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Roca Rey, la ambición de un número uno

Merodeando los 600 kilos, el segundo fue un toro de feas hechuras y suelto de carnes a pesar de su romana, le cabían aún más kilos, estrecho de sienes, con las puntas mirando al cielo. No gustó de salida, muy protestado, y, tras claudicar a la salida del peto, fue devuelto. Se lució Florito para meterlo a toriles y salió en su lugar en su sobrero del mismo hierro. Castaño salpicado y bocidorado, serio y fuerte, pero sin terminar de llenar, el primer sobrero tuvo aún menos fuerza y también regresó al corral. El segundo sobrero fue otro castaño, hondo y con mucho cuajo, muy basto de hechuras, por encima holgadamente de los 600 kilos y amplio de sienes, abriendo mucho la cara. No permitió el lucimiento de Roca Rey con el percal y se empleó en el peto. Sangró mucho el de Victoriano, que apretó para dentro tela en un tercio de banderillas en el que expuso y se desmonteró Viruta.

Volcánico fue el prólogo, hasta tres cambiados por la espalda, quieto y muy erguido, sin mover un milímetro. El cambio de mano larguísimo, cosido al del desdén y uno de pecho largo, que prolongó con la trinchera, de cartel. El público, metido ya en la faena. De lleno. Rompió a embestir el toro, que le costaba a partir del cuarto muletazo, por su excesiva romana, pero que tuvo clase y nobleza. Lo cuajó por ambas manos. Hubo dos tandas de naturales mayúsculas, especialmente, la segunda, donde hubo un cambio de mano y un natural larguísimos, casi circular, a cámara lenta. Imposible más reunido, más encajado. Con el toro, importante y con gran profundidad, ya más entregado, se incrustó, además, entre los pitones, pasando el toro por lugares inverosímiles. Ni un papelillo de fumar cabían entre toro y torero. Las bernadinas, taquicárdicas. Se volcó sobre el morrillo y hundió la tizona hasta la empuñadura en el sitio. De premios. Un clamor Las Ventas, una marea blanca que no cesó hasta concederle las dos orejas. Ovacionado este buen ‘Jaceno‘ de Victoriano. Tras la vuelta al ruedo, pasó a la enfermería, pues se cortó la mano izquierda en la suerte suprema. Puerta Grande en Madrid.

Almirante‘ cerró la temporada en Madrid. Un toro ensillado, que abría la cara, enseñando las puntas, que no permitió el lucimiento de un Roca Rey, que se dolió de esa maltrecha mano izquierda. Empujó fijo en la primera vara. También cumplió en la segunda. Cortó y esperó lo suyo en banderillas. Pronto y en la mano, se lo sacó directamente a los medios para ponerse con la mano izquierda. Como si no tuviera herida la mano. Trazó varios naturales de buen porte, limpios, pero se le veía mermado. El toro fue mejor por ese lado, pues soltaba la cara mucho más por el derecho. Volvió, por ello, a la diestra, pero muy dolorido terminó optando por ir a por el acero. Marró con el acero.

 

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