Era la pregunta del millón. Hubo dudas toda la semana en Sanse con la presencia de Roca Rey después del tremendo percance en Bilbao, pero la realidad es que el peruano vino y toreó. Vaya si lo hizo. Dos faenas de una superioridad, un convencimiento y un poder abrumadores para cuajar a un lote noble y colaborador, del que tan sólo el pinchazo arriba al tercero, le alejo del pleno. Tres orejas en tarde arrolladora. La faena de la tarde, sin embargo, tuvo a Uceda Leal como protagonista. El veterano madrileño justificó con creces su inclusión sustituyendo a El Juli. Cinceló una faena cara, exquisita, de muchísimos kilates al excelente cuarto de una variada corrida de El Vellosino. Hubo tres, quizás cuatro, tandas con la zurda excelentes, pero media docena de naturales, al ralentí, duraron vida y media. Las trincherillas, los pases de la firma y demás remates fueron oro puro. Todo preñado de una torería y una manera de andar en la cara del toro, deliciosas. Sin duda, una actuación que aviva las ganas de verle en la próxima Feria de Otoño. Manzanares dejó dos faenas con elegancia y estética, pero su acero romo le impidió ir más allá de sendas ovaciones.
Empecemos por el final. Cerró plaza un toro bastito de hechuras y abierto de sienes, al que Roca Rey dibujó verónicas cadenciosas hasta más allá de la boca de riego. Buenos lances. Se le cuidó el castigo en varas y Roca Rey comenzó por bajo con doblones vibrantes que metieron ya al público en faena. A partir de ahí, después de un par de tandas más a su aire, sin exigirlo, el trasteo no bajó en su intensidad. Al revés, creció, sobre todo, toreando con la zurda. Más franco por ahí el toro. Muy firme, hundidos los talones en la arena, esculpió varias series de naturales largos y limpios con la plaza entregada. Rendida terminó en un final hierático, lleno de valor, en el que le cosió hasta cuatro circulares invertidos para después pasar al toro a milímetros sin enmendarse. La estocada, esperando mucho al toro, dejándoselo llegar mucho, lo hizo rodar sin puntilla en cuestión de segundos. También fue cosa de un parpadeo que cayeran las dos orejas.
Bajo y muy terciado, acapachado, abría más la cara el tercero, con cinco años largos, al que Roca Rey cuajó a la verónica en un largo y cadencioso saludo, que rubricó con la revolera. El quite, por ceñidísimas chicuelinas. Fue un animal de medido motor, pero que tuvo gran nobleza y clase. Roca Rey se lo sacó a los medios y allí construyó una faena rotunda de principio a fin por ambos pitones. Encajado, adelantando siempre la muleta y llevando las embestidas detrás de la cadera en cada muletazo. Hubo temple y hondura por la profundidad del toro, que humilló con calidad en tandas largas de seis, siete muletazos. Muy ligado todo. Lo mejor del trasteo, la tanda final q comenzó con un molinete de rodillas para después torearlo con la mano diestra y acabar pasándose al toro por todos lados después de un circular invertido. Lo pinchó en lo alto antes de un espadazo de premios, por ello, el doble trofeo, incontestable, quedó en uno.
Más toro que los tres primeros, el cuarto fue un superclase. Toro definido desde que salió de chiqueros, le pegó un ramillete de verónicas excelentes, meciendo el capote con suavidad y gusto, tras dos largas cambiadas. Luego, dejó un primoroso prólogo a dos manos. Primero con de rodilla genuflexa, después por alto y tres por bajo de cartel, cumbre, saliendo con torería de la cara del toro. Lo quiso todo por abajo el bravo toro de El Vellosino, que tuvo fijeza, prontitud y ritmo a raudales. Uceda Leal, muy torero andándole siempre al burel, le bajó la mano mucho, exigiendo de verdad al toro, que respondió con clase. Hubo un cambio de mano, casi circular, memorable. A más el toro, en una faena fundamentada en el pitón izquierdo. Hasta cinco tandas por ese pitón. Naturales largos, toreando reunido y con gran hondura, ralentizando la embestida del toro. Hubo una antológica. Cuatro naturales al ralentí, eternos, acariciando la embestida humillada del toro, para rematar con el de la firma y una trincherilla con sabor. Magnífico. El final, por naturales a pies juntos, citando de frente. Lo remató de un espadazo fulminante y paseó las dos orejas.
Rompió plaza un toro alto y ensillado, estrecho de sienes, que tuvo muy poca fuerza. Claudicó varias veces y apenas se le señaló un puyazo. Uceda Leal se lo sacó más allá de las dos rayas y ahí intentó afianzarlo, pero el animal cayó en varias ocasiones. Imposible ligar una tanda, porque no soportaba más de tres muletazos, a partir de ahí era un nuevo volver a empezar. De uno en uno, dibujó naturales de buen trazo en una faena monopolizada por el pitón izquierdo. Se le atragantó la espada.
Acapachado y agradable por delante, basto y lleno, el segundo humilló de salida en el capote de Manzanares, que le pegó varias verónicas briosas hasta que el animal se pegó un volatín que pareció afectarle en los primeros tercios. Buen tercer par de Duarte. El alicantino logró afianzarlo llevándolo muy templado, pulseando siempre la embestida y aliviando al de El Vellosino en el tramo final del muletazo. Así logró varias tandas estimables, de buena composición y trazo limpio, porque el toro tuvo bondad. Especialmente maciza una con la derecha, rebasada la mitad del trasteo. Era de premio, pero pinchó dos veces antes de una estocada y todo quedó en ovación.
También tuvo más cuajo y entidad el quinto, un astado que tuvo ritmo y buena condición, aunque con el defecto de vencerse siempre en el viaje. Manzanares, que no se pudo estirar a la verónica, lo toreó luego con empaque y elegancia en un trasteo basado en el pitón derecho. Tras un par de coladas al comienzo de la faena, consiguió limar ese defecto y la faena tuvo buen lustre. Llegó al tendido mucho por la transmisión del toro y la estética de sus muletazos. De nuevo, los premios, en su mano, se esfumaron por un feo bajonazo, al que luego siguieron varios pinchazos. Ovacionado
Plaza de toros de La Tercera, en San Sebastián de los Reyes (Madrid). Última de la Feria del Cristo de los Remedios. Más de tres cuartos de entrada. Toros de El Vellosino, desiguales de presentación. El 1º, blando, no resistió una tanda completa; el 2º, noble y obediente, aunque medido de fuerzas; como el 3º, toro enclasado; el 4º, buen toro, con mucha clase y a más, lo quiso todo por abajo; el 5º, con movilidad, tendió a vencerse en el viaje, sobre todo, por el derecho; y el 6º, noble, de buen pitón izquierdo.
Uceda Leal (de tabaco y oro), silencio y dos orejas.
José María Manzanares (de sangre de toro y oro), ovación y ovación.
Roca Rey (de blanco y oro), oreja y dos orejas.