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Rafael Ortega, el tesoro de la Isla

Homenaje a un torero fundamental por su inconmensurable pureza, que en este 2021 se ha conmemorado el centenario de su nacimiento; Esta tarde recibirá un homenaje en su tierra natal

Con la excusa del homenaje que le darán en su San Fernando (Cádiz) este jueves, hemos querido conocer más detalles de la biografía de un torero no siempre reconocido pese a ser un bastión de la pureza a la hora de interpretar el toreo. En el mes de julio se cumplieron 100 años de su nacimiento. Nacido en julio de 1921, quiso seguir los pasos de su tío, el subalterno ‘Cuco de Cádiz’. El servicio militar retrasó sus primeros pasos en la profesión. Sus grandes facultades estoqueadoras eclipsaron durante mucho tiempo el resto de sus condiciones toreras. Pero consiguió el respeto y la admiración de los toreros de su época. En su tierra le catalogaron como ‘El tesoro de la Isla’.

Triunfó rotundamente de novillero en su presentación en Madrid, el 14 de agosto de 1949. Este éxito ocasionó que toreara otras cuatro tardes en Las Ventas dando buen nivel hasta la alternativa, en el mismo ruedo, que se quedó en un mano a mano con Manolo González por la cogida de Manolo dos Santos. La grata impresión en la alternativa propició que los Dominguín se encargaran de dirigir su carrera. Alternaría en muchas ocasiones en los años posteriores con Luis Miguel. El 12 de octubre de 1952 alcanzó la cúspide de su carrera cortando un rabo en Sevilla. La Maestranza siempre lo acarteló y lo esperó. En su ruedo toreó como mandan los cánones numerosas tardes con el hito de cortar el segundo rabo de su carrera en esta plaza a un toro de Miura en 1956.

Además de la revelación en Madrid con 28 años, logró abrir en seis ocasiones la Puerta Grande de Las Ventas. En el año 54 se encerró con seis toros. Bordó el toreo con un toro de Alipio Pérez Tabernero en 1953, consiguió cuajar a un Pablo Romero en 1958 y marcó a los aficionados de los años 60 con su faena al toro de Higuero en el año de su reaparición tras seis temporadas alejado de los ruedos, en 1967. Se retiraría al año siguiente, en esas dos últimas temporadas apoderado por los hermanos Lozano. Confirmó la alternativa en La Monumental de México en noviembre de 1952 de manos de Carlos Arruza.

Una carrera marcada por los percances, llegó a recibir 24 cornadas. Algunas de ellas muy graves como las de Barcelona (plaza donde consiguió tener mucho cartel), Pamplona o Motril. No le ayudó nada su aspecto físico, grueso y con alopecia. Pero lo compensó con la verdad de su toreo con el capote, la muleta y la espada. Muy completo, sólo escuchó dos veces un aviso a lo largo de su carrera. La tónica de su trayectoria fue la autenticidad de sus planteamientos, la ausencia de ventajas, de extraordinaria calidad y de un valor demasiadas veces puesto a prueba.

Se dedicó a la enseñanza durante las últimas décadas de su vida. Transmitiendo sus conocimientos en la Escuela de Tauromaquia de Cádiz a toreros como Francisco Rivera ‘Paquirri’, Ruiz Miguel (a quién apoderó su hermano Paco), entre otros muchos.

En Radio Nacional de España, Federico Arnás catalogaba el pasado domingo al torero como “El mejor traje colgado en la peor percha”. Inmejorable metáfora.

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