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Sevilla: Agarrados a una Roca

Siempre es mejor ver el vaso medio lleno, pero se puede tornar peligroso cuando uno está muerto de sed. Relumbrón que se dice pronto, hoy Roca Rey con su hacer tachó de su lista abrir la Puerta del Príncipe. Prefiero contarles como fue, de principio a fin, antes de sacar conclusiones. Adelante.

Otro astado anovillado salió en último lugar, más de cara que de cuerpo, nada nuevo bajo el Sol, que ya se escondía. Pasó sin pena ni gloria de salidas, frío, suelto. Correcto sin más fue en el caballo, destacó especialmente su prontitud al peto en los dos breves puyazos que tomó. Buen tercio de garapullos vimos, con un gran par al cierre del mismo por parte de Antonio Chacón, que junto a Paquito Algaba, saludó montera en mano al son de la (excesiva) música de Tejera.

Brindó Roca Rey al público. Tras un eléctrico y valeroso recibo de rodillas adornado con cambiados por la espalda, Tejera volvió a arrancar, y de su mano los tendidos no perdieron ojo de lo que pasaba en el ruedo. Aunque lo repetía en su franela, primaba por el momento la cantidad y la constancia por encima de la calidad de los muletazos, en los que faltó cierto sometimiento, más al aire del toro, que protestó al bajarle la mano, traducido en alguna que otra colada con derrote que no encontró presa. Primó también la capacidad de entenderse con los tendidos, a los que tuvo en el bolsillo hasta el final. Próximo a este encontró el peruano los compases más intensos de su faena, los más macizos, en los que atacó al colorado, al que había limado prácticamente sus asperezas, exprimiendo todo lo que le pudo sacar sediento de triunfo. Muy inteligente estuvo. Mató de estocada arriba, en todo el sitio, y fueron los tendidos quienes hicieron asomar dos pañuelos del palco presidencial.

El recibo de capa de Roca Rey fue brusco, algo suelto el tercero de Cuvillo, negro, más astifino que los anteriores, pero un punto más escurrido de carnes. No hubo caballo: dos picotazos y fuera. En banderillas, los hombres del peruano acudieron largos y valientes, destacó especialmente el último par, de la mano de Francisco Manuel Durán “Viruta”, que fue obligado a saludar montera en mano al finalizar el tercio.

Brindó Roca Rey a su tía, a lo que se decidió a iniciar faena. En escasos compases, aunque aquello apenas hubiera empezado, arrancó a tocar la música, entre pitos de algunos aficionados y palmas de otros. El caso es que lances de buen calado hubo, aunque faltó ligazón por el escaso fondo de casta del de Cuvillo. Le fue suficiente a Roca Rey para conectar con los tendidos. No fue de extensa duración la faena, que acabó con unos pases de pecho cambiados por la espalda. Mató de estocada caída y trasera que hizo muerte. Los tendidos pidieron y concedieron la oreja por sí mismos.

Se abrió la veda, salió el primero de la tarde, jabonero sucio de capa, en la línea de lo que viene saliendo en el serial de este año en cuanto a cara, si bien era discreto de caja. Gazapón se le vio en el capote de Diego Urdiales, que de la forma más ortodoxa lo recibió, sin exigirle en demasía por su condición. En el peto pasó sin decir palabra, en un puyazo bien administrado y un efímero picotazo, con un quite del riojano por Chicuelo, separando sangres, andándole alberos acordes. En banderillas acudió al embroque con la cara arriba, midiendo distancias, pero los de plata supieron estarle delante, apurando incluso. Llegó la muleta y el toro se destapó en su pozo vacío de casta y recorrido, volviéndose de manos, a lo que Urdiales lo intentó por ambos pitones, lo mostró y le dio la calle de en medio en menos de lo que canta un gallo. Gran estocada, en todo el sitio, que acabó pronto con el escaso jabonero. Silencio.

Más alto que sus hermanos tanto en lomos como en morro era el cuarto, al que Diego Urdiales recibió a la verónica defendiéndose primorosamente del viento, rematando con una media ‘jonda’ y acabando en las vueltas de su cintura. Tomó adecuadamente dos varas perfectamente administradas por el del castoreño y salió incluso con pies del peto, tal y como demostró en banderillas. Sin embargo, se vino abajo al llegar a la muleta. Tras unos inicios con inercias que Urdiales aprovechó para dejar algunos, si no los mejores lances de la tarde sobre su diestra, asentados los talones. No se enteraron los tendidos, no fue de sorprender. Tras eso, poco más hubo que algún muletazo suelto, algún detalle, porque toro no quedaba. Tuvo que tomar la espada. Pinchó y puso una estocada delantera que terminó por servir. Silencio.

