“La primera vez que entré en una plaza de toros fue con mi abuelo, tenía diez años y al ver el color del ruedo, de las tablas y los burladeros rojos, de los vestidos y los capotes… me quedé con la boca abierta.”
Miguel Aranguren (Madrid, 1970), escritor, novelista, periodista, pintor y escultor, y gran aficionado y embajador de la tauromaquia a nivel internacional, se sienta hoy a charlar sobre la Fiesta y sus diversos proyectos. Publicó su primera novela (“Desde un Tren Africano”) en 1990, con tan sólo 19 años. Debuta como columnista en El Mundo cuatro años después. Desde entonces ha colaborado en numerosos medios de renombre local, nacional e internacional (Telva, HOLA o Empresa –Argentina–). Actualmente firma en El Observador (México) y Woman Essentia. También ha colaborado en radio con COPE y ABC Punto Radio. En cuanto a novelas, son numerosas sus publicaciones desde su debut en 1990, tales como “La Hija del Ministro” (2009), “La Sombra del Cóndor” (2012) y su trabajo más reciente, que está cosechando grandes éxitos, “J.C. El Sueño de Dios” (2018). Sus artes plásticas se encuentran esparcidas por el globo, desde murales en iglesias de Kenia hasta esculturas que expone periódicamente en nuestro país. Además, vive involucrado en la carrera del novillero con picadores, José Ruiz Muñoz.
¿Qué tal va todo con José?
Tengo la suerte de acompañarle en el campo con mucha frecuencia, siguiendo muy de cerca su evolución y el planteamiento de esta temporada. Hablamos mucho, de toros y de la vida. Esta temporada le veremos en las plazas, donde va a despegar definitivamente. Es un torero con unas cualidades y un gusto extraordinario.
Durante la cuarentena pudimos disfrutar de un tentadero en el que lidió dos machos, emitido por streaming en YouTube. ¿Cómo surgió la idea?
Justo cuando comenzó el “secuestro domiciliario” y la consecuente suspensión de todos los espectáculos taurinos, José llevaba meses preparándose con el objetivo de arrancar la temporada y que esta le sirviera, le afianzara y pudiera tomar la alternativa. Había cerrado un acuerdo con un apoderado de bandera, el matador Emilio de Frutos, pero todos los planes se fueron al traste. Pero un día me llamó para plantearme la posibilidad de retransmitir a través de las redes una faena campera, concretamente un tentadero de dos machos. En ese momento se había hecho alguna cosita por el estilo en México, pero en España era algo novedoso. Queríamos regalar a los aficionados, a la sociedad que sufría el acoso terrible del coronavirus, un momento de esparcimiento. Buscamos los medios para adaptarlo a las condiciones del estado de alarma y toreó dos cuatreños en la finca de su apoderado, en Segovia.
A toro pasado, ¿cuál es tu balance de la iniciativa?
Salió muy bien. Hubo momentos en los que la audiencia alcanzó las 14.000 personas. Teniendo en cuenta que en una novillada en Madrid no se suele llegar a ese aforo, es una cifra inimaginable para un novillero. Entre la mucha gente que congregamos delante de la pantalla, hubo muchos profesionales y aficionados. El resultado fue muy positivo. A raíz de esta experiencia, otros matadores y ganaderos se animaron a iniciativas como la nuestra.
Al emitirlo por YouTube, el streaming estuvo abierto a todo el mundo, sin que hubiera que pagar una entrada. ¿Recibisteis algún ataque?
No en concreto por el gesto de Ruiz Muñoz, al que organizar la aventura le costó un dinero. Hubo denuncias por parte de algunos grupos animalistas y pasamos unas semanas algo movidas a causa de una periodista que acogió el bulo de un partido animalista, que nos acusó de realizar un festejo público saltándonos todas las normas del confinamiento. La Guardia Civil cumplió su papel al investigarlo y comprobar que no hubo tal festejo público y que los que estuvimos al frente no nos saltamos ninguna prohibición con respecto al estado de alarma, lo que era también una prioridad personal.
¿Cómo ves el futuro de la Fiesta?
El futuro de la Fiesta es esta temporada. Hay que luchar para que se den cuantos más espectáculos mejor, para que los toros sean un motivo más que haga que la gente olvide las penas de todos estos meses y recupere la ilusión. La Fiesta debe renovar su comunicación. Mucha gente –sobre todo los más jóvenes– desconoce qué son los toros porque se les ha dado una imagen distorsionada de la realidad. Sin embargo, me llama la atención que en plazas como Las Ventas haya cada temporada más gente joven en los tendidos, gradas y andanadas. En Madrid y en otros muchos cosos hay localidades para ellos, de precio rebajado, a las que acuden muchos universitarios y bachilleres. Al fin y al cabo, los toros interesan y apasionan una vez el espectador se adentra en su misterio. Desde fuera puede parecer un espectáculo fuera de tiempo, ajeno a este mundo de las prisas y lo digital. Pero si se tuviera plena conciencia de lo que supone, envuelve, significa y conlleva una corrida, no habría tendidos suficientes en las plazas.
