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Emilio de Justo, del estoicismo al triunfo rotundo con un bravísimo ‘Filósofo’ de Olga Jiménez en Sevilla

Ha sido un año de estoica espera. De mucho dolor, de mucha rabia, de mucha fe, pero, sobre todo, de mucho trabajo. Esfuerzo sin límites para Emilio de Justo. Meses sin torear por una lesión gravísima de cervicales. Para jubilar a cualquiera. No al cacereño. Volvió en Almería, viene cosechando triunfos, pero ansiaba uno rotundo, inamovible como el yunque y apareció en Sevilla. Feria de Abril mediante. Y tanto estoicismo se tornó gloria. Dos orejas y una faena excelente a un bravísimo toro -de vuelta al ruedo maestrante- de Olga Jiménez. ‘Filósofo’, de nombre, apunten, porque peleará por los premios a final de Feria. Seguro. Morante, todo temple, todo embroque, sin un tirón en toda la tarde, cosió dos faenas bellísimas y muy despaciosas a un lote que, sin duda, mejoró en sus manos. Talavante, por su parte, no terminó de prender la mecha con un lote que no fue redondo, pero que deparó opciones. Vuelve para su segundo cartucho en menos de 24 horas.

Toro fuerte, lleno, con cuello, con desarrollo de pitón, que da la vuelta acrecentando su seriedad, astifino desde la mazorca, enseñaba las palas. Salió olisqueando y enterándose, no terminó de romper en el percal de Emilio de Justo, pues embistió por dentro en el recibo a la verónica. Empujó sobre un pitón en el caballo y como el anterior buscó el pecho de la montura. Buen quite del cacereño por chicuelinas de mano baja. Al colocarlo para la segunda vara, volvió a vencerse y lo prendió a la altura del muslo derecho. Hundió medio pitón en la banda, pero por fortuna no se atisbó más que un amplio pitonazo corrido. La caída, fea, más para un torero con problemas previos en las cervicales.

Brindó al público y comenzó con ayudados por bajo, de cartel, casi una docena, y dos de pecho, a la hombrera contraria. Respondió el toro, también en las dos tandas posteriores, ya en los medios, exigiéndole por abajo. A más el toro, que se comió la muleta en cada arrancada, con una codicia y una profundidad tremenda. Cada vez le fue bajando la mano más y más. Otras dos tandas más aún rotundas, tremendas, con un cambio de mano, atornilladas las zapatillas, que duró vida y media. Muy bravo el de Olga Jiménez, lo quiso todo por abajo, embistió con todo y hasta el final, De Justo lo toreó muy encajado, hubo profundidad y mucho ajuste. La tizona quedó caída, pero provocó que claudicara el animal, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Las dos orejas para el cacereño, de una tacada.

Abierto y tocadito de pitones, cerró plaza un animal largo, bastote y con pecho, alto de cruz, que no fue el de mejores hechuras del envío. No descolgó ni tuvo excesivo celo en los lances iniciales de Emilio de Justo, que no se pudo estirar. Mantuvo esa carencia de celo en su acometividad al caballo. Un trámite. Marcó querencias en banderillas y pareció cada vez más venido a menos. El inicio de faena corroboró estos atisbos. Muy parado, prácticamente aplomado desde el comienzo de la segunda tanda. De Justo insistió, sabeedor del quicio de la Puerta del Príncipe entreabierto, pero en ese pozo no había gotas de bravura alguna. Lo ‘despenó’ con solvencia.

Más bajo y mejor hecho que algunos de sus hermanos, el cuarto fue un animal bajo, de lomo recto, con la cara bien colocada, torera encornadura, que propició buenos lances a la verónica, sedosos, de Morante de la Puebla. Repitió por ese mismo palo en el quite, la media, abelmontada, pareció una fotografía en blanco y negro. En el caballo, el de Matilla serpenteó como sus hermanos buscando el pecho, tras su discreta pelea, pareció venirse a menos. El genio de La Puebla se bastó para que fuera un espejismo que, él mismo, provocó.

Con la montera calada, comenzó apoyada la espalda en las tablas, para torear, rompiendo las normas de la física a dos manos. No cabía el toro, pero, con una suavidad exquisita lo hizo pasar una y otra vez para, ya salido de los tableros, pegarle cuatro trincheras cumbre, que remató con el molinete invertido. De nuevo, pareció acariciar la embestida del toro, al que, como en su primero, mejoró. A fuego lento, cuidando mucho cada embroque, logró sacarle ese fondo bueno, de nobleza, al animal. Muy despacio, al ralentí lo toreó Morante, sin un sólo tirón. El toreo fundamental, caro; los remates, orfebrería. Puro ensueño. El epílogo, a pies juntos, muy torero, fue la antesala de una estocada en la que el acero se hundió como cuchillo en mantequilla. Muy despacio hasta la empuñadura. En la yema. Cayó a los pocos segundos y, esta vez sí, logró la oreja, que depositó en el estribo antes de dar la vuelta al ruedo.

