Decía Mark Twain que ‘los dos días más importantes en la vida de una persona son el que nace y el día que descubre porqué nació, para qué lo hizo’. Esa importancia de una motivación vital que ejerza de motor mientras existimos, mientras pasamos por este mundo. Porque sólo hay una manera de aprender y es viviendo. Pedro Gutiérrez Moya, «El Niño de la Capea’, refleja como nadie esta filosofía de vida. ‘Empecé a torear para quitarme el hambre de encima, luego me enamoré dle toro y lo convertí en mi pasión’, reconoce. Este domingo celebra el 50º aniversario de su alternativa vestido de luces, de marino y oro, un traje de estreno, en Guijuelo junto a su hijo El Capea y su yerno Miguel Ángel Perera. El charro hace balance para Toreteate: ‘Me quedo con lo malo más que con lo bueno, los triunfos van y vienen, los fracasos son lecciones de vida’.
‘Los triunfos te reconfortan y hacen que te valoren desde fuera, pero los momentos malos, los revesés que he tenido en todos estos años son los que me han dado coraje y carácter para salir a flote, esa voluntad de decir no me puedo rendir, de los fracasos es de dónde sacas todas las enseñanzas para el futuro’, explica el Niño de la Capea escasos minutos después de finalizar el último tentadero antes del gran día. Ha lidiado dos vacas ‘fuertecitas y de casa, para afinar aún más en las embestidas del toro de Murube‘. ‘Ayer maté un toro también… El trabajo ya está hecho’, añade.
Pero, de dónde surgió la idea de vestir de nuevo el chispeante. ‘Salió todo de esas cenas largas que tiene el invierno para los toreros, después de un tentadero, nos quedamos hablando y me dijeron que algo habría que hacer para el 50º aniversario de mi alternativa, me decían mi hijo y mi yerno de torear un festivalito, yo les dije que mi carrera no había sido mucho de festivales y que, oye, ya que voy a torear… que una corrida de toros, estaba también el empresario José Ignacio Cascón y me convenció para hacerlo en una de sus plazas, en Guijuelo‘, relata antes de añadir: ‘Mi mujer casi le mata’.
Esta idea fue fraguándose en voz baja, era, sobre todo, ‘un sueño’. Pero entonces, el maestro Capea viajó a México, siempre México unido al Niño de la Capea, y todo adquirió otra dimensión. ‘Allí fue donde realmente se me iluminó esta idea, en México tuve la suerte de que un montón de ganaderos se enteraron del proyecto y me quisieron regalar muchas reses para que me fuera probando y un toro de Juan Pablo Corona me convenció definitivamente, fue uno de esos toros que te estimulan mucho, sentí esas embestidas únicas del toro mexicano, me vi con reflejos, con facultades para cuajar un toro así y eché para delante’, explica ensalzando al país azteca: ‘Le debo mucho a México, en los momentos bajos de mi carrera, siempre fue un revulsivo, un pulmón que dio aire a mis temporadas’.
‘EL VITI, ROBLES Y YO CONSEGUIMOS DIVIDIR Y APASIONAR A SALAMANCA Y ESPAÑA CON EL TORO’
La otra gran localización ligada indivisiblemente a la carrera de Capea es Salamanca. Su tierra. Su feudo. Aquella que, junto a otros dos toreros irrepetibles, convirtió en corazón de la Tauromaquia. La Edad de Oro del toreo salmantino. ‘El Viti, Julio Robles y yo conseguimos dividir, levantar y apasionar con el toro a Salamanca entera y, de ahí, a todo el país. La corrida del domingo también tiene algo de eso, de destacar la importancia del carácter que tuvo esa generación del 70 en los toros, esa generación sufrió mucho, vivió cambios de todo tipo en la Fiesta y se sobrepuso hasta convertir esta bendita tierra en epicentro del toreo’, valora.
‘Estoy orgulloso de mis compañeros de generación, el domingo, tanto los que vea en el tendido que vengan a la corrida, como los que ya no pueden estar, porque se han ido, me van a acompañar toda la tarde, porque siento que este paseíllo es una reivindicación de mi generación, de decir aquí estamos, seguimos aquí y tenemos vigencia aún’, afirma satisfecho.
En ese momento, Capea vuelve a destacar a esos dos compañeros, a esos dos paisanos. ‘El Viti, Robles y El Niño de la Capea, posiblemente, haya sido el cartel de mi vida, el que más tardes y gloria nos dio a los tres, éramos completamente distintos: El Viti era la tranquilidad hecha persona, estaba ya en la cima, era una figura máxima, Robles era el ansía de lo inquieto, la ambición, le hacía un quite a un mosquito, y yo tenía ese amor propio, ese carácter de no querer dejarme ganar la pelea’, define con precisión.
