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Sevilla reinó en El Puerto: Ortega renace y Aguado golpea

Juan Ortega corta dos orejas dejando una faena breve pero memorable, y Aguado pierde la Puerta Grande por mala fortuna con la espada. Manzanares, sin fortuna, y Ribeiro Telles corta una oreja. Los de Juan Pedro, sin más, de nuevo.

Y Sevilla iba a salir a hombros, Juan al cante por muleta, Pablo al toque por capote, pero la suerte no quiso que la guitarra aguantase viva, y sólo una voz rasgada, que resucitaba, con cuatro versos contados por seguidillas, murió a hombros del Puerto que tanto le busca y tanto le espera. Ortega, Aguado. Las dos Sevillas, la misma a la vez. 

Ribeiro Telles abrió la tarde a caballo, rompiendo los hielos que a veces se clavan en faenas tapadas. Su labor en lo ecuestre hizo que la entrada, inesperadamente clareante en los tendidos para el cartel que se anunciaba, se desangelase en menor medida. Su toro en suerte, uno de Murube, en hechuras propias del encaste y capa negra, tuvo escasa transmisión de salidas, trotón, indiferente. Clavó arriba el rejón correspondiente tras brindar a D. Álvaro Domecq, que en tendido de sombra se hallaba presente, y posterior a dicha suerte comenzó a labrar faena. De primeras el de Murube se mostró un tanto reacio a la entrega, y viendo el percal el cavaleiro, se fue a buscarlo sacándole las aguas a base de apretarle. Mejores carreras dejaron ambos caballo y morlaco ahora sobre el ruedo, plenitud de dobles quiebros y buen hacer en las suertes, lo que precedió a una muerte bajo colocación un tanto contraria, que no le impidió cortar una oreja. 

Pero a lo que íbamos, y no es por barrer para casa: Sevilla. Y no por cercanía, tampoco, aunque muchos forasteros a este ruedo vistamos hoy su piedra.

El primero en golpear hoy fue Aguado, que abrió boca a la tarde a pie. De tapadillo, le  sopló al cuarto de la tarde el que bien puede ser el recibo capotero de la Temporada de Verano de El Puerto de Santa María de este año 2022. Se dijo en cadencia, en formas, en asentamiento sembrado por los talones amarrados a la arena. Se dijo en reducir las embestidas como nadie, en torear con la mano de adentro, en naturaleza y en naturalidad, en rematar semejante tanda a la verónica como soberanamente quiso. Luz. Que luego quitó de nuevo, hasta galleó por Chicuelo camino al caballo. Por el patio de su casa. Comenzó bajo buen cante a la muleta, iniciando pulcro y grande a pesar de las medias tintas y el desorden del animal. Pintó trincherazos grandes, lo fue haciendo entre detalles, sabrosas las maneras. Imperaron las medias alturas, pero le bajó la mano siempre que pudo, hasta sonándole la música a raíz de franela. El toro empezó su cuesta abajo, sin embargo, y comenzó a rajar, a desentenderse, a protestar los muletazos, ya mansurrón el carácter. Aguado no se lo pensó y tomó la espada sin tardar, poniéndola arriba y un puntito tendida, pero efectiva sin tardanza. Cortó oreja.

Y cuando llegó Juan, bendita la hora. Hubo que esperarle, pues en el primero poco sitio le halló más allá del capote por delantales, si bien luego en la muleta poca cosa tuvo, entre medias arrancadas y destellos de su toreo. Pinchó y luego puso una buena estocada, ovación con saludos y a seguir. Pues bien, vaya si hubo que esperar. Comenzaba la muleta del sexto, quinto a pie dígase segundo de su lote, y seguía sin verse aquello claro. Toreaba muy despacio, muy puro, pero perduraban los enganchones, y entre la falta de casta y el desorden del bovino no terminaba de cuajar aquello. Mucho gusto. Sin previo aviso, cuando más parecía que nada había allí, se puso a torear. Y qué voy a decirles de cómo torea Juan Ortega, si con palabras escritas no basta. Quien lo haya visto sabe de lo que le hablo. Y para quien no haya posado sus ojos sobre su arte, sólo puedo decirle que le busque, y darle mi más humilde intento de expresión frente a semejante acontecimiento. Llega a hacer lo que hizo cinco minutos antes y no le hubieran dejado terminar, pues no le hubiera pedido nadie un final a aquello. Y fueron tan sólo seis, siete pases. Suavidad, completa y absoluta, superior a todo lo que había salido de toriles únicamente la muleta del sevillano. Temple, profundidad. 

Un natural hecho pintura

Que de no ser por las cadenas

Su vuelo todavía dura

Imagínense. Renacer. Ganó la acción, voló franela sobre cintura sin toque que valiese. Estocada en todo lo alto, imagínense cómo fue aquello, que como les decía fueron sólo seis o siete pases. Pues eso.

No pudo rematar su tarde y sacar a las dos Sevillas a hombros Aguado por no encontrarse con oponente de finales, pasando de el toro de ser a estar, sin atender a toque, hasta reculando cuando uno se le propiciaba. Raza hubo toda y más, y parecía que la voluntad traería trofeo, pero cuando iba a matar al toro ya cuadrado se escuchó una voz en los tendidos que lo desmoronó, teniendo que cambiarse colocación y derivando en sarta de pinchazos, estocada perpendicular, y venga a descabellos. Nos quedaremos pensando en lo que pudo ser.

Manzanares, por su parte, escapó con una oreja en el esportón, cuestionable cuanto menos. Fue en el quinto de la tarde, segundo de su lote, y aún seguimos buscando los motivos de la concesión de dicho premio. Se cargó los parámetros de medida en el palco, causando ya desbarajuste en el criterio del usía. Era su segunda bala la tarde de hoy, lo hablábamos hace unos días, sin embargo no halló pleno sitio frente a su lote, dos animales que no terminaron de convencer por mansos o por toscos. Lo pulcro que fue de capote en ambos toros lo acusó luego en la muleta, donde se le pudo ver un tanto atropellado. Su actitud al menos fue firme, si bien lo intentó con sus dos oponentes, con el trofeo ya comentado, que para infortunio suyo, fue impropio de esta Plaza.

¡Y si tan sólo hubieran sido de otro hierro! Lo siento, pero lo de Juan Pedro sigue en tres cuartos de lo mismo. Que sí, que hoy se movió, pero sin decir nada apenas. Si algo se dijo hoy fue en las franelas y los percales, no en embestires ni marfiles. No se encuentra el obvio y ausente tranco de casta que permite causar emoción más que sentimiento. Seguimos en las mismas y parece que no aprendemos, y no todo es esto, señoras y señores. 

Lo dicho. Esto se acaba ya, y nos veremos por otros lares. Es grande morir de esta manera, ya lo cantábamos ayer. Y hoy nos iremos y volveremos a nacer mientras el Cielo quiera. Sean buenos. Vivan. Mi verso:

Y caerá la noche

Y lo dirán las bocas

Y cantará la Luna

Hasta volverse loca.

 

RESEÑA

Plaza de toros de El Puerto de Santa María (Cádiz) España. Sexta de la Temporada de Verano. Media entrada. Toros de Murube Juan Pedro Domecq, bien presentados y mansos en líneas generales.

João Telles, oreja.

José María Manzanares, (de corinto y oro), ovación con saludos y oreja.

Juan Ortega, (de tabaco y oro), ovación con saludos y dos orejas.

Pablo Aguado, (de verde esperanza y oro), oreja y ovación con saludos tras aviso.

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