¿Falta comunicación con el “forastero”?
El futuro de la Fiesta pasa necesariamente por la narrativa; hay que contarle a la gente cómo es el toro, no sólo en la plaza sino también en el campo. La corrida no empieza a una hora determinada. Es un proceso que transcurre desde que el toro nace hasta que se lo llevan las mulillas. En la corrida se respeta una liturgia que no se encuentra en ningún otro espectáculo. Y también hay que descubrir quién es el torero, las razones por las que un niño es capaz de madurar, de soltar los juguetes a causa de una pasión inexplicable, una vocación, una llamada. Sentir esa llamada conlleva tomar las riendas del destino, enfrentarse al peligro y la belleza, a dialogar con un animal indómito, a poner una de las bellas artes al servicio del público.
Saber defender la Fiesta es esencial. ¿Con qué argumentos sostendrías tu tesis?
Cuando conoces en qué consiste la Fiesta, el valor y el respeto que recibe el astado por parte de todos sus protagonistas, los mecanismos que hacen posible cada espectáculo, te enamoras de una ética y de una estética. Primero del toro bravo, una especie en vías de extinción, y del cuidado de su entorno natural. Después de la vida y figura del torero, que es el último héroe romántico en nuestra sociedad, dispuesto incluso a sufrir a favor de una obra de valor, temple y compás… para despertar sensaciones únicas en el espectador. Es curioso que, así como la arquitectura, la pintura y la literatura exigen cierta preparación para comprenderlas, el toreo esté de tal manera ligado a lo más profundo del ser humano que haya gente que lo aborrezca y gente que lo ame sin poder ni querer razonarlo.
Sin duda, el acto de conocer está siendo olvidado por el ser humano. Hay quien no busca ni posee conocimiento. Sin embargo, cuando se conoce y se descubre la Fiesta, uno entiende que se trata de algo fascinante. Al fin y al cabo, en medio de este mundo tan artificial, de “venda en los ojos”, el toro nos pone los pies en la tierra. El ser humano se da cuenta de algo que está dentro de sí, que parte del enfrentarse a un toro, a la naturaleza en general, para enfrentarse al mundo en que vive, amándolo como nadie.
En efecto, los toros nos enseñan a enfrentarnos a la naturaleza en estado bravo. El hombre de hoy cree que lo tiene todo controlado, incluso hasta cuando el mundo le demuestra con creces lo contrario. Desconocemos el ciclo de la vida: ya no prestamos atención a los cambios de luna pero, de repente, vemos a una persona capaz, sin trampa ni cartón, ayudado por una tela, de medirse a camisa quitada con un volcán peligrosísimo, para dominarlo y crear belleza.
¿Cómo ves al toreo? Hay quien dice que antes se toreaba mejor, otros dicen que hoy se torea mejor que nunca.
En cuanto a la técnica, el toreo de hoy es el más evolucionado y perfecto de cuantos se han visto. Los toreros han alcanzado avances impensables hace cien, ochenta, cincuenta años… Paco Ojeda trazó muchas de las líneas actuales, al atornillarse al suelo para hacer pasar al toro por terrenos inverosímiles. A partir de ahí, el progreso en las formas ha sido meteórico. Sé que el aficionado se queja de que existe demasiada uniformidad en los conceptos, pero no estoy de acuerdo. Hay personalidades únicas entre los matadores. Aunque es cierto que las figuras taponan los carteles de muchas Ferias, lo que perjudica a la Tauromaquia ante la reducción del número de festejos y la pérdida de los mismos en muchas localidades. Por eso urge abrir los carteles y dar más novilladas. Sin ellas no hay futuro, no hay renovación, desaparece la ilusión. Basta el ejemplo de Andalucía: ¿cuántas novilladas con caballos? ¿Cuántas sin caballos?… Allí, solo la Real Maestranza de Sevilla es una excepción, y si esto no cambia la Fiesta va a resentirse.
Gracias a Dios, están saliendo adelante proyectos como las ligas regionales de novilladas, y certámenes similares por todo el país, tanto con caballos como sin ellos.