‘SE PIDE AL TORERO ALGO IMPOSIBLE GEOMÉTRICAMENTE: ENROSCAR A UN CUERPO MENUDO EL VOLUMEN DEL TORO’
Medio siglo desde la alternativa es vida y media. Pero, ¿qué ha cambiado el toro, el toreo desde entonces? ‘Sobre todo, el volumen de los toros, se está echando un toro en las plazas grandes con un tamaño impropio para el toreo de cercanías, de ajuste, que ahora reclaman los públicos’, sostiene afirmando que ‘hoy se está pidiendo al torero algo que es imposible geométricamente, no es posible ajustar, enroscarse a un cuerpo tan menudo como el de un torero, una masa tan grande como la de esos animales’.
‘En mi época era menos voluminoso y había una variedad de encestes amplísima, pero, sobre todo, se respetaba mucho el fenotipo de cada procedencia, no se pedían kilos y kilos con independencia de la sangre del toro que fuera, no puede pesar lo mismo uno de Santa Coloma que uno de Atanasio…’, compara antes de ahondar en la riqueza de esos encastes.
‘Cada rama tenía un comportamiento diferente, por tanto, los toros exigían una capacidad y unos conocimientos que, hoy, vemos que muchos toreros no tienen, con aprender el oficio necesario para lidiar determinados encestes les basta. En mi época, cada tarde había que adaptarse a lo que se tenía delante’, diferencia agradeciendo el proceso de retorno a esa variedad de sangres que su hijo Pedro y Miguel Ángel Perera le han pautado para este regreso.
‘Los dos me han sacado de mi zona de confort, me han llevado a ganaderías que ni conocía o recordaba para recuperar todos esos recursos delante de los animales, ha sido un reciclaje en toda regla, al principio me sentía un poco atosigado en la cara del toro, pero luego ya no, la realidad es que le estoy muy agradecido a ambos por querer anunciarse con un viejo como yo y aguantar la tensión extra de una tarde así, siendo encima familia esa persona mayor’, agradece reconociendo que ‘la preparación ha sido toreando mucho, nunca me gustó el ejercicio, así que no me iba a poner ahora, eso sí, he paseado más que nunca’.
Llegados a este punto de la conversación, el maestro Capea parece recordar que no ha quedado todo dicho sobre la diferencia entre las Tauromaquias de hace medio siglo y actual. Tras unos segundos en silencio, afirma: ‘Los toreros hoy tienen un sentido de la técnica y del temple únicos, esa facilidad que parece que tienen le quita importancia a las proezas que realizan en cada faena, pero esa facilidad no tiene secreto: capacidad y trabajo, no hay más’.
¿Y qué toreros despiertan interés de la baraja actual al maestro salmantino? La respuesta es plural. ‘Hay distintas vías para hacer el toreo de hoy y eso es positivo: las cosas que hace Perera y por dónde se pasa esos pitones, la clase extraordinaria de Morante, la categoría de Manzanares, el hambre y el poderío de El Juli, ese volcán que está al rojo vivo que es Roca Rey…’, enumera.
‘PARA NADA SOÑABA CON SER FIGURA, YO EMPECÉ A TOREAR PARA QUITARME EL HAMBRE’
Ese listado está repleto de figuras. Y es que Capea tiene claro que ‘los públicos de todos los tiempos siempre han querido ver a las figuras, el aficionado, la gente, siempre exigen mucho y todos los días al que ven con capacidad, se ven en condiciones de apretarle, porque saben que lo lleva dentro’. ‘A mí me pasó algo similar, pero que quede claro que yo tenía la ambición de ser figura del toreo en mis comienzos’, defiende.
‘Para nada, ni de lejos soñaba con ser figura, yo empecé a torear para quitarme el hambre de encima, luego me enamoré del toro, me vi con cierta capacidad para torear y eso me fue haciendo crecer, pero yo, hasta los últimos años de mi profesión no tuvo como meta mejorar, ahí, al final sí, busqué la perfección en mi toreo’, distingue con sinceridad aplastante.
Por último, el periodista pide al maestro Capea un deseo, un objetivo para este domingo en Guijuelo. ‘Sólo espero, ojalá sea posible, tener la facultad de poder explicar las sensaciones que voy a vivir toreando de luces después de tantos años, son sensaciones nuevas, que no he tenido en toda mi vida, eso sí, los miedos -que también son diferentes- están ahí: al ridículo, al percance, a la responsabilidad, a estar a la altura… De lo que estoy seguro es que tengo una oportunidad única, que no han tenido muchos de anunciarme con un cartel completo en familia, espero disfrutarlo’, concluye casi rozando con la yema de los dedos esa plenitud que siempre busca el torero. El Niño de la Capea vuelve por un día, su legado permanece en nuestro paraíso de la memoria. En Guijuelo, seguro, añade una nueva esquirla de su grandeza.