El tercero fue un animal más altote, menos lleno, pero con hueso y caja, largo, algo cuesta arriba y muy abierto de sienes, que salió también a su aire y abantón, echando las manos por delante y sin demasiada entrega en las telas. Cumplió en varas. Se arrancó con alegría y buen tranco en banderillas y se desmonteró Rafael Viotti. Buena brega de Juan Navazo. Toro encastado, con disparo, que Téllez brindó al público. Trató de comenzar sin preámbulos con la zurda, pero no lo admitió el toro, atrincherado en los terrenos del sol. El madrileño, muy cruzado, cuidando siempre la colocación, vendiendo mucho cada cite, consiguió ligar varias tandas de buen porte, hundidos los talones en la arena, con mucho aplomo por ambas manos. No era sencillo, porque el exigente y pegajoso ‘lisardo‘ mantuvo ese temperamento hasta bien avanzado el trasteo, unido a falta de humillación. Finalizó por manoletinas. Luego, se le atragantaron los aceros: cuatro pinchazos y una estocada corta.
Cerró la quinta del Otoño otro animal con gran aparato, muy serio y abierto de pitones, largo y despegado de tierra, que no se empleó lo más mínimo ya desde su salida de chiqueros. Animal muy deslucido, que echó la cara arriba en el peto y esperó en banderillas. Téllez lo intentó, se puso por ambos pitones, queriendo, pero el de El Puerto estaba muy vacío, desentendido en cada muletazo, ligarle dos, era un triple salto mortal. Con tirabuzón, en vista de la fría deriva, ya muy cuesta abajo, de la tarde. Lo mató de una estocada al encuentro.