Según estaban cerca el uno del otro para realizar mutuo saludo, el de García Jiménez hizo tal extraño que perdió las cuatro manos a escasos metros de Morante, que tan sólo dos lances tras la sorpresa, espantó tan rápido como le fue posible rumbo al burladero. Pero ya saben de Morante, es tan día como noche siempre, hasta sin querer. Tras lidia de escasa definición, peto y garapullos de incertidumbre en los que se pidió devolución en ocasiones por falta de mayor fuerza en el animal, pero el cigarrero exigía calma a toda protesta. Y no le entendíamos cuando partía a faenar, pero ay del momento en el que pegó el primer muletazo. Cambió todo.
Se hizo un hueco, pero no le bastó con eso, quiso reventar Sevilla. Nos hizo esperar, pero llegó. Y llegó con todo. Echó la panza de la muleta lo más arrastrada que supo. Esculpió muletazos que esta plaza llevaba sin ver años y años. Toreó, vaya si lo hizo, todo lo despacio que se puede, y mucho más. Hondura, pureza y expresión, y se me quedan cortas las palabras. Le hubieran pedido el rabo si lo mata, pero caprichosa la tizona, no entró hasta el tercer intento, en todo el hoyo al menos, muriendo sin tardanza que valiese. La plaza, loca. Oreja a lo que pudo llegar a haber sido en finales. Y una vuelta al ruedo clamorosa.
Revíve cómo fue la inolvidable faena de Morante a este cuarto de Hermanos García Jiménez, a través de la siguiente galería fotográfica: