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Rodrigo Ortiz cortó oreja protestada en la Plaza México

En un festejo sin toreo de capote, mostraron su verdor los tres novilleros, o aún peor, su inmadurez.

Fue una noche con frío primaveral, que al principio de la novillada llegaba a calar los huesos pero conforme pasó el tiempo fue subiendo la temperatura; no así en el ambiente de los tendidos por lo que sucedía en el ruedo.

Se lidió un encierro de la ganadería La Playa, bien presentado, digno de la gran plaza. Los 3 primeros novillos fueron buenos, con calidad y bravura, y los otros 3 mostraron complicaciones,  exigiendo un lidiador al frente.

La entrada bajó con respecto a la semana pasada, habiendo asistido alrededor de 3,000 espectadores.

El primer espada fue Juan Querencia. Con el que abrió plaza fue muy discreto con el capote. Sin procedimiento alguno, inició su faena de muleta con las rodillas en la arena ante un novillo de clara movilidad. Ya de pie, instrumentó muletazos rapiditos por ambos lados sin encontrar nunca el temple al astado. Voluntarioso sí, pero sin aprovechar las claras embestidas de su enemigo. De repente le dio por una dosis de valor en adornos arriesgados, pero regresó al intento de correr la mano por el lado derecho sin lograrlo con claridad.  Mató de pinchazos, estocada caída, descabellos y para que seguir. Escuchó dos avisos.

Con el cuarto, un bovino que embestía derrotando siempre, se dobló con él al tomar la muleta caminando del tercio a los medios. Pero las condiciones del burel no le dejaron confiarse y la gente le empezó a caer encima. Y el novillero, cual si fuera puntero y tuviera 20 compromisos firmados, prefirió ir por la espada y abreviar el trance. Pinchazo y estocada le valieron para fuerte recriminación del respetable con estruendosa silbatina.

Rodrigo Ortiz muy breve con el capote en el segundo de la noche. Con la muleta se enfrentó a un novillo que pedía su distancia y solo en ella habría de embestir. Cuando el chaval se la encontraba, dio tandas cortas o recortadas al sentir que el que se imponía era el astado. No podía…y no pudo. Entonces cuando el público le empezaba a protestar engarzó unas manoletinas por no dejar. Un pinchazo y media estocada trasera para culminar con fríos, muy fríos aplausos de algunos espectadores.

Deslucido de capote con el quinto, sin ningún argumento. Y fue el novillo entonces el que  enfrentó una muleta que no mandaba, casi ni la sentía y para colmo la arrancaba de las manos del novillero, lo que logró descomponer sus embestidas. Pero de pronto Rodrigo se llevó la muleta a la mano izquierda y recetó una tanda de naturales con sabor. Se iluminó su entusiasmo y decidió matar recibiendo, dejando una estocada entera. Algunos pañuelos hicieron que el juez de plaza le otorgara una oreja que fue seriamente recriminado cuando dio la vuelta al ruedo.

El joven hispano Jorge Martínez se vio opaco con el capote en su primero. Con buena planta, figura digna y muy quieto se dio a torear a pulcritud con la sarga. Lo hizo por ambos lados a un novillo que humillaba y tenía recorrido, pero a pesar de ello el novillero no convencía porque no dominaba las embestidas. Fue cogido de fea manera afortunadamente sin consecuencias a pesar de llevar rota la taleguilla. Mató de pinchazo y media estocada para escuchar aplausos.

Con el que cerró plaza nada con el capote. Y con la muleta trató de entender y luego someter a un astado que daba arrimones y derrotes, para regatear también las embestidas, por lo que su esfuerzo fue infructuoso. Era difícil bien lograr la faena, así que no hubo conjunción y sí desilusión. Después de ponerse pesado con los descabellos escuchó un aviso por parte de la autoridad.

 

 

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