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Picadores legendarios de la primera mitad del siglo XX

Si la semana pasada hablábamos de la dupla más famosa de la historia del tercio de varas, en este nuevo artículo, vamos a conocer la biografía de otros picadores que protagonizaron excelsas tardes en la primera mitad del siglo XX. Corpulencia, elevadas habilidades de monta y personalidad arrolladora, vamos a conocer a cuatro hombres que acompañaron a algunos de los toreros más importantes de estos años y cuya fama fue tal, que los matadores se rifaban contar con ellos. Como en el anterior artículo, sirva estas breves líneas como homenaje a la profesión de picador y, a pesar de que solo vamos a hablar de tres (mis preferidos), honor a todos los que les tocó lidiar estos años…

Un claro ejemplo de la dificultad de ejecutar este tercio en tiempos pasados (fotografía fechada en la primera mitad del siglo XX – colección propia)

BERNABÉ ÁLVAREZ, “CATALINO”: ENTRE JOSELITO, BELMONTE Y MANOLETE

Empezamos esta relación en la siempre taurina ciudad de Córdoba, con un picador famoso por su fuerza y su corpulencia, que estuvo a las órdenes de alguna de las figuras más importantes del siglo XX: “Catalino”.

“Catalino”, nacido el 15 de febrero del año 1885 en Córdoba, fue un picador muy fuerte y duro, siempre recordado porque les hacía mucho daño a los toros (como se leía en las crónicas, hasta que sangraban considerablemente), algo que los matadores agradecían enormemente y, porque en aquel entonces aguantar encima del caballo durante largo rato realizando un buen puyazo era algo altamente complicado. Siempre clavaba la garrocha en buen sitio, daba igual el poder y fuerza de la cometida del animal y por ello, podemos decir sin miedo a equivocarnos, que nos encontramos ante uno de los picadores con más fuerza y poder de la historia.

Su afición a los toros, viene casi de casualidad. De oficio calderero, sus compañeros de trabajo siempre estaban metiéndose con él debido a su corpulencia y fuertes brazos, que era el perfil clásico del buen picador. Estas bromas influyeron para querer probar si realmente podía serlo. Tuvo ocasión de probar por primera vez en Córdoba el 4 de septiembre de 1904 en una novillada en la que actuaron «Corcelito» y “Chaqueta”, actuando de una forma aceptable, no dejando de probar suerte en otras corridas.

Con el novillero Antonio Mata “Copao” se presentó por primera vez en Madrid el 28 de febrero de 1907. Continúo contratado en varias cuadrillas como las de Vicente Segura y “Moreno de Alcalá”. El último novillero en cuya cuadrilla figuró fue Pacomio Peribánez. Su salto a la primera línea fue cuando se fijó en él Rafael González «Machaquito», ingresando en su cuadrilla en la temporada de 1911 y en ella estuvo hasta la retirada del maestro en 1913.

Posteriormente, y tras las buenas actuaciones con Machaco, dio el salto definitivo en su carrera, ya que acompañó a los dos colosos del momento, José y Juan. Con “Gallito” picó en 106 festejos y con Juan Belmonte toreó 111 corridas.

Después, estuvo en las filas de algunos de los personajes más destacados de la Edad de Plata como Camará, Sánchez Mejías, Marcial Laranda, Algabeño, Niño de la Palma o Cagancho, con quién estuvo más tiempo y acompañó hasta el inicio de la Guerra Civil.

Por último, estuvo en la cuadrilla de su paisano y amigo Manuel Rodríguez “Manolete” con el cual se retiró el 16 de septiembre de 1940 en Salamanca. El último toro que pico fue de la ganadería de Antonio Pérez y en el cartel, alternaban con el “Monstruo”, Domingo Ortega y Pepe Luis.

Su tarde más recordada, como él mismo dijo en varias entrevistas, fue el 18 de julio de 1939, en la Maestranza de Sevilla, con Manolete. Un toro de Tassara lo tiró del caballo y le corneó en el pecho, el momento fue de una gran emoción y desconcierto en el público, que se llevaron la sorpresa al ver que “Catalino”, todo maltrecho se subió al caballo y colocó al toro dos magníficos puyazos. La ovación fue de las más grande que se recuerdan en el coso sevillano a un varilarguero.

Este excepcional picador falleció el 23 de diciembre de 1958 con una hoja de servicios intachable y con más de 600 toros picados.

Catalino junto a Manolete, Camará, El Pelu y Guillermo. Fotografía de cuadrilla para el kilométrico del ferrocarril (Foto Francisco Linares, vía blog “Plaza de la Lagunilla”)

JOSE CANTOS, “BARANA”: ORGULLO DE LA TIERRA VALENCIANA

Nació en Valencia en el año 1885 y aprendió el oficio de carpintero, al que se dedicó por espacio de bastantes años, pues cuando comenzó a actuar como picador de reserva en la plaza valenciana en el año 1913, seguía en el oficio.

Su elevada talla, su complexión fuerte y poderoso brazo y sus buenas disposiciones, sobre todo, para ejercer el toreo a caballo, le hicieron dedicarse exclusivamente a esta actividad cuando siendo todavía matador de novillos, Manuel Granero lo incorporó a su cuadrilla. A ella perteneció “Barana” hasta la trágica muerte del torero en 1922, y el resto del año picó a las órdenes del espada vasco Diego Mazquiarán (Fortuna).