Los apoyo y ojalá vengan más proyectos parecidos. Además, gracias a que son espectáculos controlados, no ocurre como en muchas novilladas, en las que los novilleros tienen que pagar para torear, algo que condeno. Es, por parte de los empresarios, una práctica inaceptable. Para que un chaval (que suele pertenecer a un entorno económico humilde) pueda hacerse torero, se tiene que buscar a un ponedor que le regale su dinero (lo que no siempre es posible) para poder torear. Estas prácticas hacen que las carreras de aquellos que se inician tengan siempre las cuentas en negativo. El dinero, en la Fiesta, está muy mal repartido: son muy pocos los profesionales que consiguen seguridad económica.
¿Crees que la pandemia está haciendo recapacitar al sector?
Debería hacernos reflexionar. Un espectáculo que genera pérdidas es imposible de mantener. El toreo precisa con urgencia ayudas de las administraciones públicas, ayudas que se merece por el interés cultural, medioambiental y artístico del espectáculo, por formar parte de nuestro patrimonio nacional. Hay que exigirlas como las exigen el cine o el teatro, como lo hacen las más diversas actividades de ocio que se dan en las fiestas de cada pueblo y ciudad. A su vez, tenemos que ser capaces de valernos por nosotros mismos. Por eso es muy interesante que cada vez haya más empresarios jóvenes, muy bien preparados, con propuestas nuevas, desvinculados del apoderamiento y de la ganadería, pues muchas veces el reino de un torero se justifica en que cuenta con un apoderado que es, a su vez, empresario y ganadero que hace un negocio a tres bandas.
Y el toro, ¿ha mejorado o empeorado? Falta diversidad de encastes en los carteles, a pesar de que en el campo bravo tenemos auténticas joyas genéticas que se están perdiendo.
Lo que ocurre es lógico. Los criadores de hierros como Victoriano del Río, Juan Pedro Domecq, Jandilla, Alcurrucén, Núñez del Cuvillo o Fuente Ymbro han invertido en conocimiento animal, manejo y tecnología frente a los encastes minoritarios, salvo excepciones. Además, es normal que las figuras prefieran toros con garantías, que se adapten a su modo de torear. Pero la especie brava tiene tal riqueza que todos los encastes merecen un lugar en los carteles, aunque sin perder la perspectiva de que la corrida tiene que dar espectáculo y que quien paga desea ver torear bien a un animal bravo. Por otro lugar están los gustos del aficionado, que las empresas tienen que tener en cuenta, pero sabiendo que cada encaste debe respetar su trapío, las hechuras (que en algunos son recortadas), o que si la prioridad es el caballo será difícil que el matador pueda desarrollar una lidia larga. Por último, si a algunos espectadores el toro complicado les resulta aburrido, a otros les interesa más que el que manifiesta nobleza. La Fiesta es un espectáculo democrático, en el que hay que gobernar para todos.
¿Qué opinas sobre la integridad del ganado a día de hoy? El afeitado es un tema de candente actualidad. Hay quien lo condena y quien prefiere mirar para otro lado.
Estoy convencido de que la Fiesta de los toros es uno de los espectáculos más íntegros que existen, a pesar de las leyendas negras que lo rondan, que suelen ser premisas interesadas para justificar “nuestra crueldad”. Lanzar dudas desde dentro nos pone en tela de juicio, lo que condiciona la opinión del resto de la población respecto de la tauromaquia. Sin embargo, si al toro, al salir de toriles, en el primer topetazo con los burladeros o con el peto del caballo de picar se le escobillan los pitones, hay que denunciar e investigar qué ha ocurrido. En general, una entrada no es barata: hay que respetar a quien la paga.
Creo que muchos aficionados se dejan llevar por la creencia sistemática de que esto se acaba. Sin embargo hay mucha gente joven, y muy capaz, al frente de iniciativas ilusionantes. ¿Qué opinas?
La Tauromaquia no tiene fecha de caducidad. Eso sí, hay que estar alerta a los que proponen cambiar elementos fundamentales del espectáculo. Lo que necesitamos es una renovación en algunos de sus pilares. No en el campo ni en la lidia, más allá de aplicar avances técnicos y tecnológicos, sino en la gestión del espectáculo, en la que se ven comprometidas comunidades autónomas, ayuntamientos, diputaciones y, sobre todo, empresarios, a muchos de los cuales les falta afición y capacidad de renovar. No es aceptable que unos y otros nos priven de una actividad entroncada en la cultura popular. Y me reitero en que hay que poner especial mimo en los pueblos, especialmente en aquellos que desde siempre han celebrado uno o dos festejos al año por sus fiestas patronales. No podemos dormirnos.
¿Qué te suscita la relación entre toros y política, que se haga campaña electoral usando argumentos a favor y en contra de la Fiesta, que se nos relacione con determinados partidos y tendencias?
