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Pude hablar con él. Curro Romero: «Diego ha estado torero»

Algo tendrá Diego Urdiales, si cada vez que torea viene Curro Romero a verle. Sus artes son una: la de siempre. No quise irme sin hablar con él.

De repente allí estaba, sentado, bastón en mano, a la vera de su esposa. Hoy torea Diego Urdiales, y Curro no falta a su cita. Veo feliz al maestro. Cada vez que me cruzo con él procuro que se sonría: prefiero eso a que me tenga que atender por ser quien es. No fue menos esta vez.

La Maestranza luce más con él aquí. La presencia de ambos es magna, así como cuando el Papa camina por el Vaticano. El pontificado de Curro no entiende de credos pues su icónica figura es un credo en sí. Sin embargo, hablar con él es gratificante porque el maestro es un excelso aficionado. Curro es llano, honesto, y cuando habla de toros lo que dice lo dice pronto y en la mano, como diría Chenel. Aún mantiene intacta su capacidad para explicar tanto con tan poco, como hacía con la muleta. 

Recién muerto el quinto toro, tras haberlo saludado previamente al entrar, quise hablar con él, para conocer sus impresiones de la ya agonizante tarde. Vio el problema en el ganado: «Estos toros comentaban algunos que iban a embestir, y yo de momento no he visto embestir a ninguno». Supongo que el sexto no le haría cambiar de opinión, si bien Ureña tuvo que ponerle todo. El ganado fue descastado, frente a matadores que hoy ejercieron como tal, firmes y dedicados en medio de la incertidumbre de la falta de raza.

Cómo no, de Urdiales había que hablar. El maestro estaba contento pero no satisfecho, su expresión adivinaba sed de algo más de lo que se pudo, impotencia por las circunstancias. «Diego ha estado muy de verdad, muy hecho, muy torero. Todo lo que le ha faltado a sus toros lo ha puesto él», dijo el Faraón. No fuimos los únicos que lo vimos así: Urdiales llenó con su manera de hacer las cosas. «A pesar de todo Diego ha dejado detalles muy buenos con los dos toros», matizó Romero. La pinturería más mérito tiene en medio de la niebla, aunque el temporal no arree a las mares. 

Tampoco quería entretenerles de más, ni a él ni a su mujer Doña Carmen, pues estaba el sexto toro a punto de hacer acto de presencia, pero tiempo a algo más sí que dio. Hemos hablado de ello aquí más que de sobra, del ambiente raro que se palpa en el ladrillo maestrante. Curro me lo comentó: «El ambiente está muy raro esta Feria. La gente no sabe ni dónde están los tendidos, ni ná de ná.» ¿Pañuelo fácil? ¿Falta más exigencia?: «falta de tó, falta de tó.» No quise irme sin preguntarle por quien en principio se anunciaba hoy, Emilio De Justo. Me respondió Doña Carmen en este caso: «Es una lástima lo de Emilio, pero también nos da pena por Ureña, porque la gente no ha sido justa con él al tomar la sustitución.» Totalmente de acuerdo.

Salía el sexto, «Espléndido» de nombre. Me tuve que despedir, en paz con ellos y conmigo mismo. Así como no quiso sonar Tejera con Urdiales, la música llevaba sonando desde que el murciano tomó la pañosa. También fue música para mis oídos poder escuchar hablar a nada más y nada menos que Don Francisco Romero López. Aunque seguro que si les hablo de Curro, ustedes me entenderán más que de sobra. Ahora, caído el sol, le miro hecho bronce frente a la que siempre será su Plaza, y desde aquí les escribo esto que acaban de leer. Cuídense. Mañana más. 

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