Las aptitudes de este picador requerían más amplio campo, y así, en el año 1923 le vemos ingresar en la cuadrilla de Chicuelo, con quien permaneció aquella temporada y la siguiente, haciendo con el mismo espada la campaña de México en el invierno de 1924-25. De regreso de aquel viaje, entra a formar parte de las huestes de Marcial Lalanda y con éste toreó durante las temporadas de 1925 y 1926. Sale de la cuadrilla de Marcial Lalanda e ingresa en 1927 en la del espada bilbaíno Martín Agüero quien por entonces se aproxima a las 60 corridas anuales, hace una nueva expedición a México con dicho matador para torear en la temporada de 1927-28 y con él sigue toreando durante este último año en España.

Manuel Granero acompañado por su cuadrilla, entre los que vemos en la fila superior, empezando por la derecha, a “Barana” (Fotografía Boldún)

Desciende Agüero en el número de corridas toreadas, debido en gran parte a los percances que sufre, y “Barana” pasa a las órdenes de su paisano Enrique Torres, con quien toreó en la temporada de 1929. En 1930, perteneció a la cuadrilla de otro espada valenciano, a la del valiente Manolo Martínez, para incorporarse ya al final de su carrera a la cuadrilla de Vicente Barrera. Desgraciadamente, a partir de este momento se le pierde la vista y no existe ningún tipo de documento relacionado con él, por lo que no se sabe el año de su fallecimiento pero que se puede considerar, casi con seguridad, que murió en su tierra natal.

Con respecto a su sobrenombre, se desconoce el momento y el porqué de la denominación, pero podemos afirmar que el término barana hace referencia a una barandilla.

“Barana” picando un toro en Nimes en 1926 (Autor anónimo, Museo Taurino de Valencia)

ANTONIO MARÍN, “FARNESIO”: EL VARILARGUERO QUE LE CORTÓ LA COLETA A JOSELITO

Nació en Madrid el 22 de febrero de 1888 y falleció en 1968. Este varilarguero debió iniciarse en el mundo taurino en 1906, con 18 años. Se hacía llamar “Cachiporra chico”, y tal y como él mismo recordaba en una entrevista, al contratista de la cuadra de Madrid no le gustaba el apodo de “Cachiporra …” y me propuso que lo cambiara por “Farnesio”, no era que hubiese servido en caballería en el tercio del mismo nombre (pues así lo creían muchos aficionados en la época), era simplemente cosa de superior aceptación.

Antonio Marín, Farnesio (Portada de la revista “Arte Taurino”, nº 19 de 1913. Vía Ángel Berlanga y Marcos García)

La primera actividad que desempeñó fue la de monosabio en Madrid al servicio de los hermanos Monje, y como hemos dicho anteriormente, picó en dicha plaza como reserva desde 1906 a 1909, año en el que fue anunciado para actuar a las órdenes de Victoriano Boto “Regaterín – chico”. En las temporadas de 1910 y 1911 picó con Andrés del Campo (Dominguín II) y otros novilleros hasta que finalmente saltó a la primera fila cuando se incorporó a la cuadrilla de Vicente Pastor en el invierno de 1911-1912.

Gracias a sus buenas aptitudes, consiguió ingresar en la cuadrilla de Rodolfo Gaona el año 1912, permaneciendo en ella hasta 1917, inclusive. Al salir de la misma, y tras sonadas actuaciones, se fijó en él el mejor torero del momento, José Gómez Ortega y lo “llamó a filas”. Las temporadas que hizo con Gallito fueron las de 1918, 1919 y parte de la del 20, hasta la trágica muerte de José en Talavera, en la que Farnesio se encontraba presente. Fue Farnesio el que le colocó el último puyazo al toro Bailaor, pues previamente había derribado a Camero y a Carriles y, al que le tocó cortarle la coleta al considerado Rey de los Toreros. Preguntado años más tarde en una entrevista sobre la tarde, comentó en relación a la tarde, que fue ¡Pa haberlo sabio y haberle metió to el palo entero! (al toro de la Viuda de Ortega).

La cuadrilla de Joselito velando el cadáver del matador caído, entre los que vemos al picador Antonio Marín “Farnesio” (en el centro de la imagen), quién le cortó la coleta (Fotografía Baldomero, RABASF)

Tras ello, se sumó “Farnesio” a las huestes de Sánchez Mejías y ya en 1921 tuvo por jefe al líder del escalafón, Manuel Granero.

En 1922, actúa bajo las órdenes de Marcial Lalanda, para incorporarse al año siguiente a la cuadrilla de “Valencia II”, con quien toreó desde 1923 a 1927. Este último año, trabajó también a las órdenes de Vicente Barrera, con quién se retira.

Como curiosidad, decir que no solo tenía maña con la puya, pues manejando la espada como estoqueador se distinguió notablemente en muchos festivales, tanto en España como en América. Numerosos fueron los percances que sufrió, siendo el más grave de todos una cornada en el cuello que, en sus comienzos, el 25 de agosto de 1907, le infirió un toro de Moreno Santamaría en Madrid.

De los toreros que contaron con él para su cuadrilla se vislumbra la importancia que tuvo este picador, convirtiéndolo para mí en uno de los más importantes del siglo XX.

«Caída al descubierto y los matadores al quite» – Fotografía premiada en la Exposición Internacional de Londres, realizada por Manuel Cervera en la plaza de toros de Toledo, en la que vemos a los matadores Gaona y Juan Belmonte realizándole un quite a Antonio Marín “Farnesio”

 

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