A pesar de que tardó en tomar el percal, el colorado segundo, algo más hecho en carnes y marfiles, quiso repetir cuando lo tomó al fin, pero el no entenderse de José María Manzanares con el viento dejó todo en un mero lanceo. Pronto se mantuvo al cite en las dos varas que tomó con digna abnegación, en su justa medida además. Quitó brevemente tras ellas Roca Rey por chicuelinas desde los medios, que se ciñó hasta el desarme, remendando con una revolera. Turno ahora de la pañosa. Seguía soplando el viento, y Manzanares pretendió embaucar las embestidas del colorado, que quería y hacía. Faltó acople de primeras, atropellada la franela en los compases iniciales. En lo que aquello prosiguió, fueron sucediéndose tandas que acusaron mismo problema, que para nada beneficiaron al animal, al que no llegamos a ver. Pinchó en dos ocasiones poniendo luego una estocada caída un punto trasera que exigió descabellar. Palmas en el arrastre para el toro, silencio para el alicantino.

Sólo su envergadura tenía de toro este quinto, porque ni hondura ni marfiles tenía. Mero trámite en el recibo capotero de Manzanares. El caballo fue escuetamente discreto, poco que reseñar, así como las banderillas, más allá del volver a reseñar la capacidad de la cuadrilla del diestro de Alicante. Le costaba a Manzanares componer de primeras de cara al toro así como de cara a los tendidos, que decidieron a callar justo en el momento en el que comenzó a despegar su faenar.

Por el izquierdo embestía todo lo templado que se le citaba, lo que su matador aprovechó para plasmar lances de serena impronta al natural. Por el pitón derecho eran más cortos los caminos, lo que sumado al tender a esperarlo con la muleta puesta hizo que a veces asomase la cara y otras la cruz. Le faltó rotundidad en los finales de cada trazo, lo que le restó luces a un hacer pulcro con puntos reseñables. La espada los emborronó, sembrando Manzanares un pinchazo hondo tras un metisaca y precisando el uso del verduguillo, con el que acertó a la enésima tras sonarle un aviso. Silencio.

Oportuno es reseñarles, muy a mi pesar, el mal ambiente que imperó en gran parte de los tendidos. Por supuesto en tardes así se abre el abanico en cuanto a las características del personal, pero algo falla. Sevilla no es esto, y no creo que deba serlo. Voces inoportunas, más alcohol de la cuenta y menos silencio del necesario. Dicho esto, se pueden contar las mil y una noches si quieren. Pero prefiero ser breve. Cuando la carne está barata, el mercado se llena. Y hoy, aparte de parecer el coso del Baratillo más eso que un redondel, estaba éste a reventar. Por algo será. Que a plaza llena ganamos todos puede ser, pero no a cualquier precio. Que Roca Rey es un privilegiado de cara a su capacidad de conectar con las masas, también. Pero ni un palco generoso, ni toros pésimamente presentados ni un público desbocado son formas dignas de conducir el devenir de uno de los pocos que llena taquillas a día de hoy. Y hoy todo esto, sumado a la predisposición y a las ganas de tocar de Tejera, se ha traducido en la Puerta del Príncipe más barata de los últimos tiempos. Sedientos de más los tendidos, a falta de una tarde, se la inventaron engordando la que había a punta de pañuelo, aferrados a una Roca venida del Perú. Toca pensar gravemente. Nos vemos mañana.

RESEÑA

hierro nuñez del cuvillo

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería, en SevillaEspaña. Quinto festejo de abono, tercera de la Feria de Abril. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de Núñez del Cuvillo, de mala presentación y escaso juego y fondo, con la excepción del buen 2º y parcialmente, la del 6º, que sirvió aun sin terminar de ser rotundo. 1º, 3º, 4º y 5º, vacíos.

Diego Urdiales (de caña y azabache), silencio en ambos.

José María Manzanares (de corinto y oro), silencio y silencio tras aviso.

Roca Rey (de marino y oro), oreja y dos orejas.

Incidencias: En banderillas, se desmonteró en el tercero, Viruta. En el sexto, hicieron lo propio Antonio Chacón y Paco Algaba.

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