Alto y bastito de hechuras, cuestarriba, tocadito de pitones, el primero echó las manos por delante y blandeó ya en el capote de Morante, que no se pudo estirar en el saludo de capa. Volvió a perder las manos tras salir del primer puyazo y asomó el pañuelo verde. Salió en su lugar un sobrero de Olga Jiménez, también despegado de tierra, fuerte y con pecho, de generoso cuello, embistió de salida y el sevillano le pegó dos verónicas excelsas antes de un enganchón. Blandeó en el caballo, donde embistió con un pitón, pero se vino arriba el animal en banderillas.

Morante comenzó con la diestra, pronto y en la mano, y logró muletazos de enorme despaciosidad. El secreto del éxito estuvo en la suavidad, sin toques en los cites, para echarle la muleta al hocico. Cosidas las embestidas, ralentizadas en varias de las tandas, hasta recoger cada pase detrás de la cadera, toreando siempre muy reunido. Francamente, encajado, primero con la derecha, también en dos tandas al natural. Muy puro y de verdad, inteligente en terrenos y alturas. Lo mató de estocada entera, certera, y asomaron los pañuelos. Se pidió el trofeo, la petición, en el límite, hizo mella romper plaza. No la otorgó el palco y Morante, visiblemente enfadado, saludó desde el tercio arrojando incluso la montera.

Acodado y de pitón blanco, más amplio y abierto de sienes, corto de manos y de poco cuello, algo acarnerado, el segundo embistió con celo en el percal de Alejandro Talavante, que lo cuajó con cadencia a la verónica. Muy templado. Buscó el pecho del caballo en los dos encuentros y, acto seguido, hizo el público desmonterarse a Miguelín tras dos pares de banderillas soberbios, dejándose llegar mucho al toro, que tuvo alegría y movilidad. Fue volcánico el preludio de la faena, de rodillas, sacándolo a mitad de la tanda por la espalda y citando muy de frente siempre para torearlo en redondo como si estuviera en pie. Después corrió la mano por la derecha, todo muy ligado, muy por abajo, por la prontitud del ‘Matilla‘, pero faltó la rotundidad que sí llegó después en una solitaria tanda con la zurda, mejor pitón del burel. Por ello, aunque el animal, buen toro, tuvo entrega y transmisión, faltó algo para que el trasteo rompiera del todo. Marró una y otra vez con la espada.

Colorado y armónico, proporcionado, bajo y de lomo recto, de los mejor hechos del envío, acucharado de cuerna y cornidelantero, el quinto, sin ser un Barrabás, no se empleó en el percal de Talavante de salida. Se dejó pegar en ambos pasos por el peto, saliendo en cuanto puede del peto, suelto, y se desplazó en banderillas. El extremeño comenzó, sin probaturas, más allá de las dos rayas, con la izquierda. Más limpia la tercera tanda, tras dos primeras algo deslavazadas e irregulares. Insistió en torearlo con la zurda hasta más allá de la mitad del trasteo y, siempre, en esos terrenos lindantes con el doble anillo. Mansurrón noble, el toro resultó muy manejable y repetidor en la franela del pacense, hay pases buenos, pero, como en su primero, faltó rotundidad para que La Maestranza eclosionara. Otra vez la espada quedó defectuosa.

RESEÑA

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería, en SevillaEspaña. Sexta de la Feria de Abril. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez (1º bis y 3º), muy desiguales de presentación. Destacó el 3º, de nombre ‘Filósofo’, nº 13, premiado con la vuelta al ruedo, gran toro, con prontitud, ritmo, codiciosa embestida que siempre quiso por abajo y una profundidad excepcional. El 1º y el 4º, justo de motor y casta, mejoraron ambos en las manos de Morante. Noble y de buen pitón izquierdo, el 2º; mansurrón pero noblote en la muleta, el 5º, y el 6º, muy deslucido, aplomado desde el inicio de faena.

Morante de la Puebla (de mandarina e hilo blanco), ovación y oreja.

Alejandro Talavante (de blanco y oro), silencio tras aviso y silencio.

Emilio de Justo (de obispo y oro), dos orejas y .

Incidencias: En banderillas, se desmonteró en el segundo Miguelín Murillo.

 

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