro medio, el 2º; e inservibles 5º, 6º y 7º, por su nula codicia y escaso recorrido.

Antonio Ribeiro Telles, ovación.

Morante de la Puebla (de caña y oro con los remates en negro), oreja y ovación.

Cayetano (de fucsia y oro), silencio tras aviso y silencio.

Ginés Marín (de coral y oro), dos orejas y ovación.

Incidencias: En el tercero, se desmonteró en banderillas, Antonio Manuel Punta. En el sexto, hizo lo propio Manuel Larios.

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