Manizales se vistió de gala para su festival, que está noche llegó a su edición número XXV. Pos esto, hasta la lluvia respetó, pues cayó con intensidad hasta minutos antes del inicio de la tradicional procesión de la virgen. Este es, sin duda el evento central del ciclo por su sentido benéfico, algo que, sin duda, motiva de forma especial a los matadores, que en las horas de la mañana visitan a los niños que el Hospital Infantil local puede atender gracias a las utilidades que cada año deja la feria taurina.
Y eso se notó en Antonio Ferrera, que vestido de charro mexicano se inspiró desde la salida de su ejemplar. La suya fue una actuación plástica, llena de contenido, adornos y toreo. Porque el extremeño descubrió en la calidad de su novillo la mejor herramienta para dejar volar su creatividad. El público entró enseguida en una faena sin fisuras y emocionante. La conjunción fue tal que el indulto se veía venir y no tardó en llegar.
Algo parecido sucedió en el segundo turno, esta vez con Emilio de Justo como protagonista y con un toreo diferente. Esta vez todo fue más sobrio, más clásico y elegante, pero igual de intenso. Tanto por la profundidad del toreo de Emilio, como por la superior clase de un novillo que siempre embistió pronto y humillado. Cada muletazo fue una pintura y la obra fue ganando en solidez a medida que avanzaba y hacia sonar el himno de esta plaza: “Feria de Manizales”. De nuevo el indulto cayó con unanimidad.
La plaza fue un hervidero, pero era difícil mantener el mismo nivel toda la noche, aunque la verdad es que hubo mucho contenido. Pues el delicado toreo de Luis Miguel Castrillón, el poder y la ambición sincera de Juan de Castilla y la soberbia elegancia de Tomás Rufo, este último con el novillo menos potable del festival, hicieron méritos para la obtención de los trofeos, pero no anduvieron finos con los aceros, a pesar de conseguir emocionar al tendido.
La otra oreja de la noche la cortó Román en el cuarto. Era la primera vez del valenciano vestido de corto en esta plaza y su voluntad de agradar se hizo latente cuando cubrió el tercio de banderillas con soltura. Después pudimos ver quizá sus mejores naturales en Manizales, asentados, rítmicos y profundos. Su conexión con el tendido no se hizo esperar, aunque esta vez fue más profunda, porque la seriedad de su toreo llegó con la fuerza de lo que se hace bien en la arena.
Plaza de toros de Manizales, en Colombia. Cuarta de abono. Festival nocturno. Lleno. 6 Novillos de Ernesto Gutiérrez, reglamentariamente despuntados en su desigual presencia. Fueron indultados los primero y segundo, “Panadero,” nº 2, y “Emir”, nº 69, de juego superior. También se premio de forma laxa al quinto “Florisel”, nº 16, con una vuelta al ruedo. Los demás, excepto el deslucido sexto, ofrecieron distintas posibilidades en su manejable juego.
Antonio Ferrera, dos orejas simbólicas.
Emilio de Justo, dos orejas simbólicas.
Luis Miguel Castrillón, silencio tras aviso.
Román, oreja.
Juan de Castilla, ovación.
Tomás Rufo, silencio.
Incidencias: Marco Pérez, anunciado en el cartel, pero que tampoco pudo actuar, fue obligado a saludar después del paseíllo.