El político es un administrador público, por lo que cuanto menos protagonismo juegue en cualquier área, mejor. Si va a los toros como aficionado, perfecto, pero la corrida es un espectáculo abierto. Sí, una plaza de toros es un universo en el que caben todo tipo de sensibilidades. Por eso la política debe quedar fuera. Nunca se me ocurriría preguntarle a un vecino de localidad a qué partido vota, o si le parece bien lo que dice tal o cual líder político. Te decía que una plaza de toros es el parlamento más democrático que existe: el público sentencia lo que pasa en el ruedo –sujeto a la legalidad de un reglamento–, con el equipo presidencial como autoridad que le representa, pero que no gobierna sobre él ni en contra de sus decisiones.
El comportamiento de un aficionado es llamativamente respetuoso.
Se nos acusa de asesinos y demás delitos gravísimos, que deberían encausar a quienes los escupen, cuando lo curioso es que en una plaza no hay altercados, que en otros espectáculos llegan a ser algo habitual. Por otro lado, el espectador maneja un bellísimo vocabulario, expresiones propias que refuerzan la calidad de nuestro idioma.
Es que la Fiesta es, culturalmente, muy rica.
Es un auténtico espectáculo para los sentidos. Su riqueza, además, es transversal: se expande a innumerables manifestaciones culturales y artísticas. España y lo español, lo peninsular, no se entiende sin el toro y sin la evolución del toreo. Hemos llevado su singularidad a otros países, a Iberoamérica y a Francia, donde entienden la importancia de estos rasgos culturales, dándole a la Fiesta un prestigio exquisito que aquí muchas veces le negamos.
El año pasado pusiste en marcha el I Foro de Tauromaquia de Boadilla del Monte, que llevó por título “Arte, Cultura y Valores”. Asistieron más de 700 personas. Una de las mesas redondas trató del toreo como escuela de valores. ¿Qué valores transmite la tauromaquia?
Podríamos hacer una larguísima lista: el esfuerzo, la paciencia, el compañerismo, la generosidad, la fortaleza, la solidaridad, la superación de las dificultades… En una sociedad de lo inmediato, el toreo exige calma, hacer las cosas despacio, tener paciencia y aprender a esperar. Y sí, el Foro en Boadilla del Monte fue todo un éxito porque se trata de una localidad y de un ayuntamiento con una afición madura. Tenemos intención de repetirlas en breve.
¿Tienes alguna apuesta de cara a la próxima temporada? Aparte de José Ruiz Muñoz, claro está.
Como me considero buen aficionado, me gustan casi todos los toreros y me interesan casi todas las ganaderías. Tras una temporada y media en blanco aconsejaría estar pendientes de Roca Rey. Es un fenómeno, motiva al público, llena las plazas. También de Talavante, que reaparece con su toreo profundo, o de Pablo Aguado, auténtica revelación. No dejemos de lado a Juan Ortega, que ha mostrado la elegancia y el empaque de un toreo de aires sevillanos, al que le queda mucho camino por delante. Me encantan Diego Urdiales, un Séneca del toreo. Y Fortes, un hombre de sensibilidad que lucha siempre con los dientes apretados. Así como Robleño, al que deseo ver en Madrid con un toro que rompa de verdad. También Daniel Luque, pura fantasía… me sobran nombres.
¿A lo largo de la Historia, con qué toreros te quedas?
Me hubiera encantado ver a Belmonte y a Joselito. A Manolete y a Antonio Bienvenida. A Rafael Ortega y Antonio Ordóñez. Al ser abonado a Las Ventas desde niño, he tenido la suerte de disfrutar de toreros míticos, como Manolo Vázquez, Antoñete, Ángel Teruel, Paquirri, Yiyo, César Rincón, Curro Vázquez, Espartaco, José Miguel Arroyo, Pepin Jiménez, Paco Ojeda… Y de Curro y Paula, debilidades mías. Y de Morante de la Puebla, al que estudiarán con delectación las futuras generaciones.
En cuanto al toro sobre la página, ¿qué libros recomendarías?
En narrativa, un imprescindible es Juan Belmonte, matador de toros, de Manuel Chaves Nogales. Además, hay muchos libros de valor histórico y de técnica del toreo. Me conmovió la biografía de Paquirri, “Nacido para morir”, que escribieron al alimón José Antonio del Moral y Juan Carlos Arévalo. Y las andanzas de Manuel Bienvenida, el “Papa negro” relatadas por Luis de Armiñán. “Rafael de Paula, dicen de ti”, de Manuel Reyero, cuenta la vida de un torero mágico. Y en poesía toda la Generación del 27, pues sus poetas utilizaron el toro y la plaza como parte de su lenguaje. Por último, en primicia, te diré que estoy escribiendo junto a Gonzalo Bienvenida un tratado de Tauromaquia, dirigido al público desconocedor de la Fiesta, que tendrá una parte divulgativa y otra narrativa.
Si esto del toro no es arte, que baje Dios y